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Teatro

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Netflix amenaza ahora al teatro

Un instante del montaje de «Las amazonas» en el Festival de Mérida del año pasado. Foto: Festival de Mérida / Jero Morales
Un instante del montaje de «Las amazonas» en el Festival de Mérida del año pasado. Foto: Festival de Mérida / Jero Moraleslarazon

Hay dos maneras de afrontar el cambio: como amenaza o como oportunidad. Los «coach», motivadores y Mr. Wonderful que nos habitan (cada vez son más y además más caros) viven de alimentar la idea de que el cambio es necesario, oportuno y beneficioso. Siempre. No existen amenazas reales que un tipo «proactivo», mínimamente «disruptivo» y dispuesto a abandonar su «zona de confort» no vaya a ver, en un periquete, como una oportunidad. Si cada época apareja sus supersticiones, la nuestra sería la del eterno «coaching», que es para el joven urbanita crecido en un mundo líquido lo que para el europeo medieval sería la «Imitatio Christi». Si no te adaptas es porque no quieres. Al cine, que tenía su macroestructura bien a resguardo desde décadas atrás, la llegada de Netflix le pilló en una crisis de pánico. Poco a poco, los mensajes apocalípticos se han ido matizando, y, como en la escolástica, a la tesis y la antítesis le está siguiendo, lenta pero segura, la síntesis. Netflix ha sido acogido en el seno de Hollywood, con la esperanza de que la plataforma no aspire a comerse toda la tarta él solo. Pero resulta que este nuevo sistema de entretenimiento (casero, solipsista y que se carga de un plumazo al intermediario) en el que participa el gigante californiano, pero también HBO y Amazon, extiende su sombra más allá del negocio del cine. No solo está comprometida la industria de la exhibición (las salas), la distribución y producción de películas, sino que el paradigma de ocio que proponen las plataformas va horadando lentamente hábitos sociales como ir al teatro o solitarios como leer un libro. En el caso del teatro, la cosa parece ser seria. Así opina Jesús Cimarro, que lleva 8 años al frente del Festival de Mérida (que arranca el 27 de junio), quien en una entrevista con Efe mostró su preocupación en otro aspecto: el de los actores. Cimarro, que en buena lógica mira por lo suyo, alerta de lo difícil que se está poniendo «fichar» intérpretes para los elencos de teatro debido a que, tarde o temprano, todos van precipitando en el sumidero de las series de HBO, Netflix y Amazon. Sin ir más lejos, se le han caído cinco actores de repartos cerrados hace meses en la configuración de esta edición del Festival de Mérida. La cuestión no es ya que las plataformas cuenten cada vez con más actores españoles para sus productos, lo que lógicamente ocupa un espacio en sus agendas, sino que, señala el director, les «prohiben» compatibilizar el trabajo con el teatro. «Les piden exclusividad y hasta ahora habíamos convivido pacíficamente todos los sectores, pero esta práctica puede generar problemas serios», asegura. Sobre todo porque, entre el teatro y las series, los actores prefieren la proyección mundial que Netflix, Amazon y HBO pueden proporcionarle. «Tiene que haber correctivos que impidan esas cláusulas de exclusividad», clama Cimarro. Pero va a ser difícil lidiar con un modelo de grandes fauces como el que se está imponiendo. Eso, o acabar metiendo dentro de él la cabeza. Sin ir más lejos, Netflix anunció en febrero que está valorando la posibilidad de emitir teatro en vivo. Quizás no está lejos el día en que usted asista a una «Fedra» en Mérida desde su casa con actores cedidos para la ocasión por el gigante californiano. Adaptarse o morir.