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Hípica

Carla Maronda y una lección de "coraje, amor, valentía, sacrificio y disciplina"

Una necrosis la provocó la amputación de pies y manos hace casi 17 meses. Ha vuelto a montar con la ayuda de prótesis y saltándose todos los plazos

Carla Maronda
Carla MarondaChacco Marketing

Carla Maronda acudió al hospital el 23 de marzo de 2024 para extirparse un quiste y contrajo una bacteria que le provocó una necrosis. La amputaron pies y manos. Gracias a las prótesis que utiliza ha vuelto a montar a caballo.

"Mi vida cambió de forma radical. Recuerdo la operación sin más. El día 24, que fue cuando primero acudí al centro de salud y luego al hospital, me encontraba fatal: estaba muy cansada, me dolía mucho el cuerpo, tenía vómitos incontrolables, fiebre... El 25 volví al hospital con el cuerpo rojo, como si me hubiera quemado en la playa. Recuerdo sobre todo la sensación de agotamiento extremo y mucha paz. Toda la gente que ha vivido una situación cercana a la muerte coincide en lo mismo: sientes una paz inmensa. Yo no quería moverme de mi casa, y menos mal que me obligaron, porque si no, en apenas un par de horas, me hubiera quedado en el sofá y habría fallecido. Estuve dos días en coma, de los cuales no recuerdo nada, sólo sé lo que mis allegados me han contado después. Sé que fuera había más de 40 personas todos los días, hasta que desperté. Y al despertar recuerdo estar intubada, sin poder mover ni siquiera un brazo, porque la musculatura se pierde muy rápido", relata.

"Los primeros días al despertar estaba todavía muy dormida, muy atontada. Cuando fui consciente, lo primero que pensé fue en lo mal que lo habían pasado las personas que me quieren, sabiendo que había tenido cinco paradas cardíacas y que estuve a punto de irme", asegura. "Creo que la fuerza para seguir siempre me ha venido innata. De mis ganas de vivir. Al final, para eso estamos aquí: para vivir. La vida siempre te pone problemas, pero hay que afrontarlos y salir adelante", apunta.

"Mi relación con los caballos empezó cuando tenía ocho años. Todo surgió porque veía la serie El Club de la Herradura, que me encantaba. Como siempre he sido una apasionada de los animales, no paraba de decirle a mi abuelito y a mis padres que quería probar montar a caballo. Al principio, mi prima y yo compartíamos las clases: media hora cada una, porque nuestros padres no sabían si nos iba a gustar, ya que éramos muy pequeñas, pero a mí me fascinó desde el primer momento. Creo que es un deporte maravilloso, del que me enamoré, y desde entonces, nunca lo he dejado", dice.

"Para mí montar a caballo significa corazón, disciplina y, además de deporte, una forma de vida. Esa disciplina que me había aportado el mundo del caballo me sirvió para echarle fuerza a la hora de ir a fisioterapia, de cumplir con las pautas en casa y de no rendirme. El deporte siempre ayuda, y como mi cuerpo ya estaba fuerte, no sólo por montar, sino también porque hacía crossfit antes, mi recuperación fue en tiempo récord. Eso es lo que todos los médicos me han dicho: que mi vuelta se debe al deporte, a la buena alimentación y a un estilo de vida saludable. Los caballos siempre me han dado disciplina, paz, amor y tranquilidad. Creo que incluso me han enseñado a relacionarme mejor con la gente, a tener paciencia y a ser más diplomática en muchos aspectos", asegura.

"Volver a montar a caballo es como volver a respirar. Para mí era necesario y esencial, tenía claro que quería hacerlo. Hay gente que puede no entenderlo, pero la conexión con tu propio animal, esa sensación de que dos cuerpos laten en un mismo corazón, es algo brillante. De hecho, antes que muchas otras cosas que la gente pensaba que haría en mi recuperación, lo primero que hice fue volver a montar. Porque no concibo mi vida sin caballos", confiesa.

"La postura encima del caballo la he mantenido en todo momento, tanto que ni mi entrenadora se lo creía. Me decía que mi cuerpo pedía más. Es que para mí montar es innato, como respirar. Sí es verdad que las piernas a veces se me mueven más de lo que deberían, pero ahí entra la constancia. Al final, el caballo se maneja con las piernas más que con las manos. Con las manos he tenido que hacer alguna adaptación porque a veces se me resbalan las riendas. Estoy aprendiendo a abrir rápido la mano y volver a cogerlas, y eso me ayuda a mantener el control. Además, he tenido un gran apoyo alrededor: mis amigos que me ensillan el caballo, me ayudan a subir (porque eso me cuesta más) y me acompañan cuando es necesario. Al principio incluso me llevaban con la cuerda, hasta que mi cuerpo volvió a responder como antes", confiesa.

"Cuando monto siento emoción, alegría… incluso ganas de llorar. Especialmente porque pude volver a montar al que fue mi caballo, ese que tuve que soltar cuando me dijeron que iban a amputarme. En una decisión dura, pero llena de amor, le pedí a mi padre que buscara otra vida para él, porque yo no sabía cuándo volvería a montar, y no podía condenarlo a estar encerrado en una cuadra. Me dijeron que nunca más podría montarlo porque es un caballo muy nervioso. Y, sin embargo, el 16 de agosto, en la feria de Xàtiva, participé en la exhibición nocturna con él. Fue mi primera vez en pista después de todo lo ocurrido. Sólo hice una vuelta al paso, una al trote, un par de círculos y una diagonal… nada más. Para mí fue muy emocionante. La verdad es que estuve a punto de llorar", dice Carla. "Pero es que la equitación es coraje, amor, valentía, sacrificio y, sobre todo, disciplina", concluye.