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Critica de clásica
Crítica de "El libro de los Siete Sellos": La buena música en el mal lugar
El libro de los Siete Sellos de Franz Schmidt. Michael Laurenz, Christof Fischesser, Louise McClelland, Valentina Stadler, Tae Hwan Yun y Brent Michael Smith. Daniel Oyarzabal, órgano. Coro de la Comunidad de Madrid. Orquesta y Coro Nacionales de España. Director del Coro de la CAM: Javier Carmena. Director del Coro Nacional: Miguel Ángel Garcia Cañamero Dirección musical: Fabio Luisi. Sinfónico 5 de la temporada de la OCNE. Sala Sinfónica. 16 de noviembre

Hay ocasiones en las que la gran música equivoca el tiempo y el lugar. El compositor Franz Schmidt compartió la Viena de principios del siglo XX, tan fascinante como para acoger la vanguardia de la Secesión y tan retrógrada como para que Mahler afirmase en su día que si llegara el fin del mundo lo esperaría en Viena porque allí todo ocurre 25 años más tarde. Schmidt fue chelista bajo la batuta de Mahler durante algunos años, hasta que sus compromisos con el conservatorio y con la creación propia se lo impidieron. De sonoridad post-romántica, buena parte de su música se alejó concienzudamente de la vanguardia, hasta el punto de ser asimilada por la realidad política que ocurría fuera del mundo artístico. Para el régimen nazi era el compositor austríaco vivo más importante y cuando Schmidt estrena el fastuoso oratorio El libro de los Siete Sellos, tres meses después de que Hitler entrara en Viena, parte del mundo alemán celebra aquella música como una celebración informal de la supremacía cultural alemana. La tibieza —o directamente ausencia— de crítica al régimen nazi colocaron la inmensa losa que la música de Schmidt arrastra desde entonces. Pero la obra en sí es magnífica, capaz de integrar de forma convincente lo mejor de la tradición del oratorio alemán, desde el canto gregoriano pasando por las fugas bachianas hasta la orquestación más puramente centroeuropea de finales del XIX.
La OCNE incluye la programación de la obra dentro de la línea temática “El mundo de ayer”, centrada en aquella Viena de la que hablábamos al principio y donde ya escuchamos Wozzeck hace unas semanas. Aquí la propuesta es ambiciosa empezando por el propio formato: más de 200 músicos sobre el escenario, contando con la orquesta, los dos coros, los solistas y el órgano. La monumentalidad es necesaria para articular el relato del Libro del Apocalipsis, narrado musicalmente por Schmidt con un despliegue equitativo de imaginación y conocimiento retórico. No hay grandes interludios orquestales porque el coro es el protagonista absoluto, no la orquesta, y la mezcla entre las dos agrupaciones corales (CNE y CCAM) no demostró fisuras en los exigentes contrastes que Schmidt propone, entre la condenación y la esperanza. Entre las voces, solistas destacó el tenor Michael Laurenz que se encargaba de Juan, en un papel similar al del Evangelista en la Pasión si bien impulsando algo más el tejido reflexivo de la obra. Laurenz defendió con solvencia y sin dificultades de volumen un papel complejo que ha de ir oscureciendo progresivamente su timbre con el avance de la narración. También con gran presencia el bajo Christof Fischesser, La voz del señor, con intervenciones medidas y buscado misticismo.
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