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Robert Lepage: "Soy una especie de Cristóbal Colón"

El creador canadiense llega a Madrid con una "maratón"
de siete horas en la que repasa las "epidemias" que asolaron
el siglo XX, como la bomba de Hiroshima o la crisis del sida
Robert Lepage: "Soy una especie de Cristóbal Colón"
Un momento en el que 'The Seven Streas of the River Ota' se traslada a Japón, donde Lepage aterrizó en 1992 y comenzó a desarrollar esta misma piezaElias Djemil
Julián Herrero

Madrid Creada:

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El pasado fin de semana, María Hervás llenaba la Verde del Canal con una propuesta «non stop». Veinticuatro horas de teatro ininterrumpido. Entonces, la actriz insistía en una máxima: «Comunidad». Su empeño, más allá de la gesta de permanecer sobre el escenario un día completo, era el de formar esa colectividad. Entre las idas y venidas de las cien masculinidades –que no hombres– que desfilaban frente a ella para repetir una vez tras otra el mismo guion, el objetivo de 'The Second Woman' era el de ofrecer una «experiencia completa». De hecho, era la propia Hervás la que celebraba «la vida» que veía en el patio de butacas desde su cubículo, decía sin importarle si en uno u otro momento la gente se movía o miraba su móvil. 
Ahora, la propuesta es algo más ligera respecto a los tiempos, «solo» siete horas, pero la meta es la misma: generar «un acontecimiento». Así defiende Robert Lepage (Quebec, 1957) 'The Seven Streams of the River Ota', una obra de dimensiones catedralicias con la que, dentro del Festival de Otoño, ocupará la Sala Roja de los Teatros del Canal del 16 al 23 de noviembre.
«El objetivo de volver a montar la obra es que el teatro es testigo de su era»Robert Lepage
Cuenta el creador canadiense que la mayoría de personas que no habían oído hablar de la obra «compran la entrada con la idea de estar tres horas y se quedan hasta el final. Y todavía dicen que se quedarían una hora más», celebra quien busca «seducir» al público con algo más que una función de teatro. «Esto va de vivir, es un evento», repite.
Para Lepage, el teatro «institucionalizado de obras cortas» en las que dejas a los niños con la canguro para tirar el coche en un aparcamiento, ver el montaje y regresar a casa es casi perjudicial: «Si eso es lo que nos motiva, el teatro va a morir». Otra cosa es zambullirse en «el acontecimiento», recalca. Celebra el solo hecho de «sacar a la gente de sus pantallas». «In situ», el canadiense propone «hacer pausa para comer, hablar con los demás, aprovechar los descansos para encontrarte con otros... En siete horas [con sus tres parones correspondientes], vas a terminar conversando con tu compañero de butaca».
A pocos días de su desembarco, Robert Lepage ha vendido casi todas las entradas
A pocos días de su desembarco, Robert Lepage ha vendido casi todas las entradasElias Djemil
La declaración de intenciones del director está en la propia duración del espectáculo. «El teatro es una comunidad de personas que presentan a otra gente una comunidad». Aquí, «actores y técnicos aplauden al público porque para ellos también es una maratón. Lo es para todos». Lepage no entiende el teatro como un acto de comunicación, sino de «comunión», señala. «Solo sucede si te tomas tu tiempo». Eso sí, la materia prima debe ser la mejor: «Tiene que ser buen teatro. Si es malo es imposible que funcione. Hay que hablar con el corazón a la inteligencia del espectador».
Suena anacrónico un teatro que, en mitad de unos tiempos frenéticos, te ocupe lo mismo que una jornada laboral, pero Lepage cree en ello y es por este motivo por el que recupera una pieza que comenzó a imaginar en 1992, «cuando estuve en Japón por primera vez». El viaje le llevó a Hiroshima. Los recuerdos de la bomba atómica del 6 de agosto de 1945 se mezclaban con la sensación de estar en un lugar «maravilloso, bonito». Su guía era un hibakusha [una persona bombardeada] de 70 años que no hablaba de su propia historia, pero sí de las que sucedieron a su alrededor. De su mano llegó a la vida de una mujer desfigurada por el estallido de «Little Boy»: «En su casa habían tapado todos los espejos, pero ella guardaba un trozo de espejo y un pintalabios bajo la almohada», recuerda de una visita que le marcó. Se le grabó a fuego una frase de su cicerone: «Puedes desfigurar totalmente a la población, pero no puedes pedir que una mujer deje de ser una mujer». Serían víctimas con unas secuelas terribles, sin embargo, aquella visita le enseñó que lo fundamental era que «querían seguir haciendo su vida».
«Puedes desfigurar totalmente a la población, pero no puedes pedir que una mujer deje de ser una mujer»
Con todo ello dando vueltas a en su cabeza, Lepage regresó a Quebec para hacer un montaje con ese material. Su grupo de trabajo, con gentes de Austria, Canadá, Reino Unido..., tomó la información y comenzó a aportar sus propios puntos de vista. «Todos distintos». Las historias que surgían conectaban entre sí mediante el «drama». «Empezamos a unir eventos trágicos buscando historias humanas»; y es así cómo «The Seven Streams...» termina pasando por París, Nueva York o los campos de concentración. Más allá de los bombardeos de Hiroshima, se abordan las grandes «epidemias» que asolaron el siglo XX, como el Holocausto o la crisis del sida.
El creador se define como un director afable. Muy lejano a los tics autoritarios que sí se han denunciado en compañeros de generación, como Ivo van Hove o Jan Fabre. Lepage llena «de dudas» la sala de ensayo e invita «a descubrir»: «Soy una especie de Cristóbal Colón queriendo ir a un continente que nunca ha visto». Dice no tener autoridad y apoyarse en sus actores «para que aporten cosas». «Suena un poco hippie, pero tengo una estructura abierta de trabajo».
«Suena un poco hippie, pero tengo una estructura abierta de trabajo»Robert Lepage
Treinta años después de su estreno, Robert Lepage y su compañía Ex Machina presentan en Madrid una obra que «es la misma»; no tanto nosotros, «no somos la misma persona». «Vivimos en un nuevo mundo», asegura el director a la vez que habla de los atentados del 11 de septiembre como uno de los grandes responsables del cambio.
También afirma que ha madurado como escritor. A principios de los 90 «éramos muy jóvenes», suspira quien reconoce en las maneras de entonces una «escritura inmadura y llena de repeticiones». Todo eso lo han «refinado y editado» para adaptarse al hoy sin variar el mensaje un ápice. Se ha sustituido texto «por fisicidad e imagen».
«Los jóvenes saben muy poco de los campos de concentración. 'La lista de Schindler' y poco más»Robert Lepage
«El objetivo de volver a montar la obra es que el teatro es testigo de su era». Por eso Lepage ha incorporado a las nuevas generaciones a su equipo. «Algunos no habían nacido cuando estrenamos [en 1994]». «Hay que hacer mucha reeducación histórica», cuenta sorprendido de lo «muy poco» que los jóvenes saben de lo sucedido en los campos de concentración: «“La lista de Schindler” y poco más. No creo que conozcan bien lo que pasó».
Robert Lepage busca constantemente los vínculos entre las personas. Sostiene que si dentro de 50 años tuviera que hablar de 2024 lo haría como «una bola entremezclada de problemas. En la Segunda Guerra Mundial la comunicación era muy lenta; ahora, el mundo es mucho más cercano». Aun así, insinúa sentirse «como Bertolt Brecht» en la primera mitad del siglo XX. «La historia se repite, pero a un ritmo más rápido». Lo que tiene claro el dramaturgo es dónde poner el ojo, «en lo que le sucede a la gente en los salones de sus casas. Es la mejor manera de hablar de una época. Me gusta abordar los temas desde la escala humana. La historia se detiene en las letras mayúsculas, pero luego están las minúsculas...».
  • Dónde: Teatros del Canal (Sala Roja). Madrid. Cuándo: del 16 al 23 de noviembre. Cuánto: de 25 a 30 euros.