Lo que viene

La magia de Alpe d’Huez

El Tour culmina los Alpes en su cima más mítica y en el día de la fiesta nacional francesa

Carlos Sastre entra vencedor en Alpe d'Huez
Carlos Sastre entra vencedor en Alpe d'HuezCHRISTOPHE KARABAAgencia EFE

La colección de grandes puertos que atesora el Tour de Francia es casi inagotable. Pero hay dos que sobresalen del resto en cuanto a misticismo: en los Pirineos es el Tourmalet. En los Alpes, sin duda alguna, es Alpe D’Huez. Y allí llega hoy el Tour tras la ‘paliza’ que se tuvieron que dar los corredores para llegar al Granon.

No es la más larga. Tampoco la más dura. Pero es una cima que tiene todos los ingredientes para ser parte de la historia de este deporte. Las 21 curvas míticas, bautizadas con los nombres de los distintos vencedores en la cima. Desde hace ya dos décadas, el número de vencedores superó al de curvas, por lo que algunas de ellas tienen dos nombres en vez de uno. Lo verdaderamente curioso de las curvas es que forman una especie de escalera. La curva en sí misma es llana, pero la carretera se empina bruscamente a la salida.

El puerto tiene 13,2 kilómetros y una pendiente media del 8,1 por ciento, que es una barbaridad. Si bien la primera subida se realizó hace ahora 70 años -en 1952, con victoria de Fausto Coppi-, parte del misticismo que rodea a este coloso alpino se acabó de forjar en los años 80, cuando se convirtió en una subida fija para el Tour. Sin ir más lejos, entre 1976 y 1999 sólo quedó cuatro veces fuera de la carrera. Curiosamente, el país con más victorias aquí son los Países Bajos, que en los 70 y 80 hollaron nueve veces la cumbre.

En esta montaña también se han escrito grandes páginas para la historia del ciclismo español. Miguel Indurain la subió de amarillo en cuatro de sus cinco Tours -todos menos 1993-, amarrando del todo allí su victoria en el primero. Ya más recientemente, Carlos Sastre logró ganar el Tour 2008 con un durísimo ataque desde abajo. El madrileño se hizo toda la subida en solitario y se vistió de amarillo aquel día por delante de Cadel Evans y los hermanos Schleck, entonces compañeros de equipo.

Todo esto aderezado con que es 14 de julio, día de la fiesta nacional en Francia. Las cunetas van a estar a reventar. Y los corredores vienen de un desgaste terrible en la jornada de ayer, después de más de 60 kilómetros dándose leña. Muchos favoritos pueden pagar los excesos que cometieron en la última etapa. Encima, el Galibier -sí, se ve que no hubo bastante- y la Croix de Fer harán el desgaste previo en uno de los encadenados más clásicos del Tour.