Mirando al Tour

Pogacar y Roglic, juntos de la mano

Hace unos días Pogacar se jugaba a piedra, papel o tijera una victoria de etapa con su compañero Majka. Roglic entró de la mano con Vingegaard en el Dauphiné, Apenas se han cruzado, pero compiten constantemente uno contra otro

Pogacar y Majka entran en meta de la mano
Pogacar y Majka entran en meta de la manoTour de Eslovenia

Pocas muestras de superioridad se han visto en el deporte como el gesto de Tadej Pogacar de jugarse una victoria de etapa con su compañero Rafal Majka a piedra, papel o tijera en el Tour de Eslovenia. Ganó Majka, pero dejó la sensación de que sólo el azar puede derrotar al ganador de los dos últimos Tours.

Pogacar ha demostrado un apetito voraz durante toda la temporada. Le da igual en carreras de una semana que de un día. Ha ganado el Tour de los Emiratos, la Tirreno-Adriático y el Tour de Eslovenia, además de la Strade Bianche. Y ha rozado el podio en dos clásicas tan dispares como la Milán-San Remo y el Tour de Flandes. Una carrera que suele decidirse al esprint y otra, una de las más duras del calendario, en la que los ciclistas pelean contra los adoquines y contra el barro. Pero Pogacar se atreve con todo. No por casualidad es el número uno del mundo y el gran favorito para repetir triunfo en el Tour.

Pogacar quiere ganar todas las carreras durante todo el año. Tiene ese hambre de los ciclistas antiguos, de cuando lo único que se medía eran las ganas. El ciclismo ha cambiado y ahora que todo se registra ya no hay miedo a que los jóvenes se lancen al profesionalismo temprano.

Indurain fue el primer proyecto de laboratorio. Un ciclista que fue pasando etapas hasta que José Miguel Echávarri y Eusebio Unzué entendieron que estaba preparado para todo. Todo era el Tour y Miguel había cumplido ya los 27 cuando ganó el primero, a pesar de que pasó al profesionalismo con apenas 20 años. Ahora la maduración de los ciclistas se ve en el gps. Los vatios que mueven, las pulsaciones, la recuperación. Todo está a la vista y, cuando los números dicen que están preparados, los arrojan a la élite a pelearse con ciclistas que en algunos casos podían ser sus padres.

Pogacar es el ejemplo más evidente junto a Remco Evenepoel. Pero hay veteranos que resisten. Y ninguno como Primoz Roglic, el otro esloveno con el que se ha repartido las grandes en los últimos años. Roglic ha ganado tres veces consecutivas la Vuelta; Pogacar, dos veces el Tour. Pero es la carrera francesa la que quiere Primoz.

Después de tener que retirarse del Tour el año pasado, se ha preparado esta temporada con la única idea de competir con Pogacar en su terreno. Una semana antes de que Pogacar se jugara la victoria de etapa con Majka a piedra, papel o tijera, Primoz había entrado de la mano de su compañero Vingegaard en la última etapa del Dauphiné. La general era para él; la victoria de etapa, para el danés, que el año pasado fue segundo en el Tour.

Otra pista de lo que supone Pogacar en el ciclismo actual. Para derrotarlo da la sensación de que tienen que atacarlo de dos en dos. «Me empuja a ser mejor», dice Roglic sobre su compatriota.

Primoz es el caso contrario al de Pogacar. A la edad en que Tadej ha ganado ya dos Tours, Roglic ni siquiera era profesional y todavía trataba de abrirse camino como saltador de esquí.

Roglic llegó tarde al ciclismo, pero ha demostrado que no hay un único camino para alcanzar la élite. Aunque empezó tarde, no llegó al ciclismo desde el sofá de su casa. Tenía detrás muchos años de competición como saltador. Años de experiencia que le sirvieron cuando comenzó a montar en bicicleta.

Roglic no ha corrido demasiado este año, pero ha ganado la general en la París-Niza y en el Dauphiné. Y fue líder durante cuatro días en la Vuelta al País Vasco, aunque al final tuvo que conformarse con ser octavo.

Los dos eslovenos son los máximos favoritos para el Tour y han competido entre ellos sin cruzarse durante todo el año. Entre los poco más de dos millones de eslovenos que hay, están los dos mejores ciclistas del momento.