Fútbol
Superliga. La gran contradicción del fútbol inglés
Los aficionados en Inglaterra siguen conectando el fútbol con sus tradiciones. Los propietarios intentan trasladar a Europa el modelo del deporte estadounidense
Ó. García / D. García - Madrid
Robbie Fowler demostró mejor que nadie la vinculación entre el fútbol y los aficionados cuando en marzo de 1997, en un partido de la Recopa contra el Brann noruego celebró su segundo gol mostrando una camiseta de apoyo a los estibadores de Liverpool, que llevaban dos años en huelga. «500 estibadores despedidos desde 1995», decía la camiseta que mostraba imitando el logo de Calvin Klein. Liverpool es la ciudad de los Beatles, pero también una ciudad portuaria en la que muchas familias vivían de su trabajo en los muelles. Entre ellos, el padre del ex madridista Steve McManaman, uno de esos estibadores que estaban en huelga como protesta a los 500 despidos. Eran dos chicos de la ciudad y de la cantera, comprometidos con sus vecinos.
La reivindicación no le salió gratis a Fowler. El Liverpool prohibió ese tipo de acciones a sus futbolistas, la UEFA lo multó con 2.000 francos suizos, unos 1.800 euros, y Calvin Klein amenazó con demandar a Fowler y al Liverpool por la utilización de su logo. En ese momento, a finales del siglo pasado, ya se veía que el fútbol y sus aficionados iban por caminos diferentes. Y la distancia sólo ha ido a más en estos años.
El Liverpool es el club que mejor respeta las tradiciones. O eso parece, como demuestra la pancarta contra la Superliga que sus aficionados colgaron el lunes enfrente de la puerta del mítico cuarto de las botas, donde Bill Shankly se reunía con su cuerpo técnico para modelar el primer gran Liverpool. Los aficionados lamentaban la «defunción» de su equipo, como después hicieron los del Chelsea.
Los aficionados en el fútbol inglés conectan a los clubes con su pasado y la Liga mantiene tradiciones como el Boxing Day y el fútbol navideño para que las familias puedan acudir al fútbol sin preocuparse por las obligaciones del día siguiente.
Pero el negocio va por otro lado y la propiedad de los clubes está lejos de sus aficiones. John William Henry se hizo con la mayoría accionarial del Liverpool a través de su empresa Fenway Sports Group y tomó el control del club en octubre de 2010. Con un patrimonio de casi 2.500 millones de euros, es propietario de los Boston Red Sox de béisbol y del diario «The Boston Globe».
Es sólo uno de los ejemplos de los propietarios de los clubes ingleses, multimillonarios extranjeros y muchos de ellos también propietarios de franquicias del deporte estadounidense. Otro caso es el de Joel Glazer, presidente ejecutivo del Manchester United y fugaz vicepresidente de la Superliga. La familia estadounidense Glazer es la propietaria del United y de los Tampa Bay Buccaeers, equipo de la NFL y del que Joel Glazer es vicepresidente ejecutivo. Desde que se hicieron con la propiedad del club, la familia Glazer ha sufrido el rechazo de los aficionados del United, muy críticos con su forma de gestionar la entidad a nivel deportivo y económico.
Los aficionados en Inglaterra siguen siendo del equipo de su barrio o de su ciudad mientras los grandes buscan clientes en el mercado asiático.
Al menos algunos futbolistas siguen demostrando la conexión estrecha con sus aficionados que no muestran los propietarios de los grandes clubes. «No nos gusta y no queremos que pase», decía el comunicado de los futbolistas del Liverpool. «Nuestro compromiso con el club y con los aficionados es absoluto e incondicional», añadían. Siempre el Liverpool.
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