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¿Por qué la izquierda abandona X? Nada nuevo entre los «woke»

Su salida de la red social es propia de su manera de entender el mundo y buscar «espacios seguros»

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Durante las últimas semanas se ha podido observar a una marabunta de influencers y diferentes medios de comunicación abandonando X. Esta decisión se ha justificado de muchas maneras, pero el trasfondo general viene a ser que la plataforma se habría convertido en un nido de odio. Un lugar oscuro controlado por la ultraderecha que buscaría insultar y dañar a las minorías aprovechando el anonimato. Ante esto, la solución ha sido mudarse a Bluesky, una red social caracterizada por ser progresista y que, en la actualidad, está creciendo masivamente debido al éxodo de usuarios de izquierdas.

Aunque a muchos les ha sorprendido este suceso, lo cierto que durante años las políticas «woke» en EE UU, y su expresión en España, han venido abogando por la creación de «espacios seguros» para la gente que se autoconsidera progresista o de izquierdas. Grosso modo, estos espacios serían lugares, tanto físicos como digitales, en los que las opiniones políticas que se alejan de esa perspectiva se consideran amenazantes o violentas y, por lo tanto, deben ser censuradas. Y es que, aunque esta idea pueda parecer algo que necesariamente tiene que surgir de la piel fina de la actualidad, para nada es así. De hecho, este planteamiento lleva más de 50 años siendo cada vez más complejo, y lo que tuvo un inicio con cierto sentido, ha acabado transformándose en una peligrosa cámara de eco.

Como recalca la profesora Moira Kenney en su libro «Mapping Gay L.A.: The Intersection of Place and Politics» la idea de los espacios seguros nació de una lógica bastante indiscutible en la cultura gay de los años 60 en EE UU. Las personas con esta orientación sexual eran brutalmente perseguidas, pues la homosexualidad se consideraba algo ilegal. Ante esta situación, se comenzó a teorizar sobre la necesidad de crear espacios seguros para que las personas pudiesen expresarse y, en este caso, mostrar libremente su sexualidad.

No obstante, a partir de la década de 1980, y como respuesta por parte de la izquierda política a las medidas de Ronald Reagan, se comenzó a expandir esta misma idea a las universidades, el discurso público y los medios de comunicación. Bajo el paraguas del planteamiento DEI (acrónimo de Diversidad, Equidad e Inclusión) que pretendía supuestamente favorecer a que nadie se sintiese excluido o fuese apartado por su sexo, raza u orientación sexual, se comenzó a dar un proceso de radicalización cada vez mayor en el cual las ideologías contrarias a los planteamientos «woke» fueron consideradas ofensivas.

Peligro del espacio «seguro»

Lo que empezó como una idea para proteger a ciertos grupos oprimidos, se transformaría en una persecución, y el concepto de espacio seguro cobraría una fuerza inusitada. Ya no era establecer un lugar propio en el que un grupo no fuese atacado, sino que era necesario eliminar cualquier tipo de opinión contraria bajo la suposición de que su propia existencia era, de por sí, una amenaza.

Como recogen Bradley Campbell y Jason Manning en el libro «The Rise of Victimhood Culture», la idea de los espacios seguros se sustentaría actualmente en una exageración de la importancia de los sentimientos y una deslegitimación del contrario. Lo que surgió como una necesidad para asegurar la seguridad y la propia vida, ahora sería el derecho a no recibir críticas y a no tener que debatir. La censura y la separación en grupos aislados sería para ciertos grupos de izquierda la primera opción «en lugar de aceptar que el conflicto, el dolor y la incomodidad son parte de la vida social».

Y es que el planteamiento de estos grupos que demandan los espacios seguros responde a la idea de que hay que despertar –«get woke», como se dice en EE UU– de las realidades desiguales e injustas del mundo. Tras despertar e identificar esos problemas, habría que eliminarlos para crear «un mundo nuevo basado en la igualdad», objetivo final del movimiento «woke», como afirma la académica Laetitia Meynell.

En este mundo nuevo no cabrían las posturas contrarias a esa realidad de la que han despertado. Si el mundo consiste en una sucesión de opresiones, y una persona supuestamente las defiende o perpetúa, solo quedarían dos opciones: o es malvada, o es estúpida. En ambos casos, no tendría sentido escuchar lo que tiene que decir, por lo que la censura sería casi un deber. De tal manera, la lógica censora y de contrarios de los espacios seguros favorecería la creación de cámaras de eco donde cualquier opinión disidente es aislada o no invitada a participar. No obstante, lo más peligroso, como recalca el psicólogo Frank Furedi, es que acostumbra a las personas a no sentir «la necesidad de relacionarse y discutir con gente que piensa distinto».

Para ligar «de izquierdas»

Todo esto ha llevado a la creación de una miríada de aplicaciones, videojuegos, lugares e incluso redes sociales completas que giran en torno a la unificación del pensamiento. Plataformas como Bluesky o Tribel son redes enfocadas a la gente de izquierda política, con el objetivo, explicitado en el caso de Tribel en su página web, de separarse del discurso «de odio» que supuestamente produce la derecha. Estos lugares han sido acusados de ser cámaras de eco, espacios donde únicamente los progresistas tienen voz y donde sus opiniones, por sesgo de confirmación, nunca reciben ningún tipo de réplica. El «Financial Times», a través de su periodista Jemina Kelly, avisaba del peligro de este tipo de redes sociales, pues el hecho de sentir que se tiene la razón sobre un tema «es lo que gusta» a los usuarios, aumentando la radicalización y generando la sensación de que cualquier opinión contraria tiene que ser una mentira o estar equivocada, por lo que puede y debe ser censurada.

Pero esto no se ha quedado únicamente en algo como las redes sociales, sino que la idea de los espacios seguros ha llegado hasta las últimas consecuencias. De un tiempo a esta parte, han aparecido numerosas aplicaciones de citas con el gancho comercial de ser espacios seguros para las personas de izquierdas que no quieren verse envueltas con nadie que piense distinto. La más famosa de todas, también por lo explícita y polémica que resulta, es Lefty.

Esta empresa, que se ha expandido ya por numerosos lugares de todo el mundo y cuenta con actividad en España, afirma en su página web ser el lugar perfecto para conocer gente. Hasta aquí todo normal, como en cualquier otra aplicación de citas. No obstante, a la hora de definir la plataforma y por qué debería el usuario utilizarla, deja en claro que surge con la idea de servir como forma de evitar el contacto con personas que no compartan los planteamientos progresistas. La carta de presentación de la web declara con convicción que debes usar la página para «evitar la incomodidad de relacionarte con alguien con ideales opuestos a los tuyos».

Aunque se puede recalcar este ejemplo en concreto, existen decenas de páginas similares que buscan limitar el contacto entre personas «woke» y aquellas que piensan diferente incluso en ámbitos tan personales y particulares como puede ser el hecho de tener una pareja. Con esto dicho, no resulta difícil comprender por qué tanta gente, de un mismo corte político y pensamiento similar, ha decidido abandonar de forma masiva una red social caracterizada por la pluralidad de opiniones. Y es que, en un lugar donde todos los discursos caben, como estaba siendo X recientemente, no se puede aplicar una censura directa al contenido que pueda resultar ofensivo y vaya contra los dogmas. La idea del espacio seguro no se puede aplicar en X, pues más allá de las famosas cancelaciones, el discurso no puede ser controlado o censurado por los propios usuarios. Por tanto, si es imposible dejar de escuchar ese supuesto discurso equivocado de las posturas no progresistas, sólo queda marcharse para formar un espacio seguro en una nueva red.

No ocurre nada malo por cambiar Twitter por otra aplicación en la que la persona se sienta más cómoda, no obstante, sí resulta importante el motivo por el que esto se hace. Las cámaras de eco generan problemas, segregación y radicalización de las posturas. Escuchar otras opiniones es siempre necesario para una sociedad conectada y verdaderamente diversa, y abandonar una red social por no estar dispuesto a hacerlo sienta un peligroso precedente.

X, foco de críticas por pertenecer a Elon Musk

Si bien la idea de crear espacios seguros es algo que se aplica a buena parte de la sociedad, tanto a nivel universitario como mediático e incluso personal, X ha recibido unos ataques especialmente fuertes por ser propiedad del magnate Elon Musk. Y es que polémico empresario, asociado hasta hace no mucho con el Partido Demócrata, ha

conseguido aunar el odio de casi todo el movimiento woke por su apoyo sin fisuras a Donald Trump durante su última campaña.

La figura de Musk ha sido usada como un hombre de paja para criticar la red social. Se afirma que, debido a sus simpatías políticas, pretende transformar X en un espacio de ultraderecha. Esto ha servido como excusa para que muchas personas opten por abandonar X y migrar a plataformas que consideran más alineadas con las posturas políticas woke.