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Cuando Tom Petty grabó la Biblia del rock & roll

La inmensa caja “Live at the Fillmore 97″ revela la inmensidad de un músico ya eterno cuyo legado remite a la mejor música americana de la historia
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La Razón
  • Alberto Bravo

    Alberto Bravo

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Tom Petty se fue un gélido 2 de octubre de 2017, a pocos días de cumplir 67 años. Una sobredosis accidental de fentanilo y otras muchas cosas acabó prematuramente con la vida de un músico tan admirado como respetado. Se marchó como un año antes lo hiciera Prince, atormentado por los dolores y en busca del remedio fácil y asesino de los opiáceos. De esta forma miserable finalizaba una existencia igualmente miserable y llena de tristeza y tormento. Pocos artistas distanciaron tan profundamente su música, tan luminosa, de su vida, tan lastimosa. Porque la música, lo que se escucha ahora en “Live at the Fillmore 97″, es el sumun del rock and roll. No se puede tocar mejor.
Suele ocurrir que tras la muerte de un músico llegue la hora de esquilmar los restos de su obra, todo lo registrado y más cosas. En el caso de Tom Petty sucede un hecho gozoso: está sirviendo para elevar su categoría como músico al lugar que le corresponde, el de una auténtica leyenda de la música contemporánea. “An American Treasure” (2018) rescató numerosas grabaciones inéditas de todas las épocas y “Wildflowers & All the Rest” (2020) barnizó todavía más, si eso era posible, su obra maestra de 1994. Ahora el nuevo cofre del tesoro es su directo en el mítico Fillmore, una selección de los mejores temas que Tom Petty & The Heartbreakers interpretaron durante los 20 conciertos que dieron en el mítico local de San Francisco.
Son 58 canciones en su versión más generosa (caja de cuatro CDs o seis vinilos), de las cuales 35 son versiones. Tom Petty y sus muchachos se dieron el gusto de acudir a una larga residencia en el Fillmore para hacer literalmente lo que les daba la gana y, de paso, honrar a algunas de sus grandes influencias. Por aquí circulan recreaciones sublimemente ejecutadas de maestros como Dylan, Rolling Stones, Van Morrison, Grateful Dead, JJ Cale, Kinks, Bill Withers, Bo Didley, Byrds, Booker T, Elvis y muchos más. Esto, unido a sus propias canciones, es un repaso a la Biblia del rock and roll a cargo de un maestro y la mejor banda posible. Sin más.
Escuchar este apabullante material permite justificar la pertenencia de Tom Petty a la mitología de la música contemporánea. No solo es el legado que dejó a través de tantos años de esfuerzo y dedicación, en gran parte como salida de emergencia a su penosa existencia, sino un hecho profundamente diferencial respecto a la mayoría de sus contemporáneos: Tom Petty se fue cuando estaba publicando algunos de los mejores discos de una carrera ya de por sí repleta de obras maestras. El hermoso “Highway Companion” (2006) o el apabullante “Mojo” (2010) son excelentes ejemplos. Su voz se había hecho más y más profunda, sus composiciones ofrecían una distinción alejada de la común autocomplacencia mientras los Heartbreakers impartían el magisterio de una banda irrepetible e inmejorable. “La última gran banda americana de rock and roll”, dijo nada más y nada menos que Bob Dylan.
Pero sus discos y sus giras, su arte, enmascaraban la tozuda realidad: la de un hombre profundamente atormentado y lastrado por una infancia terrible con un padre que maltrataba física y psicológicamente a un muchacho tremendamente frágil y sensible. Su vida fue una permanente búsqueda de refugios. La música fue su salvación y también su condena. Pasaron largos años hasta encontrar el éxito gracias a su tercer álbum, “Damn the Torpedoes” (1979), más tarde llegaría el éxito masivo con Full Moon Fever” (1989) y hasta el reconocimiento de la aristocracia del rock and roll al entrar a formar parte, por pleno derecho, de esa ilustre institución que serían los Traveling Wilburys, la superbanda formada por Bob Dylan, George Harrison, Roy Orbison, Jeff Lynne y el propio músico de Florida.
La presión
Sin embargo, todo se iría haciendo muy grande para Tom Petty, quien iría asumiendo poco a poco unas responsabilidades que quizá no le correspondían. Sentía que debía proteger y cuidar a su “familia”, que eran la banda y quienes trabajaban con ellos, y se embarcaba en giras cada vez más y más exigentes a todos los niveles. Mientras tanto, su vida sentimental era de lo más errática, con separaciones, encuentros y desencuentros poco amistosos. Y también estaban las drogas. Primero fue la cocaína durante los 80 y más tarde llegaría la heroína. Tiempos difíciles en los que tampoco paró y siguió sacando discos y tocando. Se limpió y volvió a elevar el nivel de sus discos y actuaciones mientras acaparaba los elogios de crítica, público y colegas. Tom Petty era un carismático ciclón en escena. Poseedor de un encanto especial, sabía cómo transmitir la emoción por su música y todos le adoraban. Al mismo tiempo, los Heartbreakers (con el guitarrista Mike Campbell y el teclista Benmont Tench a la cabeza) llevaban el rock and roll y todas sus variantes a un ficticio museo. Pero lo que en realidad mostraba Tom Petty era la sonrisa del payaso triste.
Cada vez le costaba más salir de gira. Acusó problemas en una mano, producto de una vieja operación mal tratada que le oprimía los nervios, pero fiel a su carácter eso solo le sirvió para profundizar en sus virtudes como guitarrista. Se lo tomó como un desafío. Peores fueron sus problemas con la espalda. Estando muy mal, en verano y otoño de 2017 se embarcó en una nueva gira, la última. Su vieja amiga Stevie Nicks le rogó que no se marchara y suspendiera el tour. “Hay mucha gente que depende de mí, simplemente me siento responsable de todos ellos”, le diría a la cantante de Fleetwood Mac, a quien curiosamente años atrás se había llevado de gira para que saliera de la cocaína.
Tom Petty se trasladaba prácticamente hasta el escenario en un coche de golf porque casi ni podía andar y a la espera que le hiciera efecto el cóctel de opiáceos que llevaba en el cuerpo. En escena, aunque con movimientos lentos, no se podía sospechar por lo que estaba pasando. Ofrecía dos horas de música tremenda ante audiencias masivas. Terminó la gira, volvió a casa, los dolores continuaron y una mala madrugada se fue por una combinación que explica todo su sufrimiento: fentanilo, oxicodona, acetilfentanilo y despropionilfentanilo (todos opioides), temazepam y alprazolam (sedantes) y citalopram (un antidepresivo). Horrible final de una horrible vida que escondió tras sus inmortales canciones y sus abrasivos conciertos. Con el opio, murió el hombre; con su legado, nació la leyenda. Así, el nuevo directo del Fillmore huele a grandeza en cada uno de sus surcos y honra todo lo que este gigante dio a la música. Tom Petty ya pertenece al panteón del rock and roll. ¿Alguien tiene dudas?

La magia del Fillmore

El promotor Bill Graham abrió el 8 de marzo de 1968 una sala en Nueva York que bautizó con el nombre de Fillmore East. Luego abriría otra en San Francisco, el Fillmore West. Y pocos recintos para conciertos hay tan legendarios, testigos de momentos históricos del rock and roll. La lista es interminable, pero seguramente debería empezar por la Allman Brothers Band y su “At Fillmore East” de 1971, monumento del blues-rock. Y más gente que grabó discos allí: Crosby, Stills, Nash & Young, Miles Davis, Derek & Dominos, Jimi Hendrix y Grateful Dead. Ahora se añade a la lista Tom Petty & The Heartbreakers.

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