Primera de Castellón: Cuando la emoción brilla por su ausencia
Perera y de Justo fueron ovacionados pese a no sacar nada en claro de una manejable victorinada
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Con el susto en el cuerpo -por la mañana se suspendió ya el festejo inaugural de recortes- y viendo como las barbas del vecino fueron cortadas 24 horas antes por un mal tiempo que también aquí amenazaba, comenzó una nueva edición de la Feria de La Magdalena, serial que tras el forzoso traslado del pasado año a junio volvía a darse en sus fechas tradicionales.
Y arrancó con un mano a mano que si en la teoría era muy interesante, máxime si se tiene en cuenta que enfrente había toros de Victorino Martín, otro aliciente importante, en la práctica y a efectos administrativos no llenó más de media plaza ¿Qué pasa? Pues, a lo peor, que en el ruedo suele haber poca emoción. Los toros de Victorino, por ejemplo, paradigma de picante e interés, salieron ahora de una manejabilidad incompatible con la tensión que requiere este espectáculo.
Un cinqueño -como toda la corrida- cornipaso y serio abrió plaza, pero todo su ímpetu y majestuosidad se pareció diluir tras el único, y leve picotazo, que recibió en varas. Pero aguantó en el último tercio, embistiendo además de con suavidad, con docilidad y templanza, permitiendo a Miguel Ángel Perera una faena muy cómoda y tan limpia como larga pero sin emoción alguna.
Su segundo, pese a su al parecer obligada falta de fuerza, también fue muy manejable y de gran nobleza, arrastrando el morro por la arena. Sólo bien mediada ya su labor, Perera logró acoplarse en dos tandas al natural, pero sin apurar el mucho contenido de un victorino incansable.
El quinto, tímidamente protestado por su blandura, era la última carta de Perera, que estuvo mucho rato con el toro pero sin lograr que hubiese conexión entre las partes, en una labor larga y monótona que no interesó a nadie.
Pese a que se le cuidó mucho en el caballo, el segundo tampoco tuvo mucha pujanza, llegando a la muleta mucho más incierto y revolviéndose con presteza. Se tragaba dos muletazos pero al tercero esperaba, mirando y viendo qué pasaba. Emilio de Justo anduvo dispuesto y firme, tratando de desengañar a su oponente en una labor si bien un tanto intermitente valiente y muy digna.
.El más escurrido y vareado cuarto se llevó un buen puyazo y estuvo mucho rato bajo el peto. Se revolvía como una largartija y buscaba los tobillos, obligando a su matador a doblarse por bajo de inicio para intentar domeñar ese genio. Y aunque corrigió aquellos defectos no pudo impedir que mirase mucho antes de tomar el engaño, cosa que hizo también con rectitud una vez embarcado, llevándole largo y sometido. Ligó varias series de derechazos con empaque y no poca quietud y otra al natural, más corta pero intensa, antes de volver a la derecha, ahora sin ayuda y un tanto despegado. Tardó en matar y la posibilidad de premio se evaporó.
Buscó triunfar con el sexto pero ya no hubo material. Un toro de muy poca energía y paradísimo hizo inútil su esfuerzo por sacar algo positivo.