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Honor eterno a Tricicle: "Nosotros inventamos el TikTok"

Los Premios Max reconocerán en Cádiz las más de cuatro décadas de carrera de una compañía de teatro gestual que se despidió para siempre en noviembre, en el Liceu
Paco Mir, Joan Gràcia y Carles Sans, en el Liceu, el escenario en el que se despidieron para siempre
Paco Mir, Joan Gràcia y Carles Sans, en el Liceu, el escenario en el que se despidieron para siempreCesc MaymoCesc Maymo

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Millón y medio de espectadores (1.489.989) «satisfechos» –presumen–, 151,86 ciudades visitadas por todo el mundo, 3,1416 gags creados y casi 600 millones de aplausos recibidos (586.523K). Son las cifras al azar con las que Tricicle saca pecho en su web y con las que certifica, a su modo, la buena salud de la que hizo gala el grupo de noviembre de 1979 a noviembre de 2022. Cuarenta y tres años de gestos que se resumen en esos números tan imprecisos como marca de la casa (aunque algunos datos no anden lejos) y que hoy, casi tres meses después de su adiós definitivo en el Gran Teatro del Liceu, le valen al trío para hacerse con el Premio Max de Honor 2023, que será entregado en Cádiz, en el Falla, el próximo 17 de abril, en la 26ª edición de estos galardones.
La Fundación SGAE justifica la decisión de esta «icónica compañía», señala, «por su espléndida y prolífica carrera, repleta de éxitos; por crear un lenguaje escénico y un sello propios, de carácter universal; por su maestría y su genialidad en el arte del mimo –continúa–, y por ennoblecer y encumbrar tanto la comedia como el teatro gestual, haciendo reír a millones espectadores de todo el mundo».
Paco Mir, por su parte, es más práctico a la hora de resumir el reconocimiento: «Notición»; para, luego, arrancarse con un chascarrillo: «Sinceramente, nos lo dan para que nos vayamos de una vez. “Que no vuelvan más”, dirán». Sin embargo, no tarda el actor y director (buen conocedor de las manzanas de los Max: tiene dos y dirigió la gala de 2004) en ponerse reivindicativo, a la vez que agradecido con sus espectadores. «Siempre tuvimos buena respuesta del público y, al principio, no tanta de la profesión. Por eso, este premio, que viene de dentro hace especial ilusión. Aunque es verdad que en los inicios éramos los payasetes, los mimos, los del arte pobre... Parecía que no nos merecíamos nada. Sin embargo, el tiempo siempre da la razón. Te puede gustar más o menos, pero si estás arriba tanto tiempo no puedes ser malo».
Ya quedaron muy atrás esos tiempos en los que Joan Gràcia, Carles Sans y Paco Mir se ganaban la vida por los cafés-teatro de Barcelona. Tres chavales que se habían conocido en un «stage» en Menorca y que volvieron a coincidir en el Instituto del Teatro. De aquella «mezcolanza» surgió un tridente que terminó de explotar en La Villarroel, recuerda Mir: «Carles vio que había cuatro días sin programar y le dijo al subdirector que tenía una compañía...». Manicomic (1982) fue su primer exitazo. Suficiente para dar el salto y no parar hasta que la pandemia les obligó a retrasar su despedida o, en boca de Mir, «reencuentro, porque fueron cinco funciones mucho más bonitas de lo previsto y en las que nos llegó un amor tremendo». Entonces, el Liceu se convirtió en el centro de los focos y donde el público de a pie y la gente guapa («esos eran los amigos de Carles, que es el más “jetsetero”») hizo del adiós una cita obligada.
Tricicle fue la suerte de los tres, la solución para «no malvivir como cualquier otro actor, aunque seguro que hubiéramos sido felices de otra manera». Despertaban los años 80 y el trío tenía fuerzas «de sobra para insistir» y, haciendo balance, «no salió mal la cosa» a pesar de que su primera vez ante programadores se saldó con una crítica contundente: «Aburridos». Aunque no tardaría uno de los presentes en incluirles en la cartelera de su teatro.
Joan, Carles y Paco son los responsables de elevar el arte del mimo, de hacer que las palabras no siempre sean necesarias para transmitir. «Todo eso borra fronteras, pero el secreto ha sido hacer lo que nos gusta: hacer reír. Nos dedicamos a la gente. No hicimos nada por la autocomplacencia. Hay artistas que pierden el norte y hacen cosas que les gustan mucho, pero al público no. Nosotros nunca hemos olvidado que nos debemos al que paga la entrada». «Lo que hacemos es un teatro muy cercano –se suma Gràcia–, en el que el público se siente reflejado. Somos capaces de captar un gag de la sociedad y teatralizarlo. Este es nuestro gran éxito».
Un ojo en la platea, y sus preferencias, y otro en los tiempos, añade Mir: «Si comparas los espectáculos de hace 40 años con los de ahora, compruebas que los actuales son más rápidos, más tiktokeros. Casi somos los inventores del TikTok, ya hacíamos ráfagas rápidas antes de que llegase la red social».
Se fueron los buenos de Tricicle –«sin traumas ni problemas y con la seguridad de dejarlo en lo más alto»– y, mientras reciben sus últimos vítores, ya solo nos queda su humor enlatado y atemporal. «Como decía Mihura», comenta Mir, «el humor es la mejor forma de empezar la tarde», recuerda un director que, sin sus «hermanos», ya piensa en su próximo proyecto: «Un montaje en un gran festival del que no puedo decir más...».