Entrevista

Sebastián Castella: «Los toreros somos creadores... y crear es una necesidad vital para mí»

Dueño de seis puertas grandes en Madrid, el torero más importante que ha dado Francia mira con perspectiva su carrera y su forma de concebir el arte

Sebastián Castella: «Los toreros somos creadores... y crear es una necesidad vital para mí»
Sebastián Castella: «Los toreros somos creadores... y crear es una necesidad vital para mí» Sara de la FuenteSebastián Castella

Veinticinco años después de tomar la alternativa, Sebastián Castella se detiene a mirar su carrera con la serenidad que solo da el tiempo. No habla desde la nostalgia, sino desde una conciencia plena del camino recorrido, con sus triunfos, sus sombras y sus transformaciones. Figura indiscutible del toreo moderno, el francés —seis veces puerta grande en Madrid— repasa con lucidez su trayectoria, reafirma su vínculo irrenunciable con el toro y reivindica el arte como una forma de resistencia íntima y vital.

¿En qué piensa Sebastián Castella al hacer balance de 25 años como matador de toros?

En que es mucho tiempo… y que, para seguir, hay que renovarse. He vivido etapas muy bonitas y otras duras, como todos, pero creo que justamente esos altibajos son los que permiten seguir creciendo. Si te duermes, te acabas. He tenido que renovarme muchas veces. No se puede durar tantos años si no hay evolución.

Si pudiera hacer algo diferente en su carrera, ¿qué cambiaría?

Nada. Siempre se dice eso de “ojalá tener 20 años con lo que sé ahora”, pero la verdad es que el aprendizaje requiere su tiempo. Puedes oír algo en diez minutos, pero necesitas diez años para comprenderlo de verdad. Yo no cambiaría nada: lo bonito es tropezar, aprender, levantarse… y volver a apostar. Cada caída te enseña. El toreo, como la vida, necesita tiempo y profundidad.

¿Se ha sentido en algún momento en plenitud con su toreo?

Sinceramente, cuando más he disfrutado ha sido en el año 2023, cuando también peor lo pasé al inicio de temporada. Pero cuando llegó ese día en Madrid con el toro de Jandilla y esa faena con el traje blanco y plata, sentí que todo lo que había estado buscando durante años, una carrera entera, se manifestaba por fin. Parte de ese cambio era transmitir que Sebastián Castella no es solo un torero de valor o entrega. Y aquí hago un inciso. El otro día, por ejemplo, Morante. A mí me fascina Morante. Las dos orejas... lo que más resalto es la entrega que tuvo. A muchos muletazos le tropezaba la muleta, pero la entrega... eso solo muy pocos son capaces de hacerlo así, con esa entrega total, estética y todo. Eso es lo bonito, lo que verdaderamente te transmite: esa entrega barroca, esa conexión entre lo íntimo y lo artístico. Y eso es lo que intenté mezclar en esa faena de Madrid: belleza, gestualidad, temple, ritmo. Torear hacia atrás, no en línea recta. Y en pocos muletazos, muchos vieron ese cambio. A partir de ahí, la temporada me regaló momentos muy bonitos también en Sevilla, en México, en muchas plazas. Todo con una paz interior que llevaba tiempo buscando.

¿Qué papel juega el estado personal en la expresión artística de un torero?

Es vital. Cuando uno está bien por dentro, lo proyecta. Yo lo sentí en temporadas anteriores también, como en 2019, cuando toreé en Colombia a un nivel que disfruté una barbaridad. Había una paz interior que me permitía expresarme con libertad. Cada etapa personal se refleja en lo que uno hace, y los toreros somos especialmente sensibles a eso.

¿Qué lo llevó a retirarse y dedicarse a la pintura durante un tiempo?

Seguir creando. Crear es una necesidad vital para mí. Los toreros somos creadores, con la muleta o con un pincel. La pintura me permitió expresarme cuando no quería saber nada del toro. Pero incluso ahí, todo lo que me pasaba seguía estando conectado con la tauromaquia. Mi exposición en Madrid, por ejemplo, fue gracias al toro. El toro siempre ha estado en mi vida.

¿Qué aprendió de convivir con grandes artistas como Botero?

Botero fue una fuente constante de inspiración. Cada año compartíamos tiempo juntos, hablábamos de arte, de vida. Igual con Domingo Zapata, con Diego Ramos, con Vilató (el sobrino de Picasso)… Cada uno me ha aportado algo. Son encuentros que te enriquecen como persona y como torero. Porque esto también va de humanidad, no solo de técnica. Hay sensibilidad, una mirada diferente, pequeños detalles que hacen que todo cobre un nuevo sentido.

¿Qué le ha enseñado la lucha por la tauromaquia en países donde está amenazada?

Que lo peor que le puede pasar al toreo es politizarse. La tauromaquia no es de ningún partido, es del pueblo. En Francia hemos conseguido blindarla precisamente porque supimos evitar la política. Cuando se intenta imponer una visión ideológica, se pierde. Y en eso los antitaurinos nos llevan ventaja, porque están muy organizados y muy bien financiados. Hay varias plazas colombianas que, cuando ha surgido la necesidad, he toreado gratis. Lo he hecho porque amo este mundo y porque el público merece respeto. Nos jugamos la vida, sí, pero el público paga por vernos. Y eso lo valoro profundamente.

Últimamente lo hemos visto acercándose a los más jóvenes.

Porque son el futuro. Este año he empezado a regalar capotes a los niños en la plaza, una idea que le copié a Pablo Aguado. Es una forma de sembrar. Si tú a un niño le das algo del toro, lo verá con otros ojos toda su vida. Puede que no sea torero, pero será aficionado, o al menos respetuoso. Y eso es fundamental.

¿Cree que su individualismo ha marcado su camino?

Sí, aunque siempre he intentado tender la mano cuando ha sido necesario. Pero, sinceramente, unir al gremio taurino es casi imposible. Lo he intentado muchas veces, especialmente en el tema de la televisión, pero al final cada uno va a lo suyo. Yo ya no me desgasto. Lo digo con respeto, pero lo cierto es que prefiero actuar y callar.

¿Qué queda por hacer después de tantas Puertas Grandes en Madrid y tantos éxitos?

Todo. Cada tarde es un mundo nuevo. Cada toro que sale por los chiqueros es único. Por eso sigo, porque aún me quedan cosas por sentir, por expresar. He tenido la suerte de emocionar en Madrid varias veces, de levantar a la plaza entera, de sentir ese “olé” ronco… pero no me conformo. Hay mucho por hacer todavía.

¿Piensa ya en la retirada?

Sí, se piensa. Es inevitable. Pero no es el momento. No me quedan muchos años, pero me quedan algunos. Y los voy a vivir con todo. Día a día, toro a toro. Como dice el Cholo (Simeone): partido a partido.

¿Es feliz con lo que ha hecho?

Sí. Me he equivocado y he acertado. He caído y me he levantado. Pero he vivido intensamente y me siento agradecido: a Dios, a la vida, al toro. No se puede pedir más.