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teatro
Cristina Balboa, anfitriona de una "rave" teatral de electropunk "galego"
La artista se planta en Madrid para "partir la pana" con 'Roland mon amour', una "fiesta", dice, que nace de sus propias miserias: "Es precario, pero gozoso"

Como artista «galega», la última obsesión de Cristina Balboa es «la cocción lenta». Pero no porque el sabor sea una maravilla –continúa–, que también, «sino porque consume poco». Dice la publicidad que así, en una hora, apenas gasta lo que una bombilla; y ella, que ahora tiene vitrocerámica y un horno eléctrico no tiene potencia suficiente para la vida moderna. Pone el horno a más de 150º y «se me bajan los plomos».
Escribe: «Vivo como artista “galega”/ y podría decir que vivo bien,/ si no fuera porque creo/ que podría irme mucho mejor». Asegura Balboa que lo «galego» se ha convertido en algo central en la pieza que presenta en el Centro Dramático Nacional, «Roland mon amour», donde recoge la idiosincrasia de vivir en la tierra que le vio nacer y donde también hace detonar todo un mundo lleno de «contradicciones», sostiene: «Es precario, pero gozoso». «Roland...» es un monodrama de «deseo y música», «una herida abierta, un conflicto con la vida, una contradicción perpetua y una búsqueda de amor infinito», presenta.
Afirma la autora que, en Galicia, no siempre es fácil dedicarte a «algo más alternativo». Porque lo suyo no es «teatro convencional», dice, es un tejido más endeble, casi inexistente». Un lugar en el que se debe «remar mucho» para construir piezas que «están medio muertas antes de nacer». Pero ella remó, remo mucho. Y de una residencia en el CDN (2022/23) ha surgido una obra que su ideóloga, directora e intérprete define como toda «una fiesta»: «Lo único que queremos es bailar, y lo que cuento son miserias y precariedad... aunque con mucho humor». Incluso defiende este trabajo como una suerte de «terapia» para sí misma: «Mi terapeuta me dice que tengo que aprender a respirar (...) Aprender a respirar tampoco es gratis. Me está costando sesenta euros la sesión. Respirar bien hace que llevemos mejor la depresión. Respirar es una manera de enfrentarte al dolor y a la angustia de una forma orgánica. Toda la vida respirando y aún no sé respirar», escribe en el texto ya publicado.
Cristina Balboa no es ni «muy “galega” ni mucho “galega” ni casi “galega”». Es «la maldición de Breogán»: «Nunca sabes si te mereces o no tus raíces, si deberías respetarlas más, hacer un esfuerzo por hablar más “galego”, comer más cocido y vieiras, si es que eso requiere esfuerzo. Ser “galega” y vivir como “galega”». La identidad de esta artista está atravesada por todo lo que se espera de ella «y me da pereza hacer». Sentencia sobre el escenario de la Sala de la Princesa del Teatro María Guerrero: «Soy medio “galega”, no soy una “galega” completa».
De este modo, «Roland mon amour» pone el foco en «algo muy pequeño, paranoias que todos tenemos», y se lanza a jugar «en un lugar fértil para el humor y para la conexión con el público». Para ello, Balboa ha tenido a Alberto Cortés a su lado para atender, junto a ella, a la dramaturgia, un proceso que el artista de «Analphabet» define como «hacer de espejo y rebotar las ideas y las construcciones de Cris». Así, el malagueño acompaña a la intérprete para «ponerla entre la espada y la pared y que pueda enfrentarse a sus propias preguntas y respuestas», explica.
Convocar a la tribu
En realidad, la protagonista de «Roland...» reconoce que todo nace del sintetizador («sinte») que da nombre a la pieza. Con él comenzó a dibujar, a experimentar, un montaje en el que une «lo teatral con la música sin tener conocimiento» de esta última.
Empecé a imaginar la obra cuando, al encender a Roland, ella misma se encendió: «Aunque no supiera de música, podía tocar este instrumento». Por lo que su tardía afición a las «raves» comenzó a generar en sus ensoñaciones sobre lo que podría ser un nuevo formato en el que convocar a su tribu a través de la música electrónica, «donde pusiera mi cuerpo para invocar a la madre tierra a través de cánticos de desesperación. Este trabajo va de mi amor a la música, al deseo y a la fiesta. Pero sobre todo va de mi búsqueda de la resiliencia en un camino creativo lleno de frustraciones y dudas».
«En realidad, hago de una tía muy nerviosa que se va a enfrentar a algo muy “heavy”. No hay nada “heavy” en mi selección musical, pero intento ser un poco punkarra porque eso siempre es aplaudido en las “performances”». Balboa, sin embargo, sabe que ni va con cresta ni lleva pantalones apretados con cadenas, así que es consciente de que no es una punki al uso. Su «objetivo principal» es que la audiencia «no se duerma». Que digan: «Salí de ver la movida esa con ganas de partir la pana y súper concienciada».
- Dónde: Teatro María Guerrero, Sala de la Princesa, Madrid. Cuándo: hasta el 20 de abril. bdesde 12,50 euros.
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