Fútbol

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Choripán, cerveza, trapos y cánticos

Choripán, cerveza, trapos y cánticos
Choripán, cerveza, trapos y cánticoslarazon

El Paseo de La Castellana, desde Nuevos Ministerios hasta la Plaza de Castilla, tenía ayer los olores de las previas de los partidos de fútbol en Buenos Aires. Choripán, cerveza y nada de silencio. Está prohibido dejar de cantar si tu equipo juega un partido ese día y mucho más si de lo que se trata es de levantar la Libertadores después de tanto tiempo y ante el rival de siempre. Por eso los bombos y las charangas aprovecharon el sol y la temperatura amable de Madrid para no callar ni un segundo desde bien temprano y hasta que tocó caminar un poquito hasta las puertas del Santiago Bernabéu.

Al sur del estadio, cerca de la glorieta de Emilio Castelar, la marea amarilla y azul de Boca Juniors, con sus trapos, sus camisetas y esos paraguas que son un clásico en uno de los fondos de La Bombonera. No llovía, pero eso no importa, es un complemento más del hincha bostero, sea o no de ese jugador número doce que lleva casi un siglo alentando al equipo. Canciones a favor de los suyos y otras acordándose del rival, y de ese descenso a Segunda que mancha su palmarés y que un buen xeneize no olvida.

Unos pocos kilómetros más hacia el norte, la hinchada millonaria, orgullosamente vestida de blanco y rojo, llegados de todo el mundo, desde Argentina, y desde Nueva Zelanda, por no ir un poco más lejos. Coches vendidos y trabajos abandonados para seguir a River hasta Madrid y tratar de agarrar ese trofeo que lleva un mes en el alero por la lluvia primero y por la violencia después. Finalmente se juega en España y allí que va la afición de River, que el sábado inundó la Puerta de Sol con una concentración que ponía los pelos de punta. Igual que habían hecho los de Boca en la puerta del hotel de sus chicos.

La seguridad era máxima, aunque sólo necesitó ser preventiva. Ni un solo incidente entre aficiones en la previa. Todo lo contrario, hermandad con los colores mezclados en las barras de los bares. Eso sí, con abrazo de despedida hasta después del partido, porque durante los noventa minutos nadie conoce a nadie. Sí se conocían dos chicos llamados Pablo, venidos desde Argentina y amigos desde preescolar. Uno loco por River y otro, fanático de Boca. Amigos del alma y también rivales, pero recuerdan a todo el mundo que sólo es fútbol y que nada justifica lo que sucedió hace unos días en Buenos Aires.

La afición argentina que vino a Madrid pudo disfrutar de un día de final sin incidentes. Las calles cercanas al Bernabéu estaban vacías a pocas horas del comienzo. Sólo el paso del helicóptero anunciaba que había un partido importante. Ese silencio contrastaba con el hervidero en que se convirtió el Paseo de La Castellana, que conectaba las «Fan zones» con el acceso al estadio. El fondo sur para Boca y el norte para River. Poco a poco fueron ocupando sus asientos, mientras los autobuses llegaban al estadio sin problemas. Una alambrada en Sagrados Corazones y otra en Rafael Salgado dejaron la calle Padre Damián libre, sólo para los autobuses de los equipos, que eran iguales y llegaron con cinco minutos de diferencia. Primero River Plate. Luego, Boca Juniors, Mientras, su gente, siempre fiel, iba coloreando las gradas.