Toros

Justicia divina para Rafaelillo, al borde de la tragedia en su vuelta a Pamplona

A hombros junto a Escribano y Valadez en tarde de palco generoso y toros encastados de La Palmosilla

Rafaelillo cogido por el cuarto de la tarde
Rafaelillo cogido por el cuarto de la tardeRodrigo JiménezAgencia EFE

La última vez que Rafaelillo actuó en la plaza de toros de la Misericordia se vivió el espanto más absoluto. Una cogida en el hemitórax que nos dejó sin aliento en ese momento y en los que vinieron después. Con el tiempo acabó por llegar una pandemia de ciencia ficción y nos pasó a todos por encima. Su regreso emocionaba. No era para menos. Suponía la lucha del hombre. Invencible Rafael a la vuelta de las oscuridades del dolor y la negritud del alma.

Quiso Rafaelillo, que el illo le queda demasiado pequeño para lo grande que es desandar las huellas del pasado y en el comienzo de su primero hubo suspiros contenidos cuando toreó de rodillas en tablas. Se quedó corto y apretó por dentro el de La Palmosilla. Desarrolló mucho carbón el animal. Cuando le puso la muleta por el derecho la devoró. No había perdón, no quería fallos y se revolvía rápido, pero tenía emoción. Rafael lo supo y a la labor no le faltó intención en ningún momento. Resuelto, con oficio y valor el torero. La estocada hizo el resto y paseó triunfal esta vez, feliz y risueño el doble premio. Sufrimiento dejaba atrás. En esos dos trofeos estaba el éxito y una historia humana de superación que sólo él y los suyos conocieron a fondo. Besó la arena de la plaza acabada la vuelta al ruedo. Ay Rafaelillo qué bueno verte de vuelta por esta tierra.

Pero la historia no estaba escrita ni completa. Quedaba otro y el de La Palmosilla tuvo mucho que torear, sin parar, con complicaciones y transmisión. Apenas iniciaba la faena al cuarto el animal lo cogió y volteó feo. Horroroso. Los peores recuerdos vinieron justo ahí. No fue voltereta seca, sino de las que tienen continuidad. ¡Qué peaje! Se mantuvo en el ruedo y quiso hacer faena hasta matarlo de una estocada baja pero fulminante.

Escribano nos cortó la respiración por segundos. A 40 grados no es bueno, Manuel. Se fue a portagayola en el segundo. Si, también en Pamplona. Respetos máximos. El de La Palmosilla se quedó corto después y resolvió después de un tercio de banderillas lucido y una espada efectiva. Dos trofeos más.

En el quinto regresó a la puerta de los miedos, que en Pamplona es la de los infiernos. Y puso oficio con el buen quinto. La espada se fue abajo y esta vez aguantó el ímpetu del público que quería otro trofeo más.

A Leo Valadez le tocó otro toro que tuvo movilidad y celo. Lo supo el torero que lo lució en la distancia. Expuso con él y fue capaz de enseñarlo y buscar el triunfo por los caminos del adorno y los recursos, perdiendo la faena el sentido último. Su estructura de toreo fundamental. La estocada a la primera fue decisiva y el cargamento de fuegos artificiales y esfuerzo le sirvió para que la fiesta continuará con un Palco súper a favor. A la hora de la merienda ya sumábamos la triple Puerta Grande.

Dominio necesitó el sexto y anduvo a su aire gran parte de su lidia, también en los primeros tercios. Ya al final tendía a quedarse corto si no lo llevabas con ese punto pegajoso. Fue toro con faena. Valadez siguió la leyenda de sumar con toraco grande y en Pamplona. No es ecuación fácil. Corrida para ver con otros códigos. Exigente y buena.

Ficha del festejo

PAMPLONA. Sexta de la Feria de San Fermín. Se lidiaron toros de La Palmosilla. El 1º, encastado, bravo y pegajoso; 2º, de corto viaje; 3º y 4º, encastados; 5º, bueno y a menos; 6º, con buen fondo. Lleno en los tendidos.

Rafaelillo, de malva y azabache, estocada (dos orejas); estocada baja (oreja).

Manuel Escribano, de blanco y oro, estocada (dos orejas); estocada baja (vuelta).

Leo Valadez, de azul y oro, estocada (dos orejas); media estocada, cuatro descabello (silencio).