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Cine

El puente más trágico de Meryl

La estrella, recientemente galardonada con el Princesa de Asturias, vivió un amor intenso, apasionado y trágico junto al también actor John Cazale

Cuando Meryl Streep y John Cazale se conocieron en Nueva York, él tenía 41 años y ella 27, pero la diferencia de edad nunca supuso un problema para ellos
Cuando Meryl Streep y John Cazale se conocieron en Nueva York, él tenía 41 años y ella 27, pero la diferencia de edad nunca supuso un problema para ellosArchivo

Antes de ponerse en la piel de Francesa, apretar su delantal de mujer asediada por la rutina, recogerse el pelo en un moño italiano, dejarse atravesar por la cámara y los ojos de Clint Eastwood mientras la lluvia ametrallaba cualquier escenario de futuro entre ambos y protagonizar una de las pasiones cinematográficas más emblemáticas e icónicas de todos los tiempos (con permiso de Peter Weir y su magistral "El año que vivimos peligrosamente"), Meryl Streep ya conocía bien la complejidad de los mecanismos de los amores trágicos. "Podía transformar algo sin sentido en otra cosa de mayor significado. Tenía humanidad y curiosidad por aprender más de la gente. Era muy compasivo", declaró la intérprete tras conocer en 1978 a un ya consolidado y selectivo John Cazale durante su primer encuentro en la adaptación teatral de Shakespeare "Medida por medida". Ella tenía 27 años y él 41.

«He conocido a la mejor actriz de la historia. Trabajo con ella», le confesó paralelamente el actor a su fiel amigo Al Pacino. Pese a la diferencia de edad que mediaba entre ambos –14 años que nunca fueron impedimento para que brotaran los afectos– Streep y Cazale compartieron piso en Nueva York mientras se enamoraban como dos lobos con hambre, sonambulizados por sus efervescentes talentos, cifrando sus sentimientos en una complicidad fabulosa e íntima, compartiendo mundos secretos, viéndose crecer profesionalmente, aprendiéndose, reconociéndose como iguales, como actores y amantes. La falta de belleza canónica objetiva de un secundario de lujo como Cazale –ese aspecto desgarbado, aparentemente frágil, con generosas entradas y nariz prominente– venía a compensarse con el apasionamiento desmedido por la vida que salpicaba a todo aquel que formaba parte de ella y una vulnerabilidad interpretativa única.

Meryl fue la primera en saberlo: con un cáncer de pulmón y una esperanza de vida de tres meses, al actor se le escapaba el tiempo por la boca y empezó a escupir sangre días antes de comenzar el rodaje de «El Cazador», cinta en la que ambos aparecían juntamente con Robert de Niro y Christopher Walken. La actitud adoptada por la actriz, recientemente galardonada con el Princesa de Asturias de las Artes 2023 por su impecable trayectoria, -aunque podría haberlo recibido también por la calidad humana de sus enormes gestos personales-, fue a hablar con De Niro y él medió con los aseguradores de la cinta al tiempo que ella se ofreció a trabajar en la serie de televisión «Holocausto» para poder pagar las facturas médicas.

También convencieron conjuntamente a Michael Cimino, el director, de que rodasen primero todas las escenas en las que intervenía el mermado intérprete. "No he visto casi nadie tan devoto con alguien que está muriendo. Verla en ese acto de amor por ese hombre fue inconsolable. Lo más sorprendente era ver que Meryl estuvo con él, a su lado, durante toda la enfermedad. Cuando vi a esa chica allí con él pensé que eso es lo importante para mí. Por muy buena que sea en su trabajo, es lo que veo cuando pienso en ella. Ese momento, eso es lo que recuerdo", afirmó Pacino en un documental sobre una Meryl Streep joven y generosísima, que amó lento, con la fuerza de los rayos, y tuvo que aprender a atravesar puentes después de haberlos construido.