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Teatro
El brutalismo que invadió el cine
Roberto Martín Maiztegui firma y dirige una obra que, en el Centro Dramático Nacional, sigue la pista a un chaval de barrio que cumple un sueño

«Los brutos» es una historia que empieza por el final. Nito decide contar algo mucho más personal que todo lo que le ha acompañado durante su carrera profesional; decide contar su propia peripecia vital. Siente que necesita resucitarla porque cree que, de ese modo, alcanzará un lugar de prestigio al que todavía no ha llegado.
¿Pero quién es Nito? Se podría definir como un «alter ego» de su padre creativo, Roberto Martín Maiztegui, autor y director de esta pieza que llega al Centro Dramático Nacional: «Los recuerdos de mi vida se fueron ficcionando. Hay cosas de pasaron y otras que para nada». Pero no es más que un «aparato narrativo», dice, que ha utilizado para levantar un nuevo salto del guionista al teatro: «Hasta ahora, mi relación con los escenarios era como público y enamorado», asegura quien escribió, junto a Pablo Remón, «Sueños y visiones de Rodrigo Rato». «Aunque este título hable del cine es un canto de amor al teatro. No intenta ser una obra cinematográfica», defiende.
Fue una residencia en el CDN (21/22) y «también algún Dramawalker» lo terminó de construir un camino que se detiene en estos «Brutos» (hasta el 15 de junio), pero que ya mira más allá con su siguiente pieza, «El porvenir».
Violento, rudo, carente de miramiento y civilidad
Pero eso será otro cantar. De momento, lo que Martín Maiztegui tiene ante sí es el estreno de una función que sigue a un chico de la periferia madrileña, de Aluche. «A través de su entrada en el cine se zambulle en lo que más le gusta, la escritura de series y películas; lo que le permite una vida más acomodada y alejada del que fue su mundo», resume el director. Eso sí, «por el camino deberá abandonar aquello que quiere: familia, mejor amigo y novia...».
Según la RAE, «bruto» es el «violento, rudo, carente de miramiento y civilidad»; en base a eso, el montaje dibuja a un Nito que es un «bruto» por su origen, su barrio, su gente, pero todavía más cuando se introduce en esa industria más sofisticada y artística. Da el «salto a otra vida» cuando entra en la escuela de cine para estudiar guion.
Para el autor, «Los brutos» habla de «la imaginación como herramienta para desconectar y dibujar nuestras vidas». Y también «de esas barreras visibles, como son las económicas, y de otras más sutiles y cruciales, como el simple hecho de imaginar que puedes dedicarte a algo concreto. Solo el pensar que puedes hacerlo ya es complicado y es, por otro lado, un tema fundamental», explica un hombre que emplea «la escritura como acto de memoria».
Francesco Carril, protagonista, por su parte, justifica el poder de la imaginación: «Nos recuerda que tenemos la posibilidad de crear nuevas vidas y de cambiar la que ya tenemos. La obra se detiene en esa libertad para salir corriendo de cualquier lugar y empezar de cero. Y al mismo tiempo, es un homenaje a esas personas que, en nuestra infancia y adolescencia, han contribuido a desarrollar nuestra vocación, a veces, sin saberlo».
En el viaje de Nito, la escritura es lo que aleja al personaje de su mundo anterior. «Es lo que le permite el ascenso social, pero también es lo único que encuentra para mantener vivo lo que ha perdido, aunque sea en la ficción». En su caso, la utilización de la procedencia de clase tiene dos caras: «Un lado hermoso –apunta Maiztegui– en el que habla de sus orígenes»; pero igualmente lo emplea «para vender autenticidad. Es la utilización de la propia vida».
- Dónde: Teatro Valle-Inclán, Madrid. Cuándo: hasta el 15 de junio. Cuánto: desde 12,50 euros.
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