Estreno absoluto
'Aromas de soledad': nostalgia de la pausada vida en el campo
La Otra Arcadia vuelve al Teatro Fernán Gómez para rendir homenaje a las gentes del campo y a la España vaciada mediante los versos de Gabriel y Galán y del propio Raúl Losánez
El verano de 2025 será recordado por la voracidad de sus incendios. Las llamas arrasaron los montes de España de nuevo y volvieron las reflexiones sobre lo negligentes que hemos sido con nuestro entorno. Y mientras todo esto ocurría, en la cabeza de Raúl Losánez resonaban con más fuerza si cabe aquellas palabras de José María Gabriel y Galán en las que vagaba “por el erial ingrato”. Allí donde su “desgarrada muchachuela virgen” arrastraba su “estéril vida” por “encima de unas tierras siempre grises”.
La situación, junto a los versos del poeta de Frades de la Sierra, invitaron a Losánez a imaginar su propio texto: “Y de pronto cualquier día.../ ¡Arde el monte!... ¡Crujen hayas/ y robles!.../ Llorando gritas/ contra las gentes sin alma/ que prenden tanta desdicha,/ que horrores tantos inflaman./ Arden los campos: encinas,/ lentiscos, pinos, retamas.../ Arden cultivos, y tizna/ tu pecho el humo de rabia”.
Es una píldora de los 'Aromas de soledad' que el crítico, poeta y dramaturgo presentará del 20 de noviembre al 7 de diciembre en el Teatro Fernán Gómez. Un montaje que “trata de rendir homenaje a las gentes del campo y a la España vaciada”. El colaborador de LA RAZÓN asegura encontrar “un clamor popular” que reclama “dar a nuestra existencia otro ritmo y otra forma de vida más espiritual y más natural”: “Casi todos ya somos conscientes de que la vida en las grandes ciudades está dejando de ser vida”.
Y es de todo ello de lo que se habla en estos 'Aromas...' en los que vuelven a poner de manifiesto unas formas que ya han hecho reconocible la firma de La Otra Arcadia ('Esta divina prisión', 'Vano fantasma de niebla y luz', 'Me trataste con olvido'), la compañía fundada junto a Ana Contreras, directora de la pieza. “Lo hacemos a nuestra manera”, sonríe el crítico de su estilo poético y su teatro simbolista en el que prima lo lírico sobre lo dramático y la emoción sobre la acción. “Aquí no vamos a dar sermones, sino que hacemos una profunda y bella reflexión acerca de cómo ha evolucionado el mundo en los últimos cien años y cómo esa brecha que separa lo urbano de lo rural no ha servido para colocar a los ciudadanos más felices a un lado y a los más infelices a otro, sino que más bien está haciendo infelices a todos”.
El niño bonito de Unamuno
Con el campo en el centro de esta reivindicación, la pieza es a su vez un guiño a los versos de Gabriel y Galán. “Era de justicia recuperar su voz”, apunta del que fuera uno de los poetas más populares de buena parte del siglo XX, sobre todo en Castilla y Extremadura y especialmente entre el campesinado y las gentes humildes.
Apenas vivió 34 años (1881-1905), pero, como explica Losánez, le dio tiempo a escribir hasta cinco libros de poesía “dedicados íntegramente a la naturaleza, a las clases trabajadoras más desfavorecidas del campo y a la vida un poquito más espiritual”. Aquello fue suficiente para llamar la atención de los José María de Pereda, Salvador Rueda y Federico Balaguer; pero también de un Miguel de Unamuno responsable de que su nombre ganara peso en Madrid, donde, cuentan, recitaba de memoria su 'Cristu benditu'.
Igualmente, Emilia Pardo Bazán se quedó perpleja con los poemas del poeta al ver la manera en la que habían calado en el corazón de las gentes sencillas del campo, que lo recitaban de memoria incluso siendo analfabetos en muchos de los casos. “Decía que había logrado penetrar de verdad en el alma humana”, recuerda; y da fe de ello el mismo Losánez que, proveniente de familia extremeña, recuerda cómo de niño escuchaba recitar a Gabriel y Galán “de memoria”.
El perfume de la hierba y la luz de las luciérnagas
Él es el responsable de una dramaturgia que ha tejido con poemas del poeta y algunos propios “que permitiesen vehicular y hacer evolucionar el pensamiento poético”. Con esas maneras simbólicas de La Otra Arcadia, el montaje sitúa en el centro a una mujer madura (interpretada Carmen del Valle) que llega a la vieja alquería en la que vivió de niña; una finca agrícola en la que recuerda su pasado y evoca la figura de su padre ya muerto, al que da vida Jesús Noguero.
Y junto a ellos, Nacho Vera hace a su vez de un narrador-trovador: “A partir de aquí se establece un diálogo no realista que nos permite contraponer dos mundos con sus luces y sus sombras”, presenta el crítico: el del padre, firme defensor del campo, y el de la hija, que lo abandonó en cuanto pudo viendo la dureza y la injusticia social que rodeaba esa vida. “No hay una defensa infantilizada de la vida en el campo sino una mirada crítica y reflexiva sobre lo que tiene de bueno y de malo –añade Losánez–. Y una mirada crítica, por supuesto, a nosotros mismos, que somos quienes hemos generado la injusticia, la precariedad y la miseria”.
Contreras, por su parte, afirma que lo que este espectáculo busca es “recrear el olor del campo, traer la naturaleza silvestre a la ciudad y al teatro, como decía Lorca. Él quería traer el olor del mar y la luz de las estrellas; y nosotros queremos traer el perfume de la hierba y la luz de las luciérnagas. Queremos sentir la lógica de una manera de entender el tiempo que hoy no existe, que muchas personas no han experimentado y que nos parece una de las grandes pérdidas para nosotros, que hemos tenido la suerte de vivir todavía entre dos mundos: esa época en la que había un tiempo para cada cosa, par el duelo y para la fiesta, para el dolor y la alegría, para el trabajo y el descanso”, cierra la directora de una pieza en la que la música (de Vera y Raquel Riaño) vuelve a tener un papel importante dentro de la representación.
- Dónde: Teatro Fernán Gómez, Madrid. Cuándo: del 20 de noviembre al 7 de diciembre. Cuánto: desde 14 euros.