Tiberio Graco. El hombre que cambió Roma
Una Roma en expansión vio el ascenso de este hombre que se convirtió en símbolo de las clases populares y ahora Luis Manuel López Román, autor de "Tiberio Graco. Tribuno de las legiones" escribe sobre su transformadora figura
Madrid Creada:
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Salvo algunas excepciones, las grandes crisis de la Historia se han producido porque la clase dirigente no ha sabido interpretar los procesos de cambio en los que su mundo estaba inmerso. A mediados del siglo II a.C., Roma comenzaba a sentir los primeros síntomas de una de estas crisis.
En el 146 a.C., la ciudad de Rómulo destruyó Cartago y Corinto, dos victorias que terminaron por afianzar la hegemonía de la Urbe en el Mediterráneo. Pese a su imparable expansionismo, Roma seguía dependiendo de unas estructuras más propias de una ciudad estado arcaica que de un imperio plurinacional. Ante todo, su ejército conservaba una estructura en la que solo los ciudadanos con un patrimonio mínimo podían luchar como legionarios. No obstante, esos mismos ciudadanos campesinos que durante siglos habían cultivado sus tierras una parte del año y combatido en los meses estivales estaban siendo sustituidos por masas de esclavos que trabajaban los grandes latifundios en manos de unos pocos terratenientes.
La propiedad de la tierra comenzaba a concentrarse en unas pocas manos, haciendo que muchos campesinos sin tierras pasaran a ser proletarii, hombres sin patrimonio que, en consecuencia, no podían servir en las legiones. En el momento en el que las legiones tenían más necesidad de hombres, Roma se encontraba con que sus reservas humanas estaban casi agotadas.
Es aquí donde aparece la figura de Tiberio Sempronio Graco. Hablar de Tiberio es hablar de un hombre, pero también de un mito. Del hombre sabemos poco, apenas unas líneas que nos cuentan Apiano y Plutarco, dos escritores que vivieron siglos después de nuestro personaje. Del mito sabemos mucho más; pero, como ocurre con todo lo que está envuelto en las brumas míticas, hay que tomar estos datos con precaución.
¿Cómo pasó Tiberio Graco de ser un hombre a un mito? Ya desde la cuna, Tiberio nació llamado a formar parte de la élite de República: era hijo de un cónsul y censor, y nieto nada menos que de Escipión el Africano, el hombre que había derrotado a Aníbal. Desde niño, fue educado en la más estricta moral romana, y ya de joven demostró su virtud combatiendo con honor en la Tercera Guerra Púnica. Unos años más tarde, como cuestor, Tiberio salvó de la aniquilación a todo un ejército romano cercado por los hispanos en Numancia. Cuando cumplió los treinta años, Tiberio era popular y rico, tenía prestigio militar y contaba con poderosas alianzas en el Senado: una brillante carrera se le abría por delante.
Sin embargo, fue el año 133 a.C. el que marcó su carrera. Ese año, Tiberio Graco fue elegido tribuno de la plebe, una magistratura nacida a comienzos de la República con el objetivo de proteger los derechos del pueblo frente a los abusos de los patricios. Pese a que, con el paso del tiempo, el tribunado se había convertido en una herramienta política en manos del Senado, Tiberio tuvo muy claro su objetivo: defender los intereses del pueblo y los de Roma, que para él debían ser los mismos.
Junto con sus aliados políticos, Tiberio presentó una ley, la lex Sempronia, que suponía que ningún ciudadano romano podía poseer más de una determinada cantidad de ager publicus. Este tipo de campos eran en realidad propiedad del estado romano, pero habían acabado en manos de los terratenientes ricos que los explotaban como propios. Según la ley, las parcelas que excedieran del máximo marcado serían expropiadas, y los excesos repartidos entre los ciudadanos sin tierras. De este modo, Roma tendría de nuevo una base de propietarios amplia y la escasez de legionarios quedaría solventada.
Como era de esperar, la ley agraria suscitó una enorme oposición entre la aristocracia, que veía amenazado su patrimonio. Los senadores trataron de bloquear la reforma, obligando a Tiberio a radicalizar sus posturas como tribuno de la plebe. Le acusaron de aspirar a la tiranía y de promover la sedición. Pese a ello, Tiberio consiguió aprobar su ley y los repartos de tierras comenzaron a hacerse realidad.
Pero el Senado no había dicho su última palabra. Mientras se celebraba la asamblea en la que se debía reelegir a Tiberio como tribuno, una muchedumbre, guiada por el pontífice máximo Escipión Nasica, cayó sobre el candidato y sus seguidores y desencadenó una matanza. Durante los enfrentamientos, Tiberio fue asesinado, y junto a él miles de sus partidarios.
El Senado mandó así un mensaje a todos aquellos políticos que pretendieran acometer reformas a costa de sus privilegios. Pero, al mismo tiempo, entregó a la plebe de Roma un arma muy poderosa: la figura de un mártir. Tiberio Graco pasó de ser un político reformista a un héroe del pueblo. El Senado asesinó al tribuno de la plebe, al hombre; pero al mismo tiempo creó el mito de Tiberio Graco.
Para saber más
Luis Manuel López Román
Desperta Ferro Edicones
792 pp
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