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La última ópera de Strauss es un "Capriccio"

El próximo lunes el Teatro Real acoge, hasta el 14 de junio, nueve funciones del testamento operístico del compositor.

A la izquierda, Malin Byström interpretando a la condesa Madeleine en «Capriccio». Foto: Javier del Real
A la izquierda, Malin Byström interpretando a la condesa Madeleine en «Capriccio». Foto: Javier del Reallarazon

El próximo lunes el Teatro Real acoge, hasta el 14 de junio, nueve funciones del testamento operístico del compositor.

Richard Strauss siempre basó su música en historias. Desde los relatos de Zaratustra hasta los líos amorosos de La Mariscala en «El caballero de la rosa», rescató ideas y pensamientos para traducirlos en partituras. En este caso, se trata de un proyecto que nació en el imaginario inagotable de Stefan Zweig. Aún habiendo vivido este escritor durante una de las épocas más convulsas de la historia de Occidente –el auge de la Alemania nazi y la censura cultural–, nunca perdió la esperanza. Y con ello puso en marcha lo que se convertiría en la última ópera de Strauss: «Capriccio». A partir del próximo lunes y hasta el 14 de junio, el Teatro Real de Madrid acogerá esta obra basada en «Prima la musica e poi le parole», una ópera breve de Antonio Salieri y Battista Casti, y que cuenta la historia, en este caso, de la condesa Madeleine. Durante nueve funciones, tanto Chirstof Loy, director de escena, como Asher Fisch, director musical, así como todo el elenco –que debuta en la interpretación de sus respectivos papeles–, trasladarán a un público, aseguran, de todas las edades, la idea de que no existe música sin palabras ni palabras sin música.

Una elección, una pérdida

En «Capriccio», la condesa Madeleine –interpretada por la soprano Malin Byström– tiene su corazón dividido en dos hombres: un poeta y un compositor. Y debe elegir. En esa decisión hay un paralelismo en cuanto a la elección entre palabra y música por parte de Strauss. Tal como dice la condesa durante la ópera, «si hay que elegir entre dos, uno siempre pierde». «Y Strauss no quiere elegir porque no quiere perder», explica Loy, «de hecho, siempre ha encontrado inspiración en el drama y hay una época en su vida en la que dice que, sin el impulso de la palabra, no puede componer».

Decidir entre el drama y la música. Entre el que escribe versos y el que crea melodías. Una serie de situaciones de conflicto que han inspirado a Loy a la hora de hacer la dirección de escena. «Intento facilitar la comprensión de la obra por parte del público a través de la reflexión de una mujer como Madeleine, que revive sensaciones de su niñez e ideas de lo que sería dentro de unos años», continúa Loy, afirmando que «estos cambios de las experiencias vitales, estas sensaciones, presiden toda la producción». Estos conflictos pueden trasladarse a la actualidad, de manera que, según el director de escena, «a los jóvenes les encantaría». Puede que esta afirmación chirríe para quienes no confían en la relación «jóvenes-ópera», pero Loy está convencido de que «este público se identificaría muy bien con los conflictos que aborda la trama».

«Capriccio» está llena de novedades. Para Fisch, se trata de «una revisión de la vida y del legado artístico de Strauss». Además, según apunta Byström, ofrece una gran acción desde el punto de vista vocal. Sobre todo para su papel, pues al ser la protagonista de la obra, interpreta un largo monólogo cuya dificultad reside «en la resistencia, porque hay que llegar desde el principio hasta el final de la obra cantando sin parar», apunta la soprano. Por otra parte, se trata de una nueva producción –realizado junto a la Opernhaus de Zürich– que llega por primera vez al Teatro Real y que Loy, aún siendo gran conocedor de la obra de Strauss, tampoco había abordado antes. Y ha sido gratificante para él «la reflexión que hace el compositor sobre lo que fue más importante en su carrera artística», afirma. Que no fue ni la música ni la palabra. Sino ambas, juntas, tal y como lo demostró en el libreto de la última ópera de su vida.