Obituario
Zarzo, el último de una generación
Fue siempre ese tercer o cuarto intérprete que arropaba con su actuación profesional, cómica o dramática, a la flor y nata de las estrellas de posguerra
Hay actores de reparto que son como el papel pintado: su omnipresencia los hace familiarmente transparentes. Y, sin embargo, son actores esenciales para configurar la escena de una obra teatral o cinematográfica. Manolo Zarzo es el último resistente de la generación de actores españoles más sólida y creativa del cine y el teatro españoles. Aprendió a cantar, bailar y actuar. Como niño prodigio, se enroló en 1948 en «Los chavalillos de España», donde coincidió y tuvo un romance quinceañero con Lina Morgan.
Ambos siguieron caminos distintos: Lina en la revista y Manolo, tras la gran oportunidad que le dio Antonio del Amo en «Día tras día» (1951), tuvo que recalar en las variedades arrevistadas. Manolo Zarzo –se apellidaba López Zarza– interpretó todo tipo de jóvenes vitalistas y golfos, hasta especializarse en papeles de galán un poquito sinvergüenza y joven calavera, y, con los años, en un apetitoso galán maduro. Fue siempre ese tercer o cuarto intérprete que arropaba con su actuación profesional, cómica o dramática, a la flor y nata de las estrellas de posguerra, de las que aprendió el oficio más duro: horas de rodaje esperando declamar algunas frases.
En «El pescador de coplas» (1954), españolada con Marujita Díaz antes de operarse la nariz, en la que se presentaba por el fenómeno de la copla aflamencada Antonio Molina, coincidió con otro joven, Vicente Parra, en sendos papeles secundarios. Su carrera fue la de un actor incansable, igual interpretaba al Niño de Triana en «Sangre y luces» (1954), sin acreditar, como el guion de Luis G. Berlanga, como un papelito en «Sierra maldita» (1955), siempre con Antonio del Amo. Cuando, en su debut, Carlos Saura lo escoge como protagonista de «Los golfos» (1960), no sabe que será el más importante de su carrera. Con Saura repetirá en «Llanto por un bandido» (1964) como El Sotillo, de la banda de El Tempranillo.
El año 1960 fue triunfal: ocho títulos de la mejor comedia española, con un papel importante en «A las cinco de la tarde» (1960), de José Antonio Bardem. Y en 1962, seis pelis, las más populares «El balcón de la luna», con Carmen Sevilla, Lola Flores y Paquita Rico, y «Aprendiendo a morir», debut de El Cordobés. Coincide en el musical «Escala en Hi-Fi» (1963) con los mejores actores de reparto en ciernes: María Isbert, Pepe Rubio, Laly Soldevilla, la cantante Karina y el gran Arturo Fernández. Lo llama Mariano Ozores para «Suspendido en sinvergüenza» (1963), y es uno de los protagonistas de la rareza «Llegar a más» (1963), el único filme del escritor Jesús Fernández Santos. Será un actor de reparto omnipresente en las series B de agentes secretos a lo James Bond, atracos espectaculares y «spaghetti western». Los títulos lo dicen todo: «Misión especial en Caracas» (1965), «Siete hombres de oro» (1965) y «Siete pistolas para los Mac Gregor» (1966).
En los años 70 se especializa en coproducciones de acción y papeles de galán joven y juguetón como en «Ellas los prefieren... locas» (1976), y más tarde de galán maduro en apuros. En su larguísima trayectoria en teatro, cine y teleseries es la sempiterna presencia familiar por recurrente. Su postrera interpretación, con 92 años, fue en el corto «El nuevo barrio» (2024), con el que sumaría casi los 200 títulos de una carrera cuyo mejor papel es haber sido el último gran secundario del mejor cine español.