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Fútbol

De Jong desatasca al Sevilla para ganar al Rennes (1-0)

El ariete neerlandés da el triunfo a los de Lopetegui, que se complicaron debido a su festival de ocasiones falladas

Luuk de Jong celebra su gol al Rennes en el Sánchez Pizjuán
Luuk de Jong celebra su gol al Rennes en el Sánchez PizjuánJosé Manuel Vidal.Agencia EFE

De Luuk De Jong se han dicho auténticas barbaridades en Sevilla, todas merecidas, porque hasta el confinamiento fue un auténtico patán. Desde agosto, cuando se erigió en el héroe de la sexta Liga Europa, es el hombre-gol de un equipo que juega mucho y bien, pero que percibe una tapia delante de la portería contraria. Ayer, frente a un debilitado Stade Rennais, el neerlandés permitió sumar tres puntos a su equipo.

En ocasiones, el fútbol es un endemoniado galimatías casi imposible de descifrar. Pero otras veces, es sencillo como el mecanismo de un botijo, y en esa tesitura se halla el Sevilla. No marca goles, arrastra una ceguera ante la portería rival con la que resulta complicadísimo sacar resultados satisfactorios y que condenan a una excelencia defensiva sin mácula. La primera mitad contra el Rennes fue un ejemplo prístino de cuanto decimos: una decena de córneres y una docena de tiros a puerta frente a la nada de los franceses, que, ante la ausencia de sus faros, Nzonzi y Camavinga, amontonaron gente en defensa con la esperanza de que el lebrel Doku cazase algo en una contra.

Excedería con mucho el espacio de esta crónica la relación exhaustiva de las ocasiones falladas por los sevillistas en la primera mitad. El empalme soberbio que Munir estampó en el larguero, los trallazos de Jesús Navas o Koundé demasiado centrados para sorprender a Gomis, la peinada de Diego Carlos que detuvo con los puños el guardameta africano, el mano a mano que le ganó a Ocampos, la pelota que ya entraba pero que sacó Bourigeaud bajo el travesaño…

Fue extraordinario el despliegue ofensivo de un Sevilla al que le vino bien la decisión de su entrenador de sentar al apelmazado Rakitic para darle su puesto a Óliver, que dinamizó la construcción junto a los acertados Joan Jordán y Fernando.

La maldición que duraba desde el minuto 10 del Camp Nou, gol de De Jong, la rompió en el minuto 10 de la segunda parte... De Jong. A base de remates como el que coló a centro de Acuña, de primera y sin dejarla caer, el neerlandés ha mutado de larguirucho risible en respetado «killer» y esa mejora en la consideración del respetable la debe acometer ya también el lateral argentino, sospechoso en sus primeras apariciones ligueras pero mucho más entonado en los dos partidos de Champions. Tiene experiencia y una buena zurda, aunque no sea una de esas flechas que entra enseguida por el ojo.

Gomis, el mejor de su equipo, se estiró para detener un testarazo de De Jong, y Ocampos quiso adornarse con la espuela para rematar un centro de Óliver. Seguía, o sea, faltando la puntería en una fase del partido en la que convenía cerrarlo con un segundo gol. Avisó Grenier con un golpe franco lejano, repelido por Bono, y volvió a fallar Ocampos, que cabeceó a bocajarro fuera. Dos tiros de Munir y Jordán, segundo larguero, tampoco hicieron diana por poco, lo que dejaba el tanteo apretadísimo con el 80 ya cumplido.

La juiciosa postura de no perder en diez minutos lo que tanto trabajo había costado atesorar se impuso en el tramo final, en el que los cambios y un par de tánganas bien orquestadas impidieron el arreón final de los franceses. Había que ganar y, aunque con fatigas, se ganó.