Dos toros y ningún destino
►Uno de Jandilla y otro de Victoriano del Río dieron opciones en la corrida celebrada en la Feria de Otoño de Madrid
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Diego volvía a Madrid ya sin lluvia para hacer el paseo. Era un paseo mayúsculo porque venía de cortar dos trofeos en Sevilla. Y no era casualidad, porque nada en un diestro hecho en La Rioja a fuego lento a lo largo y ancho de dos décadas lo es. Más bien un milagro que un torero de Arnedo tenga unas cualidades tan extraordinarias para el toreo de verdad. El toro de Jandilla tenía cosas buenas, porque tomaba el engaño por abajo y con cierta codicia, pero no quería empujar en la muleta. Feo y destartalado el ejemplar de Jandilla fue lo que parecía y no toro para Madrid. Los (sobre todo) naturales de Diego fueron extraordinarios, porque así torea él, con el pecho, el cite perfecto, contundente a la hora de coger el estaquillador y pura seda para delimitar cómo mandar con los vuelos. Mil y un matices, que ayer pasaron desapercibidos a la fuerza con un toro que no tuvo poder y en Madrid eso es faena truncada.
Sin clase ninguna llegó a la muleta de Diego el cuarto. Lo intentó el torero riojano con una faena de trazo perfecto, pero emoción imposible.
Peligro
Venir a Madrid dista mucho de un paseo, con el toro que le salió en segundo lugar a Manzanares mucho más. El animal se revolvía raudo y veloz, sobre todo a la mínima que notaba la muleta por arriba. Los pases de pecho eran jugarse la vida porque antes de que encontrara la salida el toro, le tenía encima el torero. Así era. Sometido tenía ese punto de transmitir importancia a lo que hacía. Y el alicantino no volvió la cara, dentro de su registro y el público se lo agradeció.
Un toro importante con sus complicaciones
Otra cosa fue el quinto. Paco María, el picador, lo bordó en el tercio de varas. Fueron dos, a punto la tercera, pero respetando el rito. Encastado llegó a la muleta de Manzanares, repetidor, punto violento, pero toro muy de Madrid. El alicantino no se quitó del medio, pero tampoco apostó con todas las de la ley y en el duelo que mantuvieron no salió ganador. Era toro de los que requiere despejar muchas dudas. No vale todo ni se empaca nada, animales así dejan todo al descubierto sobre el ruedo venteño.
A Paco Ureña le salió cara la faena del tercero. Estaba en mitad de ella, buscando las vueltas a un toro que quería ir, más cuando rondaban los muletazos por abajo y sometido. Tenía codicia y ese punto de casta que ampliaba el espectro de incertidumbre. Ureña se empeñó en cruzarse mucho con el toro, cosa que se le valoró, y a su vez interrumpir las tandas para hacerlo. Había muletazos con buen aire, pero aislados, sin acabar de alcanzar una rotundidad propia del día y la hora. En un momento, en un cite, dejó una pequeña ventana abierta y el toro encontró un portal donde meterse y hundir el pitón al torero en décimas de segundo. Visto y no visto, herido. Siguió, sin mirarse. Sin dar importancia al momento y mató al toro, que había tenido sus muchas cosas buenas.
Salió para matar al sexto, que no tuvo clase esta vez, que soltaba la cara y que el murciano no vio faena y abrevió.
La tarde había sido rara. Hubo momentos de rozar la línea, esa delgada línea roja que separa los momentos que pueden ser sublimes de la normalidad. Nos quedamos a las puertas de todo. Y de nada. Dos toros y ningún destino.
Ficha del festejo
► LAS VENTAS (MADRID). Se lidiaron tres toros de Jandilla, 1º, y tres e Victoriano del Río. El 1º, de poco empuje y transmisión; 2º, complicado, 3º, bueno; 4º, va y viene sin clase; 5º, bravo y encastado, ovacionado en el arrastre; 6º, deslucido y sin clase. Lleno en los tendidos.
► Diego Urdiales, de azul y oro, estocada caída (silencio); estocada, aviso, dos descabellos (silencio).
► José María Manzanares, de azul marino y oro, pinchazo, estocada (saludos); dos pinchazos, estocada, aviso (saludos).
► Paco Ureña, de obispo y oro, aviso, estocada, dos descabellos (saludos); pinchazo, estocada, siete descabellos (silencio).