Triatlón

Gómez Noya y su paso al Ironman: “Al día siguiente parece The Walking Dead”

El triatleta gallego deja la distancia olímpica y se pasa a la larga distancia, aunque este año el covid, que se le complicó, no le ha dejado acudir al Mundial

Javier Gómez Noya, embajador del Banco Santander
Javier Gómez Noya, embajador del Banco SantanderEmilio NaranjoAgencia EFE

Javier Gómez Noya se va a quedar este octubre con las ganas de experimentar una sensación desagradable: la del día después de disputar el Mundial de Ironman en Hawái, en Kona. «El cuerpo duele», admite el triatleta con una sonrisa de: «Y tanto que duele». «Y al día siguiente estás todavía un poco con la adrenalina, a veces es peor a los dos días», añade, y pone un ejemplo muy gráfico: «No hay más que ver en Hawái al día después cómo camina la gente: la isla está tomada por triatletas y parece ‘’The Walking Dead’', vamos como zombies, bajando las escaleras de espalda y cosas así. Si te exiges al máximo durante ocho horas, además las condiciones tampoco ayudan allí con calor extremo, humedad, viento... Muscularmente te quedas bastante destrozado unos días». Él quería volver a sentir esa contradicción, ese dolor combinado con el sentimiento del trabajo realizado tras 3,86 kilómetros nadando, 180 en bicicleta y 42,2 de carrera a pie, una maratón, pero en su camino se ha cruzado un enemigo, en parte, inesperado, y siempre inoportuno: el covid.

El mejor triatleta de la historia de España y uno de los mejores de la historia, cinco veces campeón del mundo, medallista de plata en los Juegos de Londres, se planteaba este curso un nuevo desafío, como explica ante un grupo de peridistas en el Santander Work Café (él es Embajador del Banco Santander). En Tokio dijo adiós a la distancia olímpica (1,5 kilómetros nadando, 40 en bicicleta y 10 corriendo) para centrarse en la larga distancia, con la que ya había coqueteado antes. En 2018 sí estuvo en Hawái y no le salió como esperaba. Pagó la novatada, midió mal y gastó demasiado en el tramo de bicicleta. En 2022 quería volver a Kona, y entonces... «En mayo cogí covid. Después de la última concentración en Sierra Nevada y ya viajando a Madrid para ir a EE UU para competir en St. George (prueba de preparación para Hawái) me puse enfermo. Casi lo que más rabia me dio fue que hice toda la preparación del Ironman, entrené muchísimo, dos concentraciones en altitud, estuve en Mallorca... Y cuando empezaba la puesta a punto vino el covid y todo ese trabajo no se pudo ver reflejado», explica.

Porque no fue superar la enfermedad y ya. Hubo secuelas. «El covid es extraño, a gente no le da problemas y otros tienen complicaciones. Desde la ignorancia, yo creo que tras un bloque tan duro de entrenamiento quizá me pilló con las defensas bajas y se cebó un poco más conmigo de la cuenta», piensa. «La analítica fue una locura», desvela, y pone las manos como si estuviera leyendo el informe, y la cara de sorpresa al ver lo que dice, los ojos saltones. «Tenía fatiga, dolor muscular, a nivel cardiaco una complicación menor, pero había que tener cuidado... No sabía lo que pasaba. No estuve parado, pero fue un entrenamiento de mantenimiento, una o dos sesiones al día tranquilo. No estuve tumbado en el sofá, pero no entrené con la intensidad habitual. Tuve que tener paciencia para no poner en riesgo la salud», relata. Y así durante dos meses más o menos, lo que le ha dejado sin tiempo para poder llegar a la gran cita hawaiana.

Objetivo: el Mundial de medio Ironman

Es un contratiempo más en una carrera que ha tenido varios, desde el arranque, cuando no le querían dar la licencia por un problema cardiaco que él lucho por demostrar que no le impedía ser deportista, hasta que le dieron la razón; hasta los Juegos de Río, a los que no pudo ir porque en un entrenamiento cuando sólo faltaba un mes se rompió un brazo: su estado de forma hacía pensar, no soñar, con el oro. «Todos los deportistas encuentran muchos obstáculos», desdramatiza. «Yo cuando tengo un problema lo que intento es solucionarlo, no me centro en lamentarme», dice el gallego, que no da la temporada por perdida. Sus esfuerzos los va a poner ahora en participar en el Mundial de medio Ironman a finales de octubre en St. George. Pero lo de Kona no lo olvida, lo retrasa al año que viene. Porque con 39 años se sigue sintiendo deportista y competitivo e incluso sigue buscando mejorar con cambios en el entrenamiento. «Ahora tiene más protagonismo la bici y menos la natación, hago más trabajo de fuerza, tratar de ser más eficiente con la nutrición, en carrera a pie hago más volumen, con tiradas más largas y controlando la resistencia muscular que es necesaria porque corres un maratón después de cinco horas de competición», desgrana.

Adiós a la disciplina olímpica

Después, en 2024, son los Juegos Olímpicos de París... «Mi objetivo es la larga distancia y no lo contemplo. Lo que me motiva es la larga distancia. No diré que cien por cien, pero ahora veo irreversible lo de dejar la distancia olímpica. Primero quiero ir a Hawái a mi máximo nivel. En 2023, Kona», asegura. Necesita nuevos desafíos en busca de sus límites y para seguir manteniendo la ilusión intacta. Aunque al día siguiente el cuerpo duela horrores.