"The Crowded Room": la tragedia que dio alas a la psicología forense
AppleTV+ estrena los tres primeros capítulos de la nueva serie de Tom Holland, dando vida a un joven que no sabe cómo se ha visto envuelto en un conato de crimen
Madrid Creada:
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Si son ustedes aficionados a eso que los americanos bien llaman «doom-scrolling» y que no es más que un palabro que define lo de ir navegando y navegando por una plataforma (por ejemplo) sin saber qué demonios ver, es probable que les suene, y mucho, el nombre de Billy Milligan. Y es que, prácticamente, cada ente del «streaming» le ha dedicado un documental, una serie o, en el peor de los casos, una oda. Quizá el más famoso sea «Monstruos internos: las 24 caras de Billy Milligan», que está disponible en Netflix y que, por supuesto, usted se ha encontrado mientras se le enfriaba la comida que iba a acompañar el visionado.
Su tremebunda historia, la de uno de los primeros y mejor documentados casos de trastorno de identidad disociativo (anteriormente, de personalidad múltiple) ha fascinado, desde lo científico y desde lo morboso, a generaciones enteras de curiosos. No en vano, entre 1975 y 1977, el también conocido como «violador del campus» cazó hasta a cuatro víctimas sin reconocer, por ser presa de esta enfermedad mental, que había sido él mismo quien había cometido los crímenes. Ese relato, el del más cruel de los trastornos, fue guionizado por Daniel Keyes en el libro «The Minds of Billy Milligan», un súper ventas que acabó dando alas a la popularización de la psicología forense, cuando Estados Unidos todavía recordaba con horror el asesinato de Sharon Tate a manos de la secta de Charles Manson.
Ya en este siglo, el libro llamó poderosamente la atención de Akiva Goldsman, ganador del Oscar por el guion de «Una mente maravillosa» (2001), que se decidió entonces a narrar una historia que bebiera de aquella tragedia, pero que jugara en las grandes ligas de la televisión de prestigio, siendo consciente de lo delicado que podía ser el tema y, de alguna forma, recuperando el interés empático más allá del puro morbo. Así, y no como adaptación directa, AppleTV+ estrena esta semana «The Crowded Room», protagonizada por Tom Holland («Spider-Man: No Way Home»), Amanda Seyfried («Chicas malas») y Emmy Rossum («Shameless»).
Es esta última la que atiende a LA RAZÓN, por videoconferencia, sobre una serie que nos transporta hasta el Manhattan de los setenta en toda su gloria decadente, con pantalones de pata ancha y alguna que otra patilla: «Solo me dieron el guion de los primeros cuatro capítulos. Y eso ya atrajo mi atención, por lo visceral de lo que estaba escrito. Creo que la serie captura muy bien los matices de los personajes, pero también el espacio y el tiempo en el que ocurre todo, con una ciudad vida que, de verdad, luce real, luce auténtica», explica.
Y sigue, sobre una Candy, su personaje, a la que vemos sufrir como madre del personaje de Holland durante varios años, a través de «flashbacks» en los que vemos el tribulado desarrollo del protagonista: «Me atraía poder interpretar a un personaje a través del tiempo. Además, haciendo al principio de madre adolescente, lo cual me forzaba a imprimirle, por momentos, una energía casi infantil al personaje». Y es que, de hecho, la elección de Rossum para el papel no estuvo exenta de polémica, ya que apenas tiene diez años más que el propio Holland, primera contratación y pilar central del proyecto. «En su núcleo, mi personaje trata sobre cómo una madre y un hijo pueden llegar a perder su conexión natural y cómo pueden, o no, ser capaces de reencontrarla», completa sincera la intérprete.
Rossum, nominada al Globo de Oro por «El fantasma de la ópera» (2005) acababa de ser madre cuando aceptó el rol y, durante el rodaje, se enteró de que estaba esperando a un segundo bebé, al que acaba de dar a luz. «Como madre en la vida real, claro que te cambia la perspectiva al hacer de madre en la ficción, pero te interesa separar ambos mundos y, sobre todo, ambas experiencias de crianza. Es curioso como eso me ha hecho entender lo poderoso de los secretos familiares y cómo nos convertimos en cómplices o no de los mismos. Ese es el poder de la serie, realmente, el de llevar a los espectadores de la mano de un misterio, hacer que se comprometan», completa la actriz, pero, ¿tiene sentido jugársela al compromiso de unos espectadores cada vez más volátiles y hacerles esperar varias semanas para descubrir el pastel? Rossum se despide: «Por supuesto que sí, porque aunque a veces lo olvidemos, ese es el alma de la televisión de prestigio».