Fútbol

Orgullo 2021

El arcoíris pasa de largo por el futbol español: ¿Por qué ningún futbolista confiesa ser gay?

Mientras la Eurocopa se tiñe con el color arcoíris y el símbolo GTBi ondea -por primera vez en la historia- en un encuentro internacional, el armario del fútbol español sigue cerrado a a cal y canto

La bandera arcoiris sigue siendo invisible para el fútbol español
La bandera arcoiris sigue siendo invisible para el fútbol españolArchivoLa Razon

Este fin de semana arranca la celebración de la Fiesta del Orgullo 2021 que culminará con una gran manifestación el próximo 3 de julio en defensa de los derechos y la visibilidad del colectivo LGTBi y, aunque se ha logrado mucho en este terreno, aún queda mucho camino por recorrer en el Deporte y especialmente en el fútbol, inmunizado ante cualquier avance.

En esta Eurocopa estamos viviendo con esperanza como la bandera arcoíris se convertía en protagonista de la competición. La UEFA prohibió iluminar el estadio Allianz Arena de Múnich con estos colores durante el partido entre Alemania y Hungría pero, aún así, el arcoíris se ha impuesto por encima de cualquier normativa. El máximo organismo del fútbol no aprobó la medida por ser una “cuestión política” pero sí adoptó los colores “con orgullo”.

Asimismo, hemos visto como las banderas LGTBi poblaban las gradas e incluso como un capitán de una selección de la talla de Alemania, Manuel Neuer, asombraba con su decisión de disputar esta competición europea con el arcoíris en su brazalete. Pero ¿Por qué estos gestos no saltan del césped al vestuario? ¿Por que los futbolistas son tan reacios a salir del armario?

¿142 futbolistas gays en la Liga?

El pasado mes de marzo salía a la luz la proposición no de ley presentada en el Congreso por el PSOE con el fin de poner fin comportamientos contrarios a la libertad sexual especialmente en el fútbol, donde la homosexualidad sigue siendo un tema tabú.

En esta iniciativa, el PSOE propone la suspensión durante 5 minutos de la competición cuando se produzcan “actos intolerables contra la comunidad LGTBI, racismo o violencia contra las mujeres”. Asimismo, prevé cursos para formar al personal directivo, técnico y deportivo en el respeto a la diversidad en general y a la realidad de las personas LGTBI en particular. Pero el Partido Socialista iba más allá y se atrevía a cifrar el número exacto de futbolistas gays que juegan en nuestra Liga. En la proposición se indica que en el mundo del fútbol habría algo más de 42.000 jugadores LGTBI federados de los cuales “142 lo harían como profesionales”.

Esta cifra resultaba cuanto menos curiosa ya que en la historia del fútbol español, no existe ni un solo caso de un jugador profesional que haya declarado abiertamente su homosexualidad.

Una confesión casi imposible

Pero ¿Qué impide a los futbolistas hacer pública su orientación sexual? Oscuras cláusulas en sus contratos, el temor a la pérdida de patrocinios, la presión de los propios clubes y una grada en la que los insultos homófobos son casi tan habituales como cantar un gol, hacen casi imposible que un futbolista se declare gay.

Los seguidores del deporte rey han crecido en unas gradas en las que los cánticos de “maricón” dedicados a Michel o Guti o “Sal del armario, Cañete, sal del armario” eran tan “normales” durante un partido como corear el himno de tu club. A lo largo de la historia del fútbol patrio, hemos visto como se cuestionaba la sexualidad de grandes estrellas como Pep Guardiola, Gerard Piqué y más recientemente Cristiano Ronaldo, a quien una foto en 2015 con el boxeador Badr Hari o su actitud cariñosa con un amigo en un barco en Saint Tropez colocaron en la picota. No en vano, el Observatorio Español contra la Lgbtfobia denunció en varias ocasiones los insultos homófobos hacia el astro portugués ante la Comisión Estatal contra la Violencia en el Deporte. Una de ellas, en 2016, contra el Fútbol Club Barcelona por los gritos de “Cristiano maricón” proferidos por la afición durante el minuto de silencio en memoria de Johan Cruyff.

Aunque se ha avanzado mucho en los derechos del colectivo LGBI, lo cierto es que el armario del fútbol permanece sellado por miedo las consecuencias. A nadie se le olvida el caso de Justin Fashanu, cuya vida cambió drásticamente, tras ser el primer jugador en anunciar su homosexualidad en la portada del periódico “The Sun” en 1990. Justin se enfrentó al rechazo total de sus compañeros de equipo; tuvo que escuchar insultos por parte de la grada, dejó de recibir ofertas de los clubes e incluso fue acusado de abuso sexual. Unas consecuencias que el jugador no pudo soportar y optó por quitarse la vida.

El árbitro valiente

En el fútbol español tan solo existe el caso de un valiente y se dio en el estamento arbitral. En abril de 2016, Jesús Tomillero, que por entonces tenía 21 años, decidió dar un paso al frente y hacer publica su homosexualidad. Una confesión que le saldría muy cara. Un mes después, harto de insultos, humillaciones y amenazas, decidió dejar el arbitraje.

El sábado 7 de mayo de 2016, el colegiado arbitraba el encuentro Portuense - San Fernando Isleño (en el Puerto de Santa María). En el minuto 47 señaló un claro penalti y desde la grada no tardaron en llegar los insultos, las mofas y el escarnio: “¡Ese es el maricón que sale por la tele!” “¡Te vas a meter el gol por el culo, maricón de mierda!” se escuchó desde una grada blindada por el anonimato. Tomillero no pudo aguantar más y el lunes siguiente acudió a la Real Federación Andaluza de Fútbol para anunciar su retirada. Empezó a arbitrar cuando solo tenía 11 años y jamás se imaginaba un final tan triste. A pesar de ello, afirmó que no se arrepentía de su decisión y que esperaba que abriera el camino a otros. Poco después de su retirada dirigiría en Zamora un partido de fútbol contra la homofobia y las vejaciones en el deporte.

¿Hay esperanza?

Ante esta realidad sociológica, a día de hoy parece improbable que en la Liga española algún jugador de un paso al frente como ya ha ocurrido en otras ligas europeas. Los futbolistas profesionales son reacios a hablar este asunto e incluso, hace unas semanas, el ex capitán del Bayern Philipp Lahm publicaba un libro en el que aconseja a los futbolistas que “no salgan del armario”. En “El juego: el mundo del fútbol”, el exfutbolista argumenta que aún no hay madurez suficiente ni en los clubes ni en las gradas para asumir este tipo de situaciones.

Sin embargo, hay esperanza. El ejemplo de la bandera arcoíris ondeando en las gradas de una competición tan relevante como la Eurocopa, la decisión de clubes tan influyente como el FC Barcelona posicionándose a favor de la diversidad estampando su escudo contra este símbolo del Orgullo o la actitud de algunos futbolistas hacen confiar en un futuro diferente.

Uno de los jugadores de nuestra liga que ha dado un paso al frente por la tolerancia, la normalidad y el respeto es Rubén García, centrocampista del Osasuna. Aunque se declara heterosexual, no ha dudado en plantear una batalla frontal contra la homofobia y en expresar su deseo de que, más pronto, que tarde algún futbolista salga del armario. En sus redes sociales, ha dado muestra de ello en multitud de ocasiones como el Día del Orgullo Gay 2020 en el que no reparó en publicar en Twitter una foto suya en la que aparecía con una pulsera arcoíris y el mensaje ‘be true’ (sé auténtico). En el “tuit” se podía leer además : “Diversidad, libertad y amor”.

Por encima de cualquier norma, actitudes como la del capitán de la selección alemana con su brazalete, la de los aficionados que lucieron con orgullo sus banderas arcoíris en el Alemania-Hungría o la de Rubén son la llave para abrir un armario que, hoy por hoy, tiene demasiados candados.