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'Super-viviente'

Jesús Carmona: "Tengo la suerte de haber trabajado muy poquitos días de mi vida"

Llega a Madrid, a la sala grande del Canal, con el cierre de su trilogía "no deseada": un acto de supervivencia

Jesús Carmona, en acción
Jesús Carmona, en acciónToni Sasal

Jesús Carmona va "a tope", dice. "A todo lo que damos". Llega a Madrid –al Canal (18 y 19 de octubre)– con un 'Super-viviente' ya rodado después de su estreno en Pamplona hace un año, pero la capital "siempre es especial. Es un plaza importante y uno quiere estar al 100%", afirma.

–¿Superviviente de qué?

–De la vida, como todos. Vivimos en mitad de una sociedad demasiado polarizada. Nos tenemos que conformar como seres humanos. Y si a eso le sumas el ser artista..., entonces, somos más que supervivientes.

–Es un mundo complejo, pero usted es de los privilegiados.

–Cuando todo va bien todo el mundo te mira, cuando va mal, no lo hace nadie. En mi carrera he vivido momentos de todo tipo. Tengo la suerte de haber trabajado muy poquitos días de mi vida porque esto es lo que amo. No entiendo mi profesión como un trabajo. Mantengo el espíritu de aquel niño de 6-7 años. Todavía me asombra la capacidad amatoria que tengo hacia el arte. Me siento afortunado de poder dedicarme a esto y que la profesión me haya abrazado. Y de tener la inteligencia para seguir adelante cuando la cosa no ha ido tan bien o cuando no estás conforme con el resultado.

"Todavía me asombra la capacidad amatoria que tengo hacia el arte"

–¿Qué hace cuando es consciente de que no le salen las cosas como quiere?

–Confiar. Mi "modus operandi" es no cuestionar el trabajo hasta que no lo tengo puesto en escena con la iluminación, la escenografía y toda la energía. Cuando estreno, empiezo a entender qué ha pasado y veo si realmente está lo que quería expresar o se ha ido por otros derroteros. En las semanas previas no hay nada rotundo, solo se perfila y se busca qué no convence para encontrar soluciones.

Con 'Super-viviente', el bailaor cierra una etapa de su vida y de su producción artística
Con 'Super-viviente', el bailaor cierra una etapa de su vida y de su producción artísticaToni Sasal

–¿Por qué el título separa el "super" del "viviente"?

–Porque al leerlo completo me llevaba al programa de televisión y a mí no me vas a ver en una isla. Es "super" de superación, de sentirse superado en algunas ocasiones, de sentir la fortaleza también...; y "viviente" porque de forma voluntaria o no estamos viviendo en este mundo que a veces no entendemos.

–¿Cómo lleva esa polarización de la que hablaba al baile?

–Son muchos procesos. No es danza al uso, sino un espectáculo con una temática compleja. Hay un trabajo de investigación en el que se ven los temas y se crea un imaginario que evoque esas emociones. Es uno de los montajes más performáticos que he hecho. Está al servicio de la emoción e intentamos que el público entre en esa energía. No se prioriza tanto lo físico como el llevar a los espectadores a un estado anímico. Se aleja de la búsqueda del paso bonito o de la coreografía estéticamente perfecta para adentrarse en el movimiento inconsciente.

"Este montaje se aleja del paso bonito para adentrarse en el movimiento inconsciente"

–¿Cómo vive el cierre de una trilogía ('El salto', 'Baile de bestias' y 'Super-viviente')?

–De manera natural. No ha sido una trilogía deseada ni planteada. Con 'El salto' pensaba estar una década, pero he necesitado entenderme a mí. Y en ese punto mi única herramienta es crear espectáculos y danzar. Me he entendido como ser humano y cómo me comporto, cómo asumo una mirada, cómo miro a los demás, cómo dejamos que nos vean, cómo soy si estoy en un plano familiar o laboral... He visto si era yo o se me ha ido la cabeza.

–¿Lo pasó mal?

–Sufrí una depresión profunda que traté con psicólogos y psiquiatras. Y de ahí salió 'Baile de bestias': cómo estuve en un boquete y cómo salí de él. Este espectáculo nació leyendo un artículo sobre el trastorno de identidad disociativo. No quería hablar de la enfermedad, sino llevar algo de lo que nos enteramos en ese proceso. Llegar a ese trastorno es muy minoritario, pero sí es global la disociación: el ser humano lo hace a diario según la situación en la que se encuentre y eso empezó a dar respuesta a mis dudas.

–Dijo del anterior obra que le ponía en su sitio, ¿dónde le pone este espectáculo?

–Me coloca en la empatía conmigo mismo. He entendido que la personalidad no es un tronco inamovible, sino un mosaico de colores con el que nos podemos expresar según la circunstancia. He eliminado de mi vida el "soy así" y el "no soy así". Todos podemos ser todo o nada. La rotundidad te entierra en ti mismo y te hace tener una mirada muy corta.

"Hace falta levantar la cabeza de los móviles y volver a mirarnos a los ojos"

–Tiene un mensaje que choca de frente con el ritmo de la sociedad actual.

–Es un momento de discordia mundial. Hace falta levantar la cabeza de los móviles y volver a mirarnos a los ojos. Entender que somos seres humanos. Se nos olvida que todos sufrimos, miramos, amamos... El de enfrente parece un avatar. Por desgracia vivo pegado al móvil porque estoy activo en este mundo.

–¿Lucha contra el uso del móvil?

–Con mis hijos, a diario. En casa somos de cero pantallas. Sabemos que es una herramienta de trabajo, pero intentamos tener el móvil lejos cuando llega el momento de la ducha y la cena. También cuando se duermen los niños, es el momento de la pareja, de conectar. Si no, cada uno está en una esquina con su pantalla; y para eso uno se busca un compañero de piso sin más. Y cuando estamos de vacaciones, el móvil me da completamente igual, aunque se queme la empresa. Ya me la encontraré quemada.

–¿Qué siente cuando le presentan como "renovador de la danza flamenca" y qué cree que ha aportado?

–Tomo mucha distancia. No trabajo para eso. La última década he trabajado para mí, para entender a mi familia, mi interior, lo que me rodea, mi cotidianidad... No lo he hecho por ser innovador. Eso no entra dentro de mi día a día creativo. Lo agradezco, pero lo veo como si fuera para una tercera persona. Tengo claro que voy a seguir el camino de crear lejos del ruido y de lo que opinen. Si no, no sería real y el público no recibiría mi verdad. El día que muera sabremos si he dejado huella. Ahora la única huella que me interesa es la del amor a la familia.