De cuando Victorino Martín debutó en Las Ventas
El 18 de agosto de 1968 lidió por primera vez a su nombre en Las Ventas; sus toros dieron espectáculo y aquella misma temporada todavía lidiaría otras dos corridas en la Monumental madrileña. La leyenda comenzaba
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El 30 de abril de 1961, en Zaragoza, Victorino Martín lidió su primer festejo, todavía como “Escudero Calvo”, una novillada para Palmeño, Manolín Herrero y Emilio Oliva. El 29 de junio de 1964 fue sacado a hombros por primera vez de una plaza; la de Aranjuez, tras el éxito que sus novillos procuraron a José Fuentes, que tras el percance de Vicente Punzón, con el que actuaba mano a mano, se quedó como único espada y cortó 5 orejas, debutando con una corrida anunciada a su nombre el 29 de junio de 1967 en la plaza cántabra de Castro Urdiales, en la que la rejoneadora Antoñita Linares y los matadores Antonio de Jesús y Barajitas, que sustituía a Paco Corpas, no cortaron ni un oreja. Sin embargo sus toros fueron ovacionados.
Pero para alcanzar su primera meta, el ser reconocido como un gran ganadero, tenía que lidiar en Las Ventas. Ya lo había hecho en 1965 con una novillada, lidiada a nombre de Hermanos Martín, seis cinqueños que dieron que hablar y por la que mantuvo un conflicto con la empresa gestora de la Monumental a cuenta del pago de la misma... Solucionado este asunto, y tras haber ofrecido sus toros, gratis, a las figuras del momento en una campaña en pro de la integridad de la fiesta, por fin, se anunció una corrida de Victorino Martín en Las Ventas. Fue el 18 de agosto de 1968. Unos meses antes a punto estuvo de producirse una tragedia que habría dado al traste con todo: un semental, “Hospiciano”, de 9 años, se arrancó al ganadero y le propinó hasta nueve cornadas que a punto estuvieron de costarle vida. Pero, duro como una piedra, el de Galapagar se recuperó y repuesto del susto llevó sus toros a la plaza más importante del mundo.
Pepe Osuna, Adolfo Ávila “El Paquiro” y Adolfo Rojas fueron los diestros que se midieron a sus toros. La corrida, en conjunto, tomó 23 puyazos y El Paquiro resultó cogido por su primero. El semanario El Ruedo, que tituló “Demasiado toro en corrida modesta”, recogía estos apuntes en la crónica de aquel festejo: “Pepe Osuna se vestía de torero por segunda vez en todo el año. Y como los toros no le dejaban hacer ese toreo medio serio, medio bufo en que se ha encasillado, anduvo bastante a la deriva toda la tarde y solamente cosechó protestas del tendido. Con el toro cuarto hubo incidente. Pepe Osuna quiso imitar a Curro Romero y empezó por negarse a matar al toro. Al final salió para quitarse de delante al toro de una media en el gollete.
Adolfo Ávila quiso hacer el toreo “de siempre” a toros que no lo admitían y estuvo merced del segundo toro. Se defendió con el capote, pero en cuanto se paró muleta fue cogido.
El que pasó con más discreción y hasta con aplausos que casi tuvieron fuerza para hacerle dar una vuelta al ruedo, cortada por las protestas, fue Adolfo Rojas, que inició su faena al primero sentado en el estribo, banderilleó a sus dos toros y escuchó ovaciones y un aviso en el sexto. En total, un balance de discreto resultado”.
Pero el juego de los cárdenos de Victorino gustó tanto a la parroquia venteña que unas semanas más tarde, el 8 de septiembre, se anunciaban de nuevo en el coso madrileño. Juan Antonio Romero, José Luis Barrero, que de no fallar con el estoque hubiese podido salir a hombros, y Flores Vázquez fueron sus matadores en una tarde en la que el público se puso de nuevo de parte del ganado, volviendo la empresa a anunciar una corrida de Victorino para el 22 de aquel mismo mes de septiembre. El Inclusero, Paquiro y Paco Ceballos fueron los toreros que se pusieron frente a ellos y en esta ocasión, por fin, se pudo pasear una oreja. Paquiro fue el afortunado y El Inclusero dio una vuelta al ruedo. Otro éxito. En apenas un mes había lidiado tres corridas y nadie hablaba de otros toros que no fueran los suyos. El impacto que causaron en los aficionados fue tremendo. Tanto es así que al año siguiente le compraron otras tres corridas para esta plaza.
Por cierto, en aquella función del 8 de septiembre asistió por primera vez a una corrida Victorino Martín García, el hijo.
A partir de ahí la leyenda se fue haciendo grande. Andrés Vázquez lograría una gran triunfo en 1970, luego llegaría la llamada “corrida del siglo”, el 1 de junio de 1982, con Ruiz Miguel, Luis Francisco Esplá, José Luis Palomar y el propio ganadero saliendo a hombros con las cámaras de televisión en directo, el indulto de “Belador”, el primer y único toro al que se perdonaba la vida en esta plaza, el 19 de julio de aquel mismo año. "Sabíamos que estábamos haciendo historia" dijo el ganadero.