Tauromaquia y arte

Albert Serra revoluciona Bruselas con una instalación inmersiva protagonizada por Pablo Aguado

El cineasta catalán construye una obra que desafía las fronteras entre memoria, arte y cuerpo, con una estética radical que huye del homenaje clásico y busca la conmoción

Los Reyes inauguran mañana en Bruselas Europalia España, festival que acoge la pieza 'Tauromaquia', de Albert Serra
Los Reyes inauguran mañana en Bruselas Europalia España, festival que acoge la pieza 'Tauromaquia', de Albert SerraEuropa Press

Albert Serra no ha querido hacer una pieza sobre toros. Ha querido crear un espacio donde la tauromaquia respire, tiemble y se manifieste como experiencia estética total, y lo ha logrado con "Tauromaquia", su nueva instalación inmersiva protagonizada por el matador Pablo Aguado. La obra, inédita hasta ahora, se presenta en el marco de Europalia, el prestigioso festival europeo que este año pone el foco en España y que ha sido inaugurado por los Reyes en Bruselas.

El director catalán, premiado en San Sebastián por su película "Tardes de soledad", toma aquí otro rumbo, aunque con un punto en común: convertir lo taurino en algo más que un tema, en una forma de mirar el mundo. Para Serra, no se trata de documentar el toreo, sino de penetrar su misterio, y lo hace con una pieza que oscila entre el cine, la instalación y el sueño.

La obra está construida a partir del material rodado junto a Aguado durante el proceso de su largometraje, pero el resultado va más allá de la pantalla. "Tauromaquia" se despliega como un cuerpo vivo dentro del Palacio de Bellas Artes BOZAR, donde las imágenes no se explican, se sienten, y donde el toreo no se representa, sino que se invoca.

No hay intención didáctica, ni guiño al espectador complaciente. Lo que Serra propone es un viaje. Un diálogo con las visiones taurinas de Goya, Picasso y Oteiza, pero desde una disidencia respetuosa. Aquí no hay homenajes, sino tensión. No hay ilustración, sino búsqueda. El resultado es una experiencia sensorial que invita a escuchar los silencios del ruedo, a seguir el ritmo interno de una faena imaginaria, a mirar con ojos nuevos lo que parecía ya visto.

La elección de Aguado no es casual. Su toreo sereno, clásico y lleno de matices, encarna esa dimensión espiritual que Serra persigue. En lugar de mostrar sangre o clamor, el director captura el temblor contenido, la cadencia lenta del pase, la espera del instante. Y así, el torero se convierte en imagen sagrada, en símbolo flotante dentro de un museo que también es plaza, capilla y sala de montaje.

Con "Tauromaquia", Serra no solo firma una obra provocadora: abre una grieta en la forma en que entendemos el arte taurino hoy. Lejos de los tópicos y de los discursos enfrentados, nos ofrece una mirada nueva: ni defensiva ni nostálgica, sino intensamente libre y radicalmente artística. Una propuesta que, como el buen toreo, no explica nada… pero lo dice todo.