'El público': teatro imposible y... a todo color
Marta Pazos vuelve a Lorca, esta vez junto Gabriel Calderón, en una pieza que estreno en la Comedia Nacional de Montevideo


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Ha vuelto Marta Pazos a García Lorca después de ese 2021 en el que tocó al de Fuente Vaqueros por partida doble: 'Comedia sin título', en el CDN, y 'Viaje a la luna', en el Lliure. Y es a este último adonde ha regresado con 'El público' de la mano de un Gabriel Calderón que, como director de la Comedia Nacional, le apadrinó en su tierra, Montevideo, para el estreno absoluto del montaje. El uruguayo firma la versión y la directora gallega pone ese sello inconfundible en el que el color desborda las tablas.
Lo que no le contaron al tándem cuando se metió en el Teatro Imposible de Lorca es que esa irrepresentabilidad iba más allá del escenario: el buque con la escenografía partió para llegar a Barcelona antes de las Navidades, pero un cambio de rumbo hizo imposible su estreno en tierras españolas a tiempo. Al final, casi un mes de retraso en el desembarco que obligó a cancelar los primeros pases (y a doblar funciones después).
Más allá de ese percance, la producción, como suele ocurrir en las piezas de la artista, es un festival visual en el que el texto casi pasa un segundo plano; lo cual no dejará de ser un aliciente para los menos cercanos a este Lorca experimental.

Pazos defiende la pieza como “la gran obra del siglo XX sobre el homoerotismo y la imposibilidad de amar a un igual”; y añade que “todavía hoy están matando por querer a personas del mismo sexo. Es absolutamente vigente”. Más allá de, continúa, “ver que asesinaron al autor por escribir esto”. Calderón, por su parte, también hace hincapié en que “sigue siendo peligroso expresar lo que se piensa políticamente o sobre la condición sexual. La extrema derecha está donde está y el teatro vuelve a sentirse sospechoso. Es un Lorca muy pertinente por su poesía y su compromiso".
El juego de máscaras, la simbología, el surrealismo y el riesgo del poeta se convierten en una invitación para que Pazos explote su creatividad. “Es un torrente que no permite coger aire”, defiende de este viaje que comienza y acaba en el cuarto del director, 'alter ego' lorquiano. “Es como lanzarse por un tobogán y, en lugar de acabar poniendo los pies en la tierra, hacerlo en todos aquellos mundos que hay por debajo". Colores (azules eléctricos, rojos, dorados, rosas...), transparencias, capas y más capas, telones que suben, bajan y vuelven a subir, calaveras gigantes y pintadas por las paredes, brilli-brilli, cascabeles, “perlones”... Incluso ha rescatado su elemento más “juguetón” hasta la fecha, una vagina de dimensiones catedralicias como la que presentó en la Bienal de Praga de 2023 (allí, en tonos fluorescente), y por la que los actores penetran en el escenario. Y de fondo, aparecen las melodías de su inseparable Hugo Torres, que lo mismo te “pincha” una sesión de “housete” que te pone un concierto sacro.
Así, desde su estreno en la Comedia, Calderón festeja el “hacer una obra irrepresentable", aunque advierte de que luego “se tiene que hacer y el público debe aguantarla”: “El texto no se explica, sino que debe intuirse”. Y es ahí donde Pazos señala “la mayor dificultad” de este trabajo: “Entenderlo, porque no está escrito para entenderse” y sí “para que te atraviese, para sentir y vivir una experiencia".