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Camarena pone patas arriba el Teatro de San Lorenzo de El Escorial

Obras de Verdi, Donizetti, Cilea, Massenet, Rossini, Tosti, Leoncavallo, Guastavino, Blas Galindo, Imaz, Pérez Soriano y Serrano. Javier Camarena, tenor y Rubén Fernández Aguirre, piano. Teatro-Auditorio de San Lorenzo de El Escorial.
La Razón

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Por vez primera en el falso “Internacional” Festival de El Escorial se agotaron las entradas para el patio de butacas y el anfiteatro. Sus 1080 butacas abarrotadas, prueba del gancho de Javier Camarena a pesar de que las cosas se hayan hecho mal. No quiero insistir en lo ya escrito anteriormente, pero es que clama al cielo la penosa web del festival, en la que no aparecen los programas de los espectáculos y la referencia a cada uno de ellos no puede ser más pobre. ¡Cómo sería si se hiciesen bien las cosas! Bueno, realmente lo sabemos, exactamente como fue desde su apertura hasta hace tres años.
Camarena demostró lo que es ser un tenor de verdad. Eligiò un programa variado y breve, de apenas noventa minutos. Ópera en la primera parte, con arias de obras con las que empezó a cantar, como “Una furtiva lágrima” y otras de las últimas que ha abordado o abordará, como la verdiana “La mia letizia infondere” o “Ah!, fuyez, douce image” de la “Manon” de Massenet. En la segunda parte, la canción popular, con napolitanas, hispanoamericanas y zarzuela.Lo primero que transmite es una seguridad que deja muy tranquilo al espectador, acostumbrado mucha veces a sufrir con los problemas vocales de los cantantes. Camarena está en plenitud y no presenta ninguno.
La voz quizá no reúne la belleza de la de Juan Diego Flórez, per a cambio tiene una potencia muy superior. De lírico-ligero está evolucionando a lírico y por eso ya no tiene problemas en abordar “Rigoletto”, “Traviata” o “Manon”. Otro punto a su favor es la generosidad. No se reserva, lo da todo, aunque a veces, como en el caso del aria de “Elixir d’amore”, por cierto lleno de florituras añadidas, desaparezca su intimidad para parecer más Verdi que belcanto. Y, por supuesto, su registro agudo es admirable, como demostró en muchos momentos y, especialmente, en “Ange si pur” de la versión francesa de “La Favorita”. Sobresaliente el aria de “Manon”, quizá lo mejor de la primera parte, como las tres muy bien elegidas italianas “La danza”. “Mattinata” y “L’ultima canzone” que abrieron a pleno pulmón la segunda parte para luego llegar al recogimiento de “La rosa y el sauce” o las dos canciones de Blas Galindo, donde matizó y volvió a exhibir sus messa di voce.
Entramos luego en la zarzuela, con buena exposición de la “Serenata” de “El guitarrico” y el exhibicionista “Te quiero, morena” de Bretón. El teatro se vino abajo y fueron muchos los minutos que pasaron hasta cada una de las dos propinas: el “No puede ser” de “La tabernera del puerto” y “Canto porque estoy alegre” del añorado García Abril. Un triunfo mayúsculo del tenor que acaba de fijar su residencia en Málaga y también del pianista acompañante, Rubén Fernández Aguirre, que acompañó compenetrado y brillo en solitario en la obertura de “L’arlesiana” y, sobre todo, en la portentosa “Fiesta lírica sobre temas de Barbieri, Gaztambide y Bretón” de Carlos Imaz. Gonzalo Alonso