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Crítica de clásica

Triunfal resurrección del Festival de Música de Canarias

La “Sinfonía Resurrección” de Mahler, con su hora y media, sus dos cantantes femeninas, coro y amplísima orquesta supone una auténtica ingeniería de la orquestación

La Filarmónica de Gran Canaria tocando en el Festival de la isla
La Filarmónica de Gran Canaria tocando en el Festival de la islaArchivo

Obra: Segunda sinfonía de Mahler. Director: Karel Mark Chichon. Soprano y mezzosoprano: Tatiana Lorenzo. Coro Estatal de Kaunas. Orquesta Filarmónica de Gran Canaria. Festival de Música de Canarias. Las Palmas, 28-I-2024.

Nunca puede faltar la Filarmónica de Gran Canaria en el Festival de Música de las islas y en esta ocasión con un programa grande, la “Sinfonía Resurrección” de Mahler, con su hora y media, sus dos cantantes femeninas, coro y amplísima orquesta. Excelentes resultados para una complicada gestación con ensayo general en la misma mañana del concierto vespertino. Karel Mark Chichon planteó una lectura muy atenta a una partitura de también difícil gestación. Mahler empezó el primer movimiento en enero de 1888, concibiéndolo en un principio como poema sinfónico “Todtenfeier”. La obra no se completó hasta 1894 con su movimiento coral inspirado en el poema “Auferstehen” -Resurrección- de Friedrich Gottlieb Klopstock, que había escuchado en el funeral de Hans von Bülow. En el verano del año anterior había compuesto los tres movimientos centrales. De ahí las desigualdades que muchos musicólogos han encontrado y, muy especialmente las reiteraciones en el extenso movimiento final, en el que el coro bien podría haber entrado antes y que el director de turno ha de saber cohesionar.

Estamos ante una auténtica ingeniería de la orquestación, con una plantilla formada por cuatro flautas -una de ellas de piccolo-, dos oboes y dos corno inglés, cuatro clarinetes y

clarinete bajo, tres fagotes y un contrafagot, diez trompas, ocho trompetas, cuatro trombones, una tuba, timbales, percusión, campanas, glockenspiel, órgano, dos arpas y la cuerda. Nada más y nada menos. Ya desde los acordes iniciales de la marcha fúnebre del primer movimiento con los violonchelos y contrabajos en fortísimo se pudo comprobar el excelente estado de la cuerda y más aún en el “andante moderato” del segundo tiempo, verdadera piedra de toque para ella.

Y otro tanto cabe decir de las maderas, los metales -hasta el mejor escribano echa un borrón y una trompa de la banda exterior falló una nota- o la percusión. La labor de Chichon en estos años ha sido muy fructífera y la agrupación es hoy una de las tres mejores de España. Hubo pausa entre el primer movimiento y el segundo, aunque sin llegar a aquellos diez minutos que recomendó Mahler. Tiempo para afinar en el único momento posible antes de la siguiente hora y para poder contrastar la rotundidad del primero con la placidez y serenidad del segundo. Dos sonoros toques de timbal conducirán al tercero, antes de los breves pero preciosos minutos del “Urlicht” de la contralto, un lied extraído de “Das Knaben Wunderhorn” en el que se eliminan percusión y parte de los metales, cantado con reposo y claridad por Adele Charvet.

Así llegamos al movimiento más largo, en cuya introducción Chichón supo representar el caos y lograr que el coro lituano entrase afinado y soprano -TaniaLorenzo- y mezzo alternasen perfectamente audibles antes de la explosión coral y la reintroducción de temas previos con los que Mahler buscó cohesionar la partitura, para concluir con las tres campanas y el órgano. Ese fue justo el mérito de Chichon, lograr la difícil coherencia de la sinfonía diluyendo sus reiteraciones. Un gran éxito que el maestro quiso compartir con el trombonista Bernard Doughty en su jubilación tras 35 años con la orquesta. Uno de esos detalles que unen a los profesores con su director.