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Stephen Schwartz: "Los musicales son el espectáculo total"

El compositor está en Madrid para el estreno de uno de los fenómenos del momento, 'Wicked'

Stephen Schwartz, compositor de 'Wicked' y de otros musicales como 'Godspell' Jesús G. FeriaPHOTOGRAPHERS

A Stephen Schwartz (Nueva York, 1948) le gusta Madrid. «La veo con mucha vida», comenta uno de los tótems de los musicales –«Wicked», «Godspell», «Pippin»..., y también responsable de melodías de películas como «Pocahontas», «El jorobado de Notre Dame» y «El príncipe de Egipto»–. Aun así, el «boom» de este género en Gran Vía (y otros espacios de la ciudad) no es ninguna novedad para el compositor. Lo dice con una cara amable, pero sin sorpresas: «Aunque tal y como lo conocemos hoy es un tipo de arte americano, te puedes ir tan atrás como quieras para encontrar “La flauta mágica” o “Carmen”. Siempre han estado ahí».

Bien sabe de lo que habla un hombre que nació no demasiado lejos de Broadway. «Los musicales son el espectáculo total. Siempre deben dejarte con hambre de más. Cuando está bien hecho, no hay nada como esto: el impacto de los actores, la música, los bailes... todo va directo al corazón», sentencia el padre de este «Wicked» con libreto de Winnie Holzman y dirección de David Serrano.

Pase gráfico del musical Wicked,Jesús G. FeriaFotógrafos

Un hito escénico apabullante en cifras: cuarto «show» con más permanencia en Broadway, más de 8.000 representaciones, 21 años ininterrumpidos, 15 traducciones, 60 millones de espectadores, más de 100 premios... Aun así, Schwartz huye de hablar de sí mismo y de sus logros –«no me gusta»–. Tampoco comulga con etiquetas que le clasifiquen como alguien especial dentro del género, aunque sí tiene presente la definición de «genio»: «Lo es aquel que coge algo que está delante de cualquiera y que no todo el mundo puede verlo; sin embargo, una vez que él lo ha visto y lo ha trabajado, ya lo puede ver todo el mundo». Ahí sitúa a Gregory Maguire, autor del libro del que nace el fenómeno, «Wicked: The Life and Times of the Wicked Witch of the West».

Maguire, dice el compositor, se centró en un personaje claramente malo, «sin grises», y «ha logrado que todos veamos que ese mundo es mucho más complejo. Es una idea brillante», asegura sobre una historia que se remonta a los orígenes de «El mago de Oz». La historia jamás contada de las brujas de Oz, Elphaba –la futura Malvada Bruja del Oeste– y Glinda –la futura Bruja Buena del Norte–: sus orígenes, su relación de amistad y los acontecimientos sucedidos antes de la llegada de Dorothy.

Leer y visualizar

Cuenta Schwartz cómo según lee los libros va visualizando las escenas, «aunque montar un musical lleva mucho tiempo», puntualiza. Apunta qué quitar y qué guardar, las nuevas ideas... «Sabía que el odio entre Elphaba y Glinda que se ve desde el primer momento tenía que estar. Elphaba parecía la protagonista absoluta, pero según escribíamos Glinda era imparable». Dos protagonistas, la buena y la mala, que van evolucionando para mostrar que «ni los buenos son tan buenos ni los malos tan malos. Son personajes complicados que al juntarse son más completos», defiende.

A pesar de sus diferencias iniciales y de la rivalidad que surge entre ella, ambas forjan una inesperada, pero profunda, amistad. Sin embargo, sus caminos se separan por la presión de un mundo que no tolera las diferencias.

Pase gráfico del musical Wicked,Jesús G. FeriaFotógrafos

El compositor avanzaba en su empresa sin mirar más allá. Nunca, cuenta, pensó en defraudar o no a los seguidores de «El mago de Oz»: «Yo soy el primer fan de esa historia y aquí solo quería mostrar mi punto de vista», asegura sobre lo que denomina como «un mito de la cultura estadounidense». «Cada año se repite en la televisión. Hemos escuchado sus músicas una y otra vez. Es raro el día que un periódico, un anuncio o la televisión no hace referencia a algún momento de “El mago de Oz”, por eso, ver esa historia desde otro lugar es excitante. En este libro aparecen aspectos de la historia original que no queríamos dejar fuera, como el porqué de los zapatos de Dorothy, el mono volador o el motivo de que Elphaba lleve así el gorro. De esta forma la historia se cierra como un círculo».

Cuando a Schwartz le citas alguna de sus canciones cambia el gesto. Arruga la cara. Es como si le sonara dentro de su cabeza y la sintiera por primera vez. Así, «Desafiando la gravedad» («Defying Gravity») es especial para él. Da nombre al libro en el que repasa su carrera, aunque antes de eso, ya fue una de las melodías fundamentales de «Wicked», la que cierra el primer acto. «Es la historia de alguien que descubre sus poderes y está tomando posesión de ellos. Quiero que cada nota surja del suelo. Te llega un poder, pero eso también tiene un precio».