Salzburgo

Anna Netrebko reina en Salzburgo

Crítica de ópera / «Manon Lescaut». De Puccini. Dirección musical: Marco Armiliato Voces: Anna Netrebko, Yusif Eyvazov, Armando Piña, Carlos Chausson... Münchner Rundfunkorchester. Grosses Festspielhaus. Salzburgo. 04-VIII-2016.

Pareja total. Yusif Eyvazov y Anna Netrebko, en la imagen, son pareja en el escenario y fuera de él. Detrás de ellos, en la dirección, Marco Armiliato
Pareja total. Yusif Eyvazov y Anna Netrebko, en la imagen, son pareja en el escenario y fuera de él. Detrás de ellos, en la dirección, Marco Armiliatolarazon

No ha sido precisamente Puccini un compositor muy frecuentado en el Festival de Salzburgo, además de «La Boheme», «Tosca» y «Turandot», salvo omisión, no creemos que se hayan ofrecido otros títulos en la ciudad mozartiana por excelencia. Por eso no resulta extraño que «Manon Lescaut», tercera ópera y primer gran éxito del compositor de Lucca, se colocara por vez primera en el «cartellone» de este festival, 123 años después de su estreno en el Teatro Regio de Turín. Pero está claro que si no hubiera sido por la gran diva rusa Anna Netrebko, que lo debutó con Muti en Roma hace dos años, este drama lírico pucciniano no se hubiese programado, así como así, por estos lares. A pesar de las críticas vertidas por la discutida política de programar óperas en versión de concierto que ha seguido en los últimos años la dirección del festival (a estas alturas no se sabe si la programación es de Pereira o Bechtolf) de nuevo se ha optado por ofrecer un título infrecuente en Salzburgo, privándolo de la escena, como ya ocurrió en años anteriores con otras grandes óperas del repertorio italiano y francés. Este verano se volverán a ofrecer tres óperas en concierto, la que nos ocupa y dos títulos más: «Tahïs», de Massenet (Domingo/Yoncheva), e «Il Templario» de Nicolai (Flórez/DiDonato). En todos los casos, son los divos actuales los que imponen títulos con pocos ensayos y compañeros de viaje a la carta. Es el precio que deben pagar los festivales de verano, incluido el prestigioso Salzburgo, si quieren contar con ellos en esta época vacacional. La recompensa es clara: amplio eco mediático y un lleno garantizado, aunque resultó sorprendente que a medio día aún quedaran algunas entradas de las más caras (325 Euros!) en taquilla para la función de «Manon Lescaut» de anteanoche. Desde hace más o menos un lustro, Anna Netrebko se ha convertido en la Diva por excelencia del siglo XXI, destronando –con sobrados argumentos– al resto de sus colegas. No existe hoy por hoy otra cantante tan cotizada en el circuito operístico. Tan solo el tenor Jonas Kaufmann puede ensombrecerla... y sí además cantan juntos entonces se desencadena un terremoto lirico. Por eso, cuando un teatro anuncia a la gran soprano rusa, encabezando reparto, la melomanía enloquece y es capaz de peregrinar desde los lugares más recónditos del mundo para escucharla, para adorarla. Pasó en Dresde en mayo pasado con su debut como Elsa en «Lohengrin», en Viena hace dos meses con Manon Lescaut y ha pasado ahora aquí en su presentación salzburguesa en este mismo papel. El espectáculo pues estaba servido y al inicio de la función se colgó el cartel de «no hay billetes». Objetivo cumplido. Como es habitual, las tres veces que Netrebko ha abordado el papel de Manon Lescaut (que hará de nuevo en noviembre en Nueva York ) lo ha cantado de la mano de su esposo, el tenor azerbaiyano, Yusif Eyvazov, que debutaba en Salzburgo como Des Grieux. ¿Lo hubiera hecho de no ser el marido de la diva?. Probablemente no, aunque medios no le faltan. Se trata de un tenor lírico «spinto» de voz grande, típicamente alla rusa, que emite con facilidad y buena proyección. No tiene mayor problema en alcanzar el Si natural que reclama la parte. Defiende mejor los pasajes dramáticos que los líricos pues le falta ductilidad y maleabilidad vocal. Sobre el escenario es tremendo con las vestimentas que lleva (la casaca que portaba no tenía desperdicio), la forma de moverse y los ademanes que hace (los saludos finales, rodilla en tierra, fueron todo un poema. En cambio su señora, Anna Netrebko, hizo gala de todo lo contrario. Desde el punto de vista canoro no tiene ningún problema, alcanza el Do5 agudo con una facilidad pasmosa y posee unas cualidades interpretativas increíbles. Además, ahora que ha adelgazado, está guapísima, más aún con el espectacular vestido negro que lució, derrochando glamur por doquier. Netrebko borda el personaje de Manon, desde cualquier ángulo que se mire, con una voz muy flexible en los dos primeros actos, que exigen juventud, alegría y despreocupación, mientras que en los dos últimos, más dramáticos, lo que nos muestra es preocupación y tristeza. Fue una autentica gozada para el espectador, que al final enloqueció entre vítores y bravos. Esta claro que Netrebko es una Diva y lo es porque se lo ha ganado a pulso. El resto del reparto se movió entre la corrección del joven barítono mexicano Armando Piña, aún muy verde para el papel de Lescaut, y las buenas maneras del joven tenor Benjamin Bernheim como Edmondo. Nuestro Carlos Chausson dio una lección de canto en su breve aunque no menos importante papel secundario de Geronte di Ravoir. Dirigió con más oficio que inspiración –y sin partitura como ya es costumbre en él– el maestro italiano Marco Armiliato, habitual acompañante de Netrebko, al frente de una muy entonada Sinfónica de Munich (no confundir con la Filarmónica, que juega en la división de honor) y al Coro de la Ópera de Viena.

Baja la venta de entradas

Aquí en Salzburgo no se nota la crisis. Los hoteles están llenos, en los restaurantes es imposible conseguir una mesa para cenar si no lo haces con tiempo suficiente. Las galerías de arte, con cuadros y grabados muy caros, están repletas por las mañanas, lo mismo que las lujosas «boutiques» y las terrazas más concurridas. Pero hay un problema: las entradas del Festival se han vendido mucho menos que en otros años. Ayer a mediodía quedaban aún localidades de los cinco precios más altos (de 185 a 430 euros) para todos las óperas y había mucho papel de casi todos los precios para los recitales y los conciertos, incluidos lo de la Filarmónica de Viena que son los más caros (de 105 a 220) y los más demandados. La respuesta posiblemente se encuentre en que la distinguida clientela habitual del Certamen, en su mayoría alemana, sigue viniendo, pero los buenos aficionados, que sí tienen en cuenta la relación calidad-precio, se lo piensan ante una oferta menos atractiva.