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Oliver Stone: «La guerra de Vietnam nos deshumanizó»

El mítico realizador repasa su vida entre 1946 y 1986 en unas apasionadas memorias con Vietnam, las drogas y el cine como telón de fondo
Oliver Stone
Oliver Stone se ganó a la crítica en 1992 con «JFK», película protagonizada por Kevin CostnerVianney Le CaerVianney Le Caer/Invision/AP
  • Víctor Fernández está en LA RAZÓN desde que publicó su primer artículo en diciembre de 1999. Periodista cultural y otras cosas en forma de libro, como comisario de exposiciones o editor de Lorca, Dalí, Pla, Machado o Hernández.

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El último trabajo de Oliver Stone no es para la gran pantalla sino para el papel. El autor de «Nacido el 4 de julio», «JFK. Caso abierto», «Wall Street» o «Nixon» sigue indagando en el tiempo que le ha tocado vivir, pero esta vez lo hace hablando de sí mismo con unas terriblemente sinceras memorias que acaba de publicar Libros del Kultrum. «En busca de la luz» nos sumerge en la vida del cineasta desde su infancia y juventud, con unos padres que vivían en una mentira, llevándonos por su paso por la guerra de Vietnam y su larga incursión en el mundo de las drogas hasta su aterrizaje en Hollywood, primero como guionista de clásicos como «El expreso de medianoche» o «El precio del poder» hasta convertirse en un oscarizado realizador gracias a «Platoon». Precisamente esta autobiografía concluye con Stone recogiendo el Oscar a la mejor película por este último título trabajo. El cineasta habló esta semana con este diario. Antes de iniciar la conversación le recuerdo que nos conocimos brevemente en Barcelona el pasado año, cuando presentó un documental sobre el asesinato de Kennedy. «Ahora acabo de terminar uno sobre la energía nuclear que debería ver», apunta.
¿Por qué unas memorias?
¿Por qué unas memorias? ¿Por qué? Porque la memoria es la base de la civilización, de la humanidad. Sin memoria seríamos animales sin sentido, simplemente deambulando en el vacío, sin ningún sentido de la tradición, sin ningún sentido del pasado. Sin ella, estamos perdidos. Solo habría un vacío.
Elige un marco temporal ajustado, hasta el éxito de «Platoon».
Sí. A la edad de 40 años logré algo que era muy importante para mí. Era algo que había deseado mucho en mi vida y con el que cumplía un sueño: ser un artista, tener éxito, algo que alcancé consecutivamente con «Salvador» y «Platoon», además de poder ser escritor y director. Había logrado ese primer sueño y era suficiente. Tienes que estar satisfecho si de repente alcanza algo así. Mire, don Quijote finalmente encontró lo que quería a los 40 años y se retiró a esa edad. Así que yo estaba muy feliz, y pensé que con eso ya destacaba mi vida. Si hubiera continuado escribiendo estas memorias habría sido un libro mucho más extenso porque después vinieron veinte películas que hice como director, además de diez documentales. Pero no quería hacer eso. Me dije a mí mismo: «Este es el final de un acto» y por eso concluyo con «Platoon». ¿Qué sucedió después? La próxima vez podemos hablar de eso, porque ahora tengo 76 años y 36 años después de donde acaba el libro han pasado muchas cosas, pero estoy contento de haberlo concluido hasta donde lo hice.
Usted trabaja con la realidad en sus películas. ¿Es más difícil abordar la propia realidad que la que ha tocado para la gran pantalla?
Se trata de enfrentarte a ti mismo. Creces como artista, creces como cineasta, pero esto es más acerca de ti mismo. Como dijo Sócrates, lo ideal es conocerse a uno mismo. Y este libro, escribir este libro ciertamente me ayudó a entenderme mejor. Lo comencé en 2017. Si observa mi carrera dejé de hacer películas tras el largometraje sobre Snowden en 2016. Estaba exhausto y también sentí que había llegado a un lugar del que estaba muy orgulloso. Así que era una buena manera de poner fin a mi carrera cinematográfica, no necesariamente terminarla, sino hacer una pausa, una última pausa. Esa es mi respuesta.
Usted afirma en la introducción a sus memorias que estamos ante un texto que es «una historia sobre tomar atajos, improvisar, apresurarse… sobre mentir escandalosamente, esforzarse en sudor y lágrimas… sobre crecer». ¿Pueden aplicarse esas palabras, como si fuera una metáfora, a la industria del cine?
Si esas palabras las aplicase a la industria del cine, este sería otro libro. Esto trata sobre mí mismo y sobre mi sueño, y mi relación con la pureza, pero no tiene nada que ver con la industria del cine en absoluto. Por otro lado, también es un libro que creo que está dirigido principalmente a personas interesadas en el cine. Es la versión interna, al menos de mi vida y mis películas. Eso es todo lo que puedo decir. No puedo hacer de ello una metáfora más grande que eso. Esta es la historia de un joven que tenía sueños bastante grandes. Cuando acabas siendo besado por Elizabeth Taylor en el escenario de la Academia y recibes el Oscar ya tienes más que suficiente. Has llegado a la cima de este negocio.
En estas memorias habla de dos guerras: la de Vietnam y la que se vivía en casa de sus padres. ¿Cuál ha pesado más para usted?
Creo que ambas son bastante importantes. Este es un libro que trata de mentiras. Creces, eres inocente y no piensas que, mientras tanto, la gente está mintiendo. Así que a medida que avanzas, cuando tienes 15 años, descubres que tus padres realmente no llevan la vida que pensabas que llevaban. Hasta ese entonces te consideras alguien muy mimado y bendecido, y eres muy feliz. Pero, de repente, todo se desmorona. Así que, en cierto sentido, puedes ver mi carrera en el cine desde esa perspectiva. Muchas de mis películas tratan de descubrir la verdad detrás de la mentira, ya sea el asesinato de Kennedy, ya sea la guerra de Vietnam. Es también la historia que hay detrás del fútbol o del mundo de las finanzas. En este sentido, Snowden es un gran ejemplo: un joven bastante recto que se encuentra descubriendo otro Estados Unidos que no pensaba que existía porque no pensaba que fuera posible que su país estuviera espiando a todo el mundo.
También es muy claro en las páginas de «Buscando la luz» sobre sus problemas con las drogas. ¿Escribir los guiones de «El expreso de medianoche» y «El precio del poder» le ayudó a comprender ese mundo?
No sé si se trata de comprensión, pero sí es verdad que escribir esas películas me ayudó. Es curioso, porque como ha visto en mi libro, tuve un problema con la cocaína. Y soy muy honesto al respecto. Muy honesto. Pensé que era importante contar la verdad porque a veces no se cuenta todo porque para llegar hasta allí tienes que trabajar mucho. Pero pensé que escribir este libro sería un intento bastante honesto de documentar cosas horribles que se habían dicho sobre mí por todo el mundo. Ha habido mucha confusión sobre toda esta temática en mi vida, así que me dije: mira, las drogas me hicieron bien en cuanto a mi creatividad. Hice hincapié en que parece tan fácil para la gente decir que dejé las drogas, que fui un chico malo, y bla, bla, bla, para ajustarse a lo convencional. Pero fui honesto y reconozco que me beneficié de las drogas, me beneficié del LSD, me beneficié de alucinógenos, setas, y aprendí de ello.
Las drogas también tienen un gran peso en su paso por Vietnam.
Vietnam fue una experiencia mortal. La guerra deshumanizó a las personas, las hizo insensibles. Por supuesto, deshumanizó a nuestro país, a América. Y en ese clima, es tentador olvidar tu humanidad y conectar con las personas que fumaban marihuana o hierba.Eso ayudó a preservar esa parte sensible de mí mismo. Y traté de mostrar eso de cara al exterior. Muchos afroamericanos, por ejemplo, lo conservaron, me refieron a lo humano, a lo real. No se convirtieron en máquinas, no se volvieron racistas. También hubo muchas mentiras. En la guerra, las mentiras se acumulan, hacen que las cosas sean cada vez más y más grandes. Intenté destapar algunas de las exageraciones que sucedieron en ese momento. Perdimos porque estábamos siendo honestos con nosotros mismos sobre los vietnamitas.
Siguiendo con su honestidad en su autobiografía, por ejemplo, confiesa que votó a Ronald Reagan, algo que puede sorprender a muchos.
Esa no es una gran confesión. Reagan fue alguien muy popular y hay que entender Estados Unidos en aquel momento. Hubo una reacción a Jimmy Carter porque él se veía a sí mismo como un hombre de paz. Me gustaba Reagan porque tenía una personalidad carismática, era un gran actor, pero no lo miré con suficiente profundidad para ver su maldad y todo lo malo que haría en América Latina, en el Caribe y América Central. Aquello fue terrible. Tocó tambores de guerra con el escándalo Irán-Contra o cuando casi provocó un incidente que podría habernos llevado a la Tercera Guerra Mundial. Me equivoqué con Reagan y lo admito. No fue el presidente adecuado para nuestro país y nos colocó en un camino peligroso. En cambio, el señor Gorbachov fue la figura más grande de esa época porque era un hombre realmente dedicado al cambio y a la paz.
Me resulta tentador preguntarle por la presidencia de Joe Biden. ¿Qué opina del actual inquilino de la Casa Blanca?
Mi libro no trata sobre Biden. Si le contesto a esa pregunta sé que será el titular de su periódico. Solo hablo de un periodo que va de 1946 a 1986.
¿Por qué define a Al Pacino como un Hamlet de la calle?
Porque así lo veía cuando trabajaba con él. No había trabajado con él antes de «Nacido el 4 de julio», proyecto que fue cancelado, pero en el que tuvimos ensayos. Fue allí donde ya sentí que era un actor y un hombre muy complejo. Creo que en «El precio del poder» es donde tiene su papel más cruel, donde demuestra que es un verdadero animal.