René Guénon al rescate de la espiritualidad del siglo XXI
El catedrático Javier Alvarado Planas recopila la obra completa de este gran estudioso de las religiones orientales, imprescindible guardián de la tradición
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Hay una tradición primordial de sabiduría metafísica que une íntimamente las grandes culturas de la antigüedad, la indoeuropea –desde la antigua India al mundo grecorromano, pasando por el celta, el eslavo o el germano–, la semítica o la china, y que se destaca por el énfasis en un conocimiento que va más allá del yo y se concreta en diversos grandes temas de conocimiento del ser, de la unidad primordial y de los ciclos de la existencia. A pasar el testigo de ese hondo saber filosófico y religioso, desde la antigüedad a nuestra desnortada modernidad, dedicó su vida e inmensa labor un autor único e inclasificable, René Guénon (1886-1951), que fue definido por su más o menos confeso discípulo Mircea Eliade como «el hombre más inteligente del siglo XX». Educado en el catolicismo, viajó muy pronto a Oriente, que le deslumbró, y se inició en diversas tradiciones, desde el hinduismo al sufismo, para acabar residiendo en El Cairo, donde murió. Su vida fue reservada pero muy intensamente vivida, con numerosos intercambios intelectuales con algunas de las mejores cabezas de su tiempo, en las que influyó discretamente.
Escribió una obra monumental, de iniciado más que de estudioso, que pretendía recuperar el fondo común de la experiencia metafísica del ser humano y restaurar el vínculo de espiritualidad entre Oriente y Occidente. Fue uno de los grandes estudiosos de las religiones orientales y, a la vez, no descuidó su deuda hacia su Occidente natal. Pero sus textos han sufrido cierto ostracismo por parte de las autoridades religiosas y académicas, de uno y otro lado, y de la crítica erudita que se ha ocupado de ciencias de las religiones. Hoy, en nuestro mundo hiperconectado, de atolondrada inmediatez, su pista se ha perdido para la mayoría y me parece que pocos leen ya –o incluso conocen– una obra escrita con arte, inspiración y cuidado, muy necesaria para todo el que se ocupe de filosofía y religión.
Por ello es muy de celebrar la novedosa edición de su obra completa, en 23 volúmenes, al cuidado de Javier Alvarado Planas, catedrático de historia de las instituciones en la UNED, que justiprecia la indagación de Guénon en pos de los vestigios de aquella tradición primordial que, como un fuego prometeico, ha ido pasando de generación y generación por enseñanza oral de los maestros. Más allá de un sincretismo malentendido, buscaba en los pilares básicos de la sabiduría –India, China, Grecia o Jerusalén– la exposición de la metafísica común de la gran familia humana, con sus caídas y regeneraciones, indagando en el pensamiento mítico y matemático. Esta modélica «Obra completa» (colección Ignitus, Ed. Sanz y Torres) da una idea cabal de la magnitud de la empresa de Guénon, con una completa taxonomía y un estudio previo. En un ímprobo trabajo de edición, Alvarado ha recopilado las traducciones existentes y ha realizado otras que no existían, compilando todos los escritos del autor y dejando fuera sólo su correspondencia.
Se presenta en cuatro grandes partes: una primera, de crítica del mundo moderno frente a la pérdida de esa sabiduría primordial, con la crisis entre autoridad espiritual y poder temporal, acusa la aproximación obsesivamente positivista de nuestra época. Pero también critica de forma certera e implacable en varios volúmenes lo que llama el «error espiritista» y el «error ocultista» como derivas modernas que llevan a la cultura confusionista del «New Age». Nada más lejos de la mirada luminosa de Guénon que estas mistificaciones, por lo que es muy injusto, como se ha hecho a veces, calificarlo como ocultista.
Como dice el autor, y así se ve en su crítica demoledora del teosofismo como pseudo-religión y en los volúmenes contra los ocultistas y espiritistas, «el único medio de combatir el ocultismo es mostrar que no tiene nada de serio, que no es más que una invención completamente moderna, y que, por el contrario, el esoterismo, en el verdadero sentido de esta palabra, es algo muy diferente en realidad». Una segunda parte, en tres volúmenes esenciales, expone los principios metafísicos que estudió, desde el simbolismo de la cruz a una ontología iluminada por la matemática.
En la tercera parte Guénon se dedica al estudio de las «formas tradicionales» en las que se concreta la gran tradición primordial: tras desbrozar lo que puede decirse del viejo tronco común, se tratan las ramas de algunas de las grandes tradiciones entre oriente y occidente, desde el vedanta advaita y la metafísica hinduista hasta el taoísmo y confucianismo, o el esoterismo de las tres grandes religiones del libro –islámico, cabalístico y cristiano– en tres volúmenes imprescindibles. Alvarado sistematiza en ellos los libros que publicó en vida el autor pero también fascinantes artículos y textos menores sobre el particular.
Especial mención merece el volumen sobre esoterismo cristiano, porque Guénon escribió a menudo en revistas católicas y consideraba que el catolicismo era la única esperanza de que occidente recuperara algo de esa vieja tradición. Dice Guénon: «es únicamente en el Catolicismo donde se ha mantenido lo que subsiste todavía de espíritu tradicional en Occidente; toda tentativa “tradicionalista” que no tenga en cuenta este hecho está inevitablemente abocada al fracaso; ahora bien, si el depósito de la Tradición cristiana ha permanecido intacto, es bastante dudoso que su sentido profundo sea comprendido actualmente por una élite cuya existencia no comprobamos en ninguna parte». Ciertamente tuvo sus tiranteces con las autoridades eclesiásticas de Roma y tal vez esto, su residencia en un país islámico, su devoción sufí y su estudio de la masonería, acabaran pesando en esa suerte de «damnatio memoriae» que experimentó su obra.
"El único medio de combatir el ocultismo es mostrar que no tiene nada de serio"René Guénon
Finalmente, una cuarta parte de la obra completa se centra sobre los procesos de iniciación y realización espiritual. Guénon asumió la compleja misión de rescatar la espiritualidad tradicional en Occidente, perdida desde el comienzo de la Edad Moderna, desde una relectura del cristianismo a la luz de las otras grandes tradiciones y con el siempre inspirador estímulo del Oriente. Escribe «para despertar lo que está sumido en una especie de sueño y restaurar la comprehensión perdida, es necesario un contacto con el espíritu tradicional plenamente vivo; y es en eso sobre todo donde Occidente tiene necesidad de la ayuda de Oriente si quiere volver de nuevo a la consciencia de su propia Tradición».
La obra de Guénon es, en suma extraordinaria, la de un sabio global que quiso desvelar –más bien por vía apofática, «qué no es»– la verdadera tradición sapiencial y que, en la mejor tradición, supo rectificar cuando procedía. Tal es el caso de su opinión inicial sobre la heterodoxia del budismo, que cambió gracias a A. Coomaraswamy, y otras consideraciones que convendría matizar, como su algo pesimista opinión de la posibilidad de obtener una iniciación espiritual efectiva en el Occidente actual o su idea de la mística cristiana como forma metafísica de realización espiritual. Frente a su "excesiva" atención a ciertas organizaciones medievales como los templarios o los fieles de amor, Guénon quizá desatendió en exceso la mística cristiana, aunque cabe entender una parte final de su obra como una enmienda parcial a esta consideración.
"Solo en el Catolicismo se ha mantenido el espíritu tradicional de Occidente"René Guénon
En suma, esta cuidada edición, que se puede considerar definitiva en español, de la obra completa del gran pensador e iniciado francés, me parece de gran importancia para los estudios sobre las doctrinas tradicionales y las ciencias de las religiones. Incluye, además, un esclarecedor volumen introductorio, con un resumen asequible que proporciona las claves del pensamiento de Guénon y lo que ha aportado a la historia de la cultura. Fue acaso un visionario, pues el mundo moderno se ha ido desarrollando en la dirección que certeramente intuyó. Su obra, tal vez el último intento de restaurar la espiritualidad de Occidente, despertando a algunos durmientes con una «saludable conmoción», como dijo Henry Corbin, no sólo no ha quedado desfasada sino que conserva plena vigencia. Por ello debe ser recuperada y leída aun hoy, con el complemento acaso de los estudios mitológicos de Eliade y otros autores académicos, pues nos recuerda que la tradición mítica y sapiencial de las grandes culturas clásicas, entre oriente y occidente, todavía tiene mucho que decir al hombre actual.