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Desde 2008

Thomas Ostermeier: "El 95% del teatro es una mierda"

El director alemán regresa a España, en concreto al Temporada Alta, con el 'Hamlet' con el que lleva girando desde 2008

Lars Eidinger lleva mimetizado con Hamlet desde que estrenó esta pieza de Ostermeier en 2008
Lars Eidinger lleva mimetizado con Hamlet desde que estrenó esta pieza de Ostermeier en 2008Thomas Aurin

El 'Hamlet' de Ostermeier (1968) va al grano. El “Ser o no ser, esta es la cuestión” va de primeras. Sin anestesia. El protagonista continúa siendo el mismo príncipe (de Dinamarca) chiflado, malcriado e irrita a la gente de su alrededor. Su desesperación es proporcional a la locura que lo posee.

Su padre ha muerto y su madre se ha casado con el hermano de su difunto marido solo un mes después de la defunción. Hamlet tiene visiones nocturnas de su padre, que afirma que su hermano lo envenenó, e incita a su hijo a vengarse y matar su padrastro. Hamlet actúa como un loco para ocultar sus planes, y pierde el control sobre la realidad en el proceso. “El mundo entero se convierte en un pantano estancado. El deseo y la sexualidad se convierten en un abismo amenazante”, presenta el programa de mano de este 'Hamlet' que se programa hoy en el Temporada Alta de Gerona, 17 años después de su estreno en la Schaubühne de Berlín y de su única visita a España, al Lliure de Barcelona.

El 'Hamlet' de Ostermeier es la obra encargada de abrir el Temporada Alta en el Municipal de Gerona
El 'Hamlet' de Ostermeier es la obra encargada de abrir el Temporada Alta en el Municipal de GeronaThomas Aurin

Una obra que nació de la propia desilusión de Thomas Ostermeier. De cuando se topó con una versión fallida (en su cabeza) y entonces, un resorte saltó en su cabeza: “Supe lo que no me gustaba”, reconoce un director que ayer se reunía con la prensa en la librería Laie de Barcelona. Medios a los que el alemán da un tirón de orejas por alimentar la “una industria del entretenimiento. Son, en la actualidad, lo que era el circo para los romanos”, denunció en su día quien asegura que “sueña” con ser como Hamlet, pero que “de ninguna manera” cree ser el personaje.

Eidinger, el propietario del mito

Quien sí es Hamlet es Lars Eidinger, protagonista ya en 2008 del montaje y actual “propietario” del mito, bromea el director. “Lo lleva en el alma. Quiere interpretarlo hasta que fallezca”. De hecho, la obra es prácticamente suya: “Cambia escenas cada noche sin pedirme permiso”, añade el director sin pizca de rencor.

Su Hamlet es la negación absoluta de la figura del príncipe romántico y “miembro de una sociedad podrida dentro de la monarquía danesa”. Insinúa su paralelismo con la actualidad. Aunque para él “lo importante no es el mensaje, sino el abismo de la condición humana. Es hoy. Especialmente relevante porque la humanidad actual se encuentra en un auténtico abismo”.

Ostermeier no se calla. Solo se siente amedrentado por una gran fotografía de Picasso que le mira de reojo desde el fondo de la sala. “Me intimida”.

Esta pieza de Shakespeare visitó Cataluña, el Lliure, en 2008
Esta pieza de Shakespeare visitó Cataluña, el Lliure, en 2008Thomas Aurin

¿Qué le parece el teatro actual? “El 95% es mierda. Incluso el mío. Encuentro un momento de felicidad cada diez años”. Un espejo de la realidad para Ostermeier: “Solo el 2-3% de nuestras vidas tiene momentos de absoluta belleza, como si fuera el paraíso”. Aun así, defiende este arte, con el que mantiene una relación de “amor-odio”, como “la forma de expresión más sincera y verdadera. Es lo que más se acerca a la vida. Te otorga la libertad de hacerlo todo”.

Un director de la vieja escuela

Ostermeier, renovador de la escena europea en los 90, se define “de la vieja escuela”. Se quita importancia: “Yo no sé nada. Soy bobo, estúpido”. Y le duele especialmente que los jóvenes hayan terminado por “obviar a los grandes gurús” y por su “incapacidad por dar vida propia a las obras”.

Cada cliché que sube al escenario es una puñalada directa al corazón de este director. “Estoy harto”. Repudia los golpes en el pecho o la gente que “mueve el brazo como si estuvieran serrando el aire”.

También denuncia que en el teatro alemán todos griten: “La intensidad de las representaciones depende de cuánto dañen las cuerdas vocales. No voy al teatro porque me siento mal físicamente. Me siento enfermo”.

El director de la Schaubühne encuentra en Godard un balón de oxígeno. En concreto, en una frase del francés: “No trates de hacer películas políticas, trata de hacerlas políticamente”. Ostermeier, como Shakespeare, toma viejas historias para modernizarlas y ponerlas en el contexto de su propia realidad. “Es parte de la realidad teatral”, afirma: “Tomar el pasado y adaptarlo para que hablen de la realidad actual. El teatro no es un museo. No tenemos las puestas originales de las obras de este tiempo, solo tenemos el texto, pero el texto es solo una parte muy pequeña de una obra”, sostiene quien se ha vuelto “mucho más conservador”. No oculta vivir de “los éxitos de ser un burgués. Todos aspiramos a ello y no me siento culpable ni es necesario que me confiese”.

Hablar a la gente de hoy

Para el director, cada puesta en escena tiene su realidad y sus reglas particulares y es ahí donde “hay que encontrar algo que le hable a la gente de hoy, en nuestra generación, de otra forma se pierde a una generación joven que no va al teatro, el teatro muere con sus espectadores”.

Thomas Ostermeier pone el foco sobre solo una parte de Hamlet (“en cada obra de Shakespeare, hay cinco, seis, siete u ocho obras diferentes”). Es más, asegura no conocer el contenido total de la obra. “Hamlet es demasiado compleja, inteligente y grande para mentes simples como las de la actualidad. Creo que Shakespeare fue demasiado genio para entenderlo por completo”, explica al tiempo que toma una frase “muy linda” del texto que dice: “Conocer a otro significaría conocerse a sí mismo, y nadie puede decir que se conoce a sí mismo”. “No sabemos quién somos ni sabemos quién es el otro. Creo que esta frase es también adecuada para la obra: no se sabe sobre qué es la obra. Yo vi en Hamlet algo que me resultó interesante y quise ponerlo en escena”, pero el director nunca justificará que esto es 'Hamlet'. “Es solo una pequeña parte”.

Mientras, su Hamlet sigue perdido en su desesperación. Ya no sabe quién es enemigo ni quién amigo. Quienes lo rodean resultan ser espías desplegados por su padrastro. Incluso su amada Ofelia forma parte del plan. El vengador se convierte en la presa, con un informante escuchando detrás de cada cortina para demostrar que la paranoia de Hamlet no es infundada. El acto de locura se convierte en locura real, y Hamlet mata el hombre equivocado: Polonio, el padre de Ofelia. Su madre y su padrastro encubren el asesinato y mantienen a Hamlet fuera del ojo público, y los planes de venganza de Hamlet parecen evaporarse. Pierde el control de sí mismo, de sus objetivos y de su vida. Ofelia se deshace ante esto y se mata. Cuando su padrastro decide finalmente silenciar Hamlet, este aprovecha la oportunidad que tiene en la mano y con un último impulso fuerza su mundo a ponerse de rodillas.