Jon Rahm
El infierno del US Open espera a Jon Rahm
El golfista español trata de ganar su primer Major en «el torneo más difícil del mundo». Lo afronta como número dos del mundo
«El torneo más difícil del mundo». Todo aficionado al golf, en cualquier confín del planeta, sabe que el US Open, la cita que siempre (casi: volveremos sobre este asunto) se celebra en junio es un suplicio para los jugadores por la inveterada tradición de la organización de colocar banderas imposibles en campos de calles estrechas y roughs altísimos, más bien matojos entre los que perderíamos de vista a un niño de dos años.
El año pasado, en el campo californiano de Pebble Beach, relajaron las costumbres: el semidesconocido Gary Woodlandganó con trece golpes bajo par y hasta 31 competidores le ganaron al campo. Una enormidad y también un deshonor que puso en duda la esencia infernal de un torneo que, por ejemplo, se llevó Brooks Koepka en 2018 con un golpe sobre el par. Winged Foot, a las afueras de Nueva York, pasa por ser uno de los campos más complicados del mundo. Cinco veces se jugó ya allí el US Open y sólo en una ocasión le ganó el campeón al terreno: Greg Norman, el tiburón australiano, en 1984. Steve Rabideau, su director, prevé que este año levante la copa «alguien alrededor de +8». El pronóstico no está emitido al azar, ya que en 1974 se vivió la conocida como «masacre de Winged Foot», un US Open legendario que ganó Hale Irwin con +7.
El pronóstico es aterrador para cualquiera, quizá algo menos para un Jon Rahm que se crece cuando las dificultades se multiplican. Pese a no haber cumplido aún los 26 años, el vizcaíno posee las armas para derrotar a este monstruo y, tras haber alcanzado fugazmente este verano el primer puesto de la clasificación mundial –que podría recuperar incluso sin ganar–, sólo le queda ganar un Major para consagrarse definitivamente. Las estrellas del golf miden su grandeza en títulos grandes, y eso lo sabe un Rahm al que no le importan los honores intermedios, como ese primer puesto en la Orden del Mérito que también acaricia. La única pega para el de Barrika es que la pandemia obliga a que este US Open se dispute sin público, lo que sin duda perjudica a su carácter volcánico y acostumbrado a interactuar con la afición, una virtud deuda de su paso por el bullicioso circuito universitario estadounidense. A Rahm le gustan los ambientes cargados, pero este rincón de los Hamptons será durante todo el fin de semana un remanso de silencio.
El COVID-19 ha trastocado todo el calendario deportivo mundial y el golf no iba a ser menos. El US Open llevaba desde 1932 jugándose siempre en junio y sólo en cuatro ocasiones se ha disputado en septiembre, según recordaba esta semana la web especializada tengolf: 1897, 1899, 1905 y 1913. Pero ésta última, la edición disputada entre el hundimiento del Titanic y el inicio de la Primera Guerra Mundial, cambió para siempre la historia de esta disciplina, la popularizó de forma hasta entonces impensable.
La culpa la tuvo Francis Ouimet, un joven amateur de veinte años que vivía frente al hoyo 17 del Brookline Country Club de Massachusetts, donde se disputó el torneo casi en las mismas fechas de este año: entre el 18 y el 20 de septiembre, ya que entonces sólo se jugaban tres recorridos. Con un crío de 10 años llamado Eddie Lowery como caddie, Ouimet le ganó en el desempate final a los ingleses Ted Ray y Harry Vardon, ambos profesionales y campeones del Open Británico, lo que desató una auténtica fiebre del golf en Estados Unidos. Los medios norteamericanos llevaron a todos los rincones del país la hazaña del joven bostoniano que había derrotado a los dos monstruos venidos del otro lado del Atlántico, una especie de remedo de la Rebelión del Té, y los practicantes del golf se dispararon en la década siguiente: se pasó de 250.000 a dos millones.
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