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La nueva ansiedad de Joaquin Phoenix y la última alucinación de Ari Auster

El actor protagoniza el último filme de Ari Aster, "Beau tiene miedo", que tras revolucionar el género de terror con títulos como "Hereditary", vuelve con una dosis extra de delirio
Joaquin Phoenix en "Beau tiene miedo", de Ari Aster
Joaquin Phoenix en "Beau tiene miedo"Imdb
  • Periodista. Amante de muchas cosas. Experta oficial de ninguna. Admiradora tardía de Kiarostami y Rohmer. Hablo alto, llego tarde y escribo en La Razón

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Considerado por muchos una de las mentes más terroríficamente inventivas y estratégicamente delirantes del cine actual, Ari Aster vuelve, en su último trabajo, a bucear en una visión excéntrica sobre la herencia, el control y la huida hacia lugares sin nombre. Atestada de heridas familiares, de traumas maternofiliales, inundada de temas edípicos y ambientalmente cargada de ideas kafkianas, locas y absurdas, "Beau tiene miedo" comienza sumida en el caos ruidoso de un parto, anunciando sin apenas prolegómenos la dinámica central madre-hijo –origen de tantas historias, novelas y reflexiones complejas– que vertebra toda la narrativa posterior y que aparece representada como algo tenso incluso antes de que Beau, el maniático y paranoico protagonista interpretado por un físico y trastornado Joaquin Phoenix, salga del vientre de su madre, Mona.
Presentado como un adulto severamente herido que vive en un apartamento deteriorado en una ciudad inconcreta, Beau carga con el lastre psicológico de una madre autoritaria y de un padre ausente, cuyo destino genético se acciona como una de las bromas recurrentes más extravagantes de la historia. Diez años antes de que sus exitosos largometrajes, convertidos en exponentes del terror elevado, como "Hereditary" y "Midsommar" vieran la luz y escribiendo y dirigiendo cortometrajes en un registro oscuramente cómico al tiempo que trabajaba en distintas ideas para su primer largometraje, una idea resonaba en su cabeza hasta que le golpeó con fuerza: un día antes de que se le terminara el contrato de alquiler, a punto de mudarse, Aster imaginó a un hombre que vivía en un piso como el suyo, plagado de ansiedad, temeroso de casi todo, preparándose para visitar a su madre... pero que por motivos ajenos a su propia voluntad, no podía.
El primer borrador surgió básicamente como un ejercicio de escritura libre y, aunque Aster reconoce ahora muchas influencias literarias basadas en clásicos griegos, Borges, Virgilio, Kafka, Sterne, Cervantes o incluso Tennessee Williams, lo cierto es que durante mucho tiempo el guión funcionó como un receptáculo de ideas que, con el paso de los años, le parecieron propias de este mundo concreto. Bautizó a su protagonista con el nombre de Beau, tomando la oscura y cómica premisa de la arquetípica madre freudiana, a la que siempre se la culpa y responsabiliza de los problemas y angustias de sus hijos, y convirtiéndola en algo masivo, mítico e impregnado de una culpa vital.
"Beau es alguien cuyo desarrollo se ha visto seriamente atrofiado. Hay muchas cosas no resueltas en su interior o que él no comprende. Está paralizado por la ansiedad, atrapado en sí mismo, y básicamente suspendido en un estado similar al de la adolescencia", describe el propio director sobre las aristas demenciales que configuran las sombras del protagonista. En términos comparativos, resulta interesante analizar cómo Auster, en claro proceso evolutivo en lo que a la complejidad de los destinos de sus protagonistas se refiere, dibujaba en sus proyectos anteriores a los personajes de Dani (Florence Pugh) en el caso de "Midsommar" y Annie Graham (la gran Toni Colette) en "Hereditary", mujeres que están escapando de traumas familiares que las han dejado huérfanas de madre. En cambio Beau, en cierta medida, sufre un exceso de presencia materna en su vida, hasta el punto de que el espectador puede llegar a incurrir en el pensamiento generalizado de "qué haría yo con una madre así": Mona es autoritaria, altamente exitosa y está profundamente implicada en la vida interior de su hijo desde una gran distancia. Además, él desea, más que ninguna otra cosa, volver a casa con ella.
Este cambio de la dinámica estructural de la madre problemática de las películas anteriores hace que el viaje de Beau adquiera una dimensión más cercana a la odisea que al infierno, zambulléndose en su pasado mientras intenta llegar al fondo de las muchas tribulaciones y calvarios que se interponen entre él y su hogar. En sus dos películas anteriores, como en Beau, las herencias no deseadas y los parecidos familiares oscuros surgen en momentos de gran presión, cuando el miedo define, pero también deforma el modo en que los personajes ven a los que los rodean, pero también la forma en que se ven a sí mismos.
Cuando terminó de rodar "Midsommar" Aster se sentía preparado para abordar algo más grande y urgente para el mundo contemporáneo. Beau se convirtió entonces en un pretexto audiovisual y conceptual perfecto para poder trabajar a una escala mayor que antes, creando algo de cariz épico que pudiera tomarle la temperatura a los tiempos extraños, ajenos y abrumadores que vivimos. Para ello el cineasta ha decidido representar la vida a través de los ojos de un protagonista cuyos miedos primarios –sobre los demás, sobre el funcionamiento del mundo y sobre las dobleces de su propia naturaleza– se revelan como absolutamente correctos. "No se explora tanto la vida de un hombre sino su experiencia, poniendo al espectador en su cabeza, dentro de sus sentimientos, con suerte a un nivel casi celular", sostiene Aster. Casi se pueden palpar las vibraciones en la piel de Phoenix. Y da miedo. O algo parecido.