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Cine

"Nina": tango de venganza, bolero de odio | Festival de Málaga

Andrea Jaurrieta dirige un inteligente wéstern rojo sangre, protagonizado por Patricia López Arnaiz, sobre el trauma, la inocencia y el abuso de poder

"Nina": tango de venganza, bolero de odio | Festival de Málaga
"Nina": tango de venganza, bolero de odio | Festival de MálagaBTEAM

La teoría, en frío y en calculador, nos dice que el color rojo mide entre 619 y 780 nanómetros. Esa es la ínfima diferencia que a nuestro ojo, narrador nada fiable para con el resto de la naturaleza, le vale para llenar de significado la inerte longitud de onda. En la luz, al fin y al cabo, cabe la pasión, la locura, el amor, el nervio, la sangre y la obsesión. A una directora tan sumamente inteligente como Andrea Jaurrieta («Ana de día»), sin embargo, ese pequeño espacio físico entre colores le sirve para hablar, en rojo, del fin de la inocencia, del abuso de poder y de algo tan aparentemente inefable como el trauma.

«La iconografía de una película así se construye viendo mucho cine clásico. Todo pasa por “Johnny Guitar”, está todo en “Duelo al sol”, está todo en Hitchcock. Todo eso te va empapando y va empapando tu película, que no deja de tratar sobre una niña, cinéfila, que vuelve al pueblo vestida para matar», explica la realizadora al sol del Festival de Málaga sobre «Nina», el elocuente wéstern moderno que presenta a concurso, dentro de la Sección Oficial. Protagonizada por una extraordinaria Patricia López Arnaiz y un Darío Grandinetti que acepta uno de los papeles más valientes y arriesgados de su carrera, la película nos transporta al norte, a un pueblo pesquero al que vuelve la protagonista -ahora, como actriz de éxito- para hacer las paces con su pasado… escopeta en mano.

Patricia López Arnaiz en "Nina", de Andrea Jaurrieta
Patricia López Arnaiz en "Nina", de Andrea JaurrietaBTEAM

Huyendo de los clichés

Tras años de desarrollo y perder incluso la esperanza de poder sacar la película adelante cuando el proyecto se paró en 2022, Jaurrieta pinta en «Nina» un fresco vivo y contemporáneo sobre el abuso de poder, una especie de ensayo sobre la culpa que trasciende lo panfletario a través de los resortes del género. Pegada a dos líneas temporales, la de un hecho traumático que acabará marcando la historia y la del regreso al hogar, la película abraza nuestro «zeitgeist» sin maniqueísmos pero rebosante de manierismo: «No queríamos que fuera una película de muchos personajes, para poder darles profundidad. La protagonista no podía ser una niña tonta, tenía que ser una joven que desea, también sexualmente. No quería caer en clichés, y no quería verbalizar de más las cosas. Había que contar esta historia con imágenes, narrar con lo que no se dice», apunta la directora, antes de continuar: «Supongo que si hubiera sido una película más obvia, más predecible, hubiera tardado menos en financiarla. Ha sido un proceso duro, pero que siempre se ha basado en confiar en lo yo quería hacer», completa meridiana.

"No quería caer en clichés, y no quería verbalizar de más las cosas. Había que contar esta historia con imágenes, narrar con lo que no se dice"

Andrea Jaurrieta, directora de "Nina"

Narrando en femenino, en singular y en primera persona, desatándose en lo simbólico y derrapando -en el mejor sentido posible- como ya poco se atreve a derrapar el cine español más autoral, Jaurrieta cruza aquí el Rubicón del abuso machista, acaso la grieta estructural que todo lo cruza en el aquí y ahora: «La película ayuda a una conversación que tenemos pendiente, que nos hemos callado mucho tiempo y que tiene que verbalizarse ya. Más allá de las denuncias, hay algo en el ambiente que tiene que empezar a cambiar. No tengo la solución, pero ojalá aporte una perspectiva nueva», responde Jaurrieta, consciente de lo que le suele hacer la contemporaneidad discursiva a las películas y que es igual a lo del otoño con las hojas.

«Nina», que es a la vez tango de venganza y bolero de odio, una especie de Rothko ante el que reflexionar sobre la longitud de onda humana, -la misma que va con suma facilidad de la compasión al asco-, es el primer portento que vemos este año en Málaga y el resultado de la madurez creativa que ha logrado Jaurrieta. La sensibilidad, que no sensiblería, desde la que narra la directora, amén del descubrimiento de una Aina Picarolo que mira en verso y la excepcional banda sonora de Zeltia Montes, hacen que la película desfile pasional por la pantalla y se derrame en pos de una pulsión catártica que se demora en llegar pero que explota de la manera más cabal y, a la vez, menos previsible posible.