Opinión

La final de Copa o el fútbol sin comisiones

El Betis y el Valencia nos brindaron un gran espectáculo y demostraron que sin vender el deporte al mejor postor también se puede disfrutar de un partidazo

Joaquín celebra con la hinchada del Real Betis el título de Copa
Joaquín celebra con la hinchada del Real Betis el título de CopaAFP7 vía Europa PressAFP7 vía Europa Press

En pleno auge de los famosos audios entre Rubi y Geri, presidente de la Real Federación Española de Fútbol y capitán del Barca, respectivamente, se jugó la final de la Copa del Rey en el Estadio de La Cartuja. Es, sin duda, el partido más importante de la temporada a nivel nacional. Debió pensar Don Felipe que, para una vez que no le tocaba aguantar la paletada de pitar el himno, tenía que comerse el marrón de salir en la foto al lado de un Luis Rubiales cuya reputación está bastante en entredicho, al menos desde un punto de vista ético. Con Piqué, en cambio, llueve sobre mojado. Lo suyo es aquello de la pasta por encima de los principios y a la vez se permite dar lecciones de moral. Los hay que se creen que el personal es poco menos que idiota.

En lo futbolístico, la final de Copa no defraudó. Fue un partido muy intenso, disputado y liberado del Madrid y el Barca, los dos equipos que generan una insoportable saturación. Su presencia es un exceso y, aunque lo suponíamos, ahora sabemos exactamente a qué se debe. La final, ¡sorpresa!, se jugó en España, con las aficiones de ambos equipos entregadas y pudiendo, los que tuvieron suerte, abarrotar un estadio de una manera que jamás harán los árabes, por mucha pasta que paguen a algunos.

En Sevilla, el Betis y el Valencia nos brindaron un espectáculo demostrando que, sin vender el deporte al mejor postor, también se puede disfrutar de un partidazo que una vez más el árbitro estuvo al borde de cargarse. Las lágrimas de los ganadores por la emoción y de los perdedores por la derrota devolvieron el fútbol a la gente, a los hinchas, a sus aficionados, a todos esos seguidores que derrochan pasión por unos colores y que han desarrollado un sentimiento por una camiseta que, con la complacencia y colaboración de los clubes, les están intentando quitar poco a poco, partido a partido. La apasionante final del sábado resuelta en la tanda de penaltis demostró que el fútbol es de la gente, de las aficiones, aunque haya un grupo de millonarios que se pretenden apropiar de él. No podemos ni debemos permitírselo.