Rugby

Antoine Dupont, la poción mágica del nuevo Astérix

Francia y su gran estrella buscan ganar el VI Naciones, que se resiste desde 2010

Antoine Dupont, en un partido reciente contra Inglaterra
Antoine Dupont, en un partido reciente contra InglaterraAlastair Grant

¿Ha dicho usted un héroe galo? ¿Bajito? ¿Astuto? ¿Capaz de correr a velocidad supersónica y de tumbar de un topetazo a tipos que le doblan el peso? No, no está hablando de ningún cómic. Se refiere a Antoine Dupont, el medio melé de la selección francesa de rugby, el XV del Gallo, que esta noche (21:00, Movistar +) en Saint Denis cierra el «supersábado» con el que concluye –más o menos– el Torneo de las VI Naciones, que en sesión vespertina programa el Escocia-Italia (15:15 horas) e Irlanda-Inglaterra (17:45). Ese «más o menos» que acaban de leer tiene una explicación, ya que el Francia-Escocia de la tercera jornada se suspendió debido a un brote de covid-19 en el vestuario de los «bleus» (Dupont fue uno de los primeros positivos, precisamente) y se ha aplazado al 25 de marzo, aunque nadie duda de que el partido que se celebra en París es la final de esta edición de 2021.

Porque la situación es como sigue: Gales ha ganado sus cuatro partidos, Triple Corona al canto, y un triunfo le daría el título con el añadido del Grand Slam, la mención honorífica al equipo que cuenta todas sus comparecencias por victorias. Francia, que la semana pasada perdió por un ajustado marcador en Inglaterra, tiene una mejor diferencia de puntos que los galeses, de modo que una victoria la dejaría en situación ideal para embolsarse el Viernes de Dolores un título que no obtienen desde 2010. Para ello, le bastaría con batir en casa a una Escocia que ha ido de más a menos en el torneo.

El periplo de Gales en este VI Naciones es una bendita sorpresa. Ganador del Grand Slam y semifinalista del Mundial en 2019, el XV del Dragón vivió un 2020 complicado debido a una transición fallida en su banquillo. El neozelandés Wayne Pivac suplió a su compatriota Warren Gatland y los galeses sufrieron una serie de derrotas severas, como el 38-21 que le endosó la misma Francia a finales de octubre. Nadie contaba con ellos, pero se han ido reconstruyendo a partir de su afortunada victoria en la jornada inaugural contra Irlanda. El enésimo ejemplo de algo muy común en la alta competición: se crece desde los resultados, que incrementan la confianza y ésta termina trayendo el buen juego.

Francia sigue el proceso inverso. Los ganadores del VI Naciones en 2010 fueron subcampeones del mundo en 2011 y, desde entonces, el declive de la selección gala fue terrible, una década negra en la que no faltaron resultados humillantes –derrota como local ante Fiyi, empate de Japón en París, más de 60 puntos encajados en los cuartos de final del Mundial 2015– y que comenzó a amainar con la aparición, en las vísperas de la pasada Copa del Mundo, de Antoine Dupont, entonces un veinteañero esmirriado que sorprendía por su desparpajo y las miserias que causaba a los defensores en el uno contra uno.

Tres años más tarde, con quince kilos de músculos agregados a su cuerpo y la responsabilidad que supone dirigir el juego del Stade Toulousain, el club más laureado del rugby europeo, Dupont es, para voces autorizadas como el técnico inglés campeón del mundo Clive Woodward, «el mejor jugador sobre la Tierra». La paleta de recursos del «9» francés se ha enriquecido con todas las herramientas técnicas que deben adornar al buen medio melé (juego al pie largo, pase láser, liderazgo, agresividad en defensa...) sin haber perdido un ápice de su capacidad innata para explotar unos huecos que sólo él ve o para concluir las jugadas de ataques con sus oportunos apoyos interiores. Ha posado nueve ensayos en treinta partidos internacionales lo que, para un jugador de su posición, es una monstruosidad.

En 2023, Francia organiza la décima Copa del Mundo de rugby y las casas de apuestas ya señalan a los anfitriones –tres veces finalistas, pero nunca campeones– como principales candidatos al título. Repetir una consagración en casa un cuarto de siglo después de la epopeya de los futbolistas en 1998 es hoy el mayor sueño de los aficionados al deporte en el vecino transpirenaico. Con Dupont en el papel de Zidane, «bien sûr».