Selvático animal
Ultraligera: «Hay que ser profesional y no dejarse llevar por la autodestrucción»
Gisme (voz), Coque (guitarra), Santi (bajo) y Martín (batería) componen Ultraligera, grupo de rock alternativo nacido en Madrid que con tan solo un disco de estudio, el sólido «Pelo de foca», ha conseguido vender todas las entradas de su gira española, incluidas dos fechas –9 y 11 de octubre– en la madrileña sala La Riviera. Su media de oyentes mensuales en Spotify supera los 200.000, una cifra considerable dado que llevan en esto apenas cuatro años. Son, en fin, una de las bandas más en forma del rock emergente español. En tiempos de exceso, y tiranía, de los ritmos latinos, cualquier propuesta guitarrera es una excelente noticia, pero ¿a qué atribuyen el éxito que están teniendo con su primer disco? «La gente ha visto el cariño que le damos a cada objeto, casi fetichista –señala Gisme–. A los vinilos, a la vestimenta, al sonido en directo y a la actitud. Venimos de colegios en los que siempre nos habíamos sentido un poco reprimidos y, de pronto, veíamos a los Guns N' Roses montar unos shows en los que se mezclaba sensualidad y actitud subversiva con amistad y compañerismo. Grandes valores que se convertían en algo muy gamberro y divertido de ver, y que nos explotaron la cabeza. Al principio, con más intención que talento, intentábamos imitar a nuestros referentes. Pero tenemos la sensación de que cuando formas parte de una generación las cosas que te pasan no son algo individual, sino que están flotando en el aire. Hay otras bandas –prosigue– que están bebiendo de tus mismos referentes. Quizá como una “necesidad” generacional de dar paso al cambio de lo que venía sucediendo en la última década, que eran propuestas más relacionadas con el trap y con otras formas subversivas que, aunque nosotros no las hayamos seguido, nos parecen interesantes porque recuerdan mucho a la actitud punk de los 70».
"En nuestras canciones intentamos sacar la desesperación que da sentirte insatisfecho y tratar de aplacarlo con ciertas sustancias"
En la escena pop actual casi todos los grupos jóvenes presumen de vida saludable: beben agua y refrescos light y desdeñan las drogas. ¿Cuánto saben los integrantes de Ultraligera, que sí han frecuentado la vida nocturna, del lema «sexo, drogas y rock and roll»? «Nosotros sí tenemos que ver con ese lema –afirma Coque–, sobre todo por nuestros referentes, que siempre han llevado por bandera esa forma de vida destructiva y el curiosear e indagar con sustancias e ir a sitios en los que se entiende la vida de otra manera y no solo el nicho en el que te han metido tus padres desde pequeño. Esa forma de curiosidad siempre la hemos tenido y hemos estado en un montón de ambientes y probado todo tipo de sustancias, pero últimamente estamos dándole una vuelta de tuerca. El sexo, drogas y rock and roll está muy bien, pero hay que encontrar el equilibrio. Ni ser un autodestructivo y ponerte hasta el culo de todo, ni tampoco ser un puritano de los de yo solo bebo agua y té. No obstante, hay que ser profesional y no dejarse llevar por la autodestrucción y la decadencia de la noche y las drogas, porque si quieres dar la talla en el escenario, ofrecer un buen show, y tener un respeto por el público que ha pagado una entrada para verte, tienes que estar en condiciones óptimas». ¿Y son las de Ultraligera canciones autobiográficas, cuentan la realidad de lo que han vivido? «En nuestras canciones intentamos sacar la desesperación que da, a veces, sentirte insatisfecho –dice Gisme–, el no saber adónde va tu vida y tratar de aplacarlo con ciertas sustancias. Umbral decía que solo hay algunos días en los que se hace biografía, y el resto no. Y para mí, ir madurando es darse cuenta de que los días en los que no se hace biografía, en los que estás practicando en tu casa, por ejemplo, y en los que incluso alcanzas cierta parte de rutina, son también importantes. Eso te permite ahondar en procesos un poco más profundos o jodidos de tu personalidad. Y cuando hago una canción puedo ahondar en ciertas temáticas de una forma más audaz si no estoy de resaca. Sí que ha habido una época de autodestrucción –admite, y corrobora así lo expresado por su compañero Coque–, quizá siguiendo a nuestros ídolos, pero porque había una ansiedad y una angustia casi existencial de una juventud en la que no teníamos ninguna certidumbre. Pero esos tiempos ya pasaron y ahora quedan pequeños combates con uno mismo y pequeñas diversiones y celebraciones».
Hartos de las comparaciones
¿Se sienten cercanos a algunos de sus coetáneos que hacen rock en España, como Arde Bogotá y Viva Suecia? «No del todo –responde, tajante, Gisme–. Con los que has comentado, los que han cogido cierta fama, hay cosas que, lógicamente, compartimos, pero nos ha cansado mucho el que la prensa, quizá por vaguería, trate siempre de compararnos. A falta de tener términos periodísticos, lo más fácil es relacionar rápidamente. Esta entrevista sería una excepción, porque no has comenzado así, pero nos han comparado mucho con grupos con los que no tenemos nada que ver. Estamos tratando de hacer algo personal y lo único que nos une a esos grupos es que hay una escena festivalera con unos promotores que apuestan por un tipo de bandas y que, por fin, hay unos oyentes que pagan por ir a conciertos. Con todos esos grupos –añade– coincidimos continuamente y hay buena relación, admiración y respeto, y cuando sacan discos los escuchamos. Arde Bogotá tiene cosas muy chulas que nos han molado. Alcalá Norte tienen una inteligencia en las letras que es para pararse a pensar. Y Santero y Los Muchachos nos parece una banda de “rock chill” de la que podemos aprender un montón». Interviene Martín: «Nos basamos también en el rock de los 90, la escena de Seattle, el grunge, sobre todo, americano. En la batería me fijo mucho en ese tipo de canciones pesadas, tristes, donde la oscuridad reina no solo por la letra, sino por la sonoridad de la canción. La escena musical de hoy día es muy diversa y encasquetarnos a todos la misma etiqueta no nos parece bien».
"Nos ha cansado mucho el que la prensa, quizá por vaguería, trate siempre de compararnos"
Acabamos la charla hablando de política y no ocultan su decepción: «El problema de la política hoy en día, al menos en España –opina Gisme–, es la falta de inteligencia. Los discursos políticos brillantes, que eran algunas de las virtudes que se asociaban a los políticos de la Antigua Grecia, pero también a los de aquí en los 80, han desaparecido. Si hay una falta de afecto hacia nuestros dirigentes es porque ni siquiera son personas a las que nos apetezca escuchar, nos aburren sus discursos, nos tratan como a niños. ¿Por qué tragamos tanto? Porque esa falta de inteligencia de los políticos no deja de ser un síntoma de la falta de inteligencia del pueblo». Coque: «Creo que no es una falta de inteligencia de los políticos, sino del pueblo. Los políticos son muy, muy inteligentes. La clase política es eso, una clase, la han creado entre ellos y, sean del partido que sean, defienden sus intereses en vez de defender los nuestros», concluye.
"Esa falta de inteligencia de los políticos no deja de ser un síntoma de la falta de inteligencia del pueblo"
Ultracomprometidos
Javier Menéndez Flores
La habitación no dejaba de girar. Llevaba así días, quizá semanas. Y ahí, en el vórtice, qué poco costaba sentirse como ese hámster que corre y corre sin moverse del sitio o como el náufrago cuyo único flotador es un apego a la vida que desafía a la lógica. Tremenda encrucijada, puro delirio, locura en vena. La autodestrucción es una pendiente que desemboca invariablemente en las fauces de un monstruo. Pero ahora estos ultras del rock y la buena letra ya nunca llegan tarde a una cita ni pierden un tren ni un avión, no, ni siquiera el turno en la cola del súper.
Ni sublimes sin interrupción ni brillantemente monocordes, solo simios algo evolucionados que le echan un pulso al reloj. Y con veintitantos claro que es posible creer que ganarás ese combate, aunque ya se ocupará la vida de rebajar tus expectativas. El ritual previo a un concierto, para un soldado del rock, con sus trapos, sus abalorios, su maquillaje y su vitamina extra, es tan crucial como para el matador. La liturgia de una rutina que cada día es otra, según la intensidad del miedo que te espolea. Porque todo artista es un tímido superlativo que se lanza precipicio abajo con el sexo en la garganta, pues quedarse quieto sí que es una muerte segura.
El rock no solo está en los cuartos sin esquinas de los adolescentes y en los escenarios. El rock es una pepita de oro que se manifiesta en cualquier lugar, como un grito sordo, y solo tienes que saber verla. Es ese niño que se niega a terminarse el plato. O ese empleado que traga saliva y le dice a su jefe que ni de coña. O ese político que comete un error y, bendito sea, dimite. Pero es también un géiser en la sala muerta de un museo y un incendio en el cielo de tu boca, mi amor. Y aunque lleve décadas en coma, ahí están sus apóstoles de acero y fuego para desmentir esa trola tan extendida.
Hay un oso que encajaría a la perfección en «El mago de Oz» y un hombre con una máscara blanca que lo somete como a un perro, mientras tribus caníbales del norte de Australia habitan en la mirada de esa mujer que se cuela sin piedad en tus sueños. Pero la decisión de no entrar en su puerta secreta de «alante» ni en la de atrás es innegociable. Ser músico no es un mal homenaje al abuelo cantante de tangos, aquel ínclito José Luis de Utiel. Y en el Himalaya comprendiste que, en efecto, es un soplo la vida, aunque ahora ya sabes que la voluntad de un hombre es más alta que cualquier suma de montañas.
Y quién le iba a decir al Coque que perseguía un balón y bajaba la cabeza ante las sotanas que llegaría a levitar en garitos y casas de okupas. Y a Santi los Clash le alegraban el día en la placenta, un siglo antes de que se doctorase en hombre orquesta en Aluche, patria querida. Y Martín no logra quitarse de la cabeza la imagen de todos esos muchachos que golpeaban sus baterías como el mono iracundo de Kubrick. Y cuánta guerra interior, Gisme, allá en La Paz, donde una angustia que nació contigo solo podía ser neutralizada con un libro. Y aquel amor mayúsculo, que acabó en siniestro total, te robó diez kilos y un billón de lágrimas, pero ensanchó tus horizontes.
Hubo una vida anterior a esta en la que los espejos os mostraban borrosos y sedientos, extraviados. Pero ahora camináis seguros, sobrios, ligerísimos. Ultracomprometidos con esa cuerda floja llamada rocanrol.