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HISTORIA

Yasuke, la leyenda del samurái negro

Craig Shreve firma un libro que ofrece una mirada profunda a la fascinante historia del primer guerrero japonés de origen africano del siglo XVI.

Yasuke LR

Yasuke: un esclavo desde niño y natural de África Oriental, tal vez procedente de un pueblo de Mozambique. Oda No-bunaga: Daimyo (señor de la guerra), el primero de los tres grandes unificadores de Japón. Alessandro Valignano, sacerdote italiano y misionero jesuita que recibió el título de visitador de las Indias. Hermano Organtino, otro misionero y emisario de la Iglesia, uno de los pocos sacerdotes a los que se les permitió permanecer en tierras niponas tras la expulsión de la orden al completo. Akechi Mitsuhide, samurái y protector de Ashikaga Yoshiaki, el Shogun Errante, antes de ponerse a las órdenes de Nobunaga. Tokugawa Ieyasu, aliado de máxima confianza de Nobunaga. Jingorou, Ogura y Ranmaru, guardias samuráis de Oda Nobunaga… Con estos y otros muchos personajes, que remiten a un pasado antiguo en el Extremo Oriente, Craig Shreve ha compuesto un libro en que los sirvientes se mezclan con los poderosos y los clanes japoneses con los piratas.

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Se titula «La leyenda de Yasuke» (traducción de Lucas Esteban) y cuenta la historia de un hombre de origen africano nacido en el siglo XVI al que raptaron unos esclavistas cuando aún era un niño. Ya andando el tiempo, en su juventud acompañó a los misioneros jesuitas a Japón, donde, como dice el autor en una nota, fue «regalado» a Oda Nobunaga, un señor de la guerra japonés. Así las cosas, en su novela Shreve parte de acontecimientos y personas reales para levantar su ficción narrativa, cuyo subtítulo, «Un samurái africano», hace evocar esta estirpe de soldados tan famosos por su entrega, su nobleza y su capacidad de sacrificio, incluido en ello el suicidio o «harakiri»; de hecho, el autor aborda cómo el hijo de Nobunaga cometió, como se dice en japonés, «seppuku», recurso predilecto para la limpieza del honor.

En esto conviene hacer un alto para conocer o redescubrir a los samuráis surgidos en Japón en el siglo XII, cuyas actitudes frente a la vida acabarían convirtiéndose en pautas espirituales para toda la población nipona, sobre todo, durante los siguientes setecientos años de la época feudal del sogunado. El principio esencial de estos exquisitos combatientes da pie a «El código del samurái», un tratado de leyes y preceptos sobre el «bushido» o código de caballerosidad japonesa dirigido a los jóvenes guerreros y escrito, en el siglo XVI, por Daidoji Yuza: «Un samurái debe tener ante todo constantemente en mente, desde la mañana de Año Nuevo, cuando toma sus palillos para desayunar, hasta la noche del último día del año, en que paga sus facturas, el hecho de que ha de morir. Esa es su principal tarea». A. L. Sadler fue el responsable de la publicación, por vez primera en inglés, de «The Code of the Samurai» (1941), y su traductor Alfonso Colodrón dice al respecto de la misteriosa palabra: «“Samuray” es una expresión de respetable antigüedad y puramente japonesa que se utilizó en el siglo X por primera vez con el sentido de vasallo militar, y que fue adoptada a finales del XII por el gobierno militar de Kamakura como nombre oficial del Departamento de Guerra o “Samuray-dokoro”».

Arrancado de sus raíces

«Mi hogar es un lugar perdido, más parecido a un sueño que un recuerdo. Hasta los escasos fragmentos de memoria que conservaba y a los que me aferraba con fuerza me resultaban ajenos y distantes, como si perteneciesen a la vida de otra persona; la vida de alguien a quien no se habían llevado a la fuerza arrancándolo de sus propias raíces.» Este es el inicio de una historia en la que cobra voz el protagonista, que recuerda nostálgico las playas de su infancia, llenas de tortugas, y cómo aquel edén desapareció bruscamente. El momento clave en la trayectoria de Yasuke será el año 1579, cuando desembarca en la isla oriental tras una travesía llena de adversidades de la mano de Valignano. Entonces, su llegada causó un enorme asombro al presentar al muchacho un aspecto imponente al poderoso Nobunaga, que se mostró muy interesado en saber más de ese hombre de piel oscura del que todo el mundo hablaba.

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Tan impactado quedó Nobunaga, quien al comienzo sospechaba que Yasuke era negro por tintarse la piel, que le ofreció un puesto en su corte, lo que dio pie a una relación de respeto y lealtad que llevó al joven a convertirse en samurái. Es cuando adopta el nombre por el que ha pasado a la historia, pues se desconoce el verdadero. Asimismo, este de Shreve no es el primer libro que ha abordado la historia de Yasuke; en Japón, Kurusu Yoshio lo retrató en su cuento infantil «Kurosuke» en 1968, donde aparecía un personaje valiente y confiado en sí mismo. Sin embargo, algunos historiadores han cuestionado que Yasuke se hubiera convertido en un samurái dado que tradicionalmente esta posición estaba reservada a japoneses nacidos en la misma clase samurái. Lo más probable, de todos modos, es que Nobunaga hiciera una excepción con él considerando los honores que se le brindaron.

Comoquiera que fuera, todo el anecdotario que se conserva alrededor de este personaje ejemplifica la complejidad y riqueza de los intercambios culturales entre África y Japón en el siglo XVI: todo un choque cultural para dos miradas ante la vida que no podían ser más diferentes: la tribal africana, por un lado, y la de un shogunato que se encontraba en el apogeo de su poder luchando por consolidar el país que en ese momento aún se encontraba dividido en feudos enfrentados. Se cuenta que Yasuke se adaptó a la perfección a este nuevo contexto social y que, pese a ser un extranjero, ascendió en la jerarquía militar, se ganó el respeto del resto de samuráis y participó en varias batallas, incluida la de Tenmokuzan en 1582, en la que Nobunaga fue derrotado. «La leyenda de Yasuke» se mueve, por tanto, entre la ficción histórica y la narrativa épica, mostrando toda una serie de tradiciones japonesas en contraste con las tensiones de este joven africano que se enfrenta a un sistema social completamente nuevo, poniendo el énfasis en la importancia de la relación maestro-discípulo que subyace en la estructura samurái.