Tercera victoria española

Emocionante primer triunfo de Carlos Rodríguez en el Tour

Épica actuación del ciclista granadino en Morzine tras conectar con Pogacar y Vingegaard en el Joux Plane y lanzarse en un gran descenso. Salta al tercer puesto de la general por un segundo

-FOTODELDÍA- EA6201. MORZINE LES PORTES DU SOLEIL, 15/07/2023.- El ciclista español del INEOS, Carlos Rodríguez tras vencer la decimocuarta etapa del Tour de Francia, disputada entre Annemasse y Morzine les Portes du Soleil, de 152kms de recorrido. EFE/ Christophe Petit Tesson
Carlos Rodríguez, antes de la salida de una etapa del TourCHRISTOPHE PETIT TESSONAgencia EFE

A la localidad alpina de Morzine en 1984 llegó Ángel Arroyo triunfante, brazos en alto y felicidad plena, siendo conscientes él y su Reynolds de que empezaban a escribir con letras de oro una nueva época gloriosa del ciclismo español. Antes había caído Perico tras un ataque en el Joux Plane, por el que el Tour regresó ayer. Se dejó la clavícula al estamparse contra un pretil el segoviano. Llegó a meta pero tuvo que retirarse. «A partir de ahora te van a hacer más entrevistas que nunca», le dijo esa tarde, en medio de la pena José Miguel Echavarri a Delgado. Era verdad. Con ese descenso suicida en busca del doblete en la etapa, Pedro empezaba a ser Perico, comenzaba el mito, la estrella. Ayer en ese mismo escenario, en esa misma bajada el ciclismo español entró en una nueva dimensión. La de Carlos Rodríguez.

Porque el crío, 22 años en sus mejillas que aún hablan de lozanía, de adolescencia, se tiró como un loco, igual que Perico en el 84, por la ladera del Joux Plane una vez dio alcance a Pogacar y Vingegaard. Hasta llegar a esa cima, el andaluz había sufrido. «Primero de salida, no tenía buenas sensaciones». Luego en el Col de la Ramaz, donde pinchó «y lo empecé con bastante desventaja». Y al final, en el último puerto del día, viendo alejarse a los dos colosos que se están pegando día sí y día también por este Tour haciendo de esta carrera un regalo para los ojos. Carlos es el primero de los mortales de este Tour que está descubriendo al paso que le destapa a él. Y le ha puesto en el sitio que le corresponde. Triunfante en Morzine, como Arroyo, como Chozas en el 87, como Ion Izagirre en 2016 sobre un suelo mojado. Así empezó la etapa de ayer. Con agua y piso mojado que provocó una enorme montonera y obligó a neutralizar la etapa por falta de ambulancias. La enfermería se llenó. Se fueron a casa Antonio Pedrero, Chaves, Bardet, Meintjes y Shaw. Una carnicería. Otros quedaron tocados, como Hindley, con quien Carlos se juega el podio. Magullado, el australiano acabó la etapa como pudo. Rodríguez le arrebató con su exhibición el tercer cajón, que tenía a más de minuto y medio. «Si le he sacado ese tiempo por la caída no me gusta. Le deseo una pronta recuperación y que tengamos una bonita batalla». Humilde en la grandeza.

El Jumbo-Visma decidió que era el día para hacer daño a Pogacar y con la reanudación de la etapa no dieron tregua. Una fuga de veinte entre los que estaba Landa no tuvo permiso para caminar. Fuera. Vingegaard no quería dejar ni las migajas. Con las bonificaciones del Joux Plane en juego y Pogacar comiéndole a mordiscos cada día el amarillo, quiso ahogar al esloveno. Cuando llegó el Joux Plane todavía tres hombres tiraban de él. Pero Pogacar también quería guerra y su gregario estrella, Majka, adelantó a los Jumbo para colocarse al frente. En un par de kilómetros destrozó a todos menos a Kuss.

Quedaba el orgullo. Lo último que retienen los músculos antes de explotar, y de eso tiró Van Aert para hacer un último gesto, cambiar el ritmo como si fuese un bólido, pasar a Majka y reventarlo. «Aparta de ahí», parece que le dijo sin palabras. Este Tour también es una guerra psicológica entre gregarios. Incluso en eso está siendo una carrera antológica. Cuando faltaban tres kilómetros para la cima ya era el momento de los más grandes. Pogacar y Vingegaard. Vingegaard y Pogacar. Un regalo de ciclistas que vuelven a brindar una tarde para el recuerdo. Arranca el esloveno y sufre el danés. Se distancia. Cuando parece que le tiene contra las cuerdas, a unos segundos, Vingegaard empieza a recuperarse y le da caza. Combate nulo. Pero Pogacar no se rinde, quiere más. La cima del Joux Plane está cerca y busca las bonificaciones. Pero el gentío y las motos le bloquean justo en el momento de su movimiento, que seca Vingegaard y contraataca. El bonus es para el amarillo. Después se quedará solo en un segundo la ventaja en meta.

Empieza el cruce de miradas, la vigilancia en el inicio del descenso. Y ahí es donde llega Carlos Rodríguez, que ha subido a su paso la parte final del puerto, porque esa batalla no era la suya. «Yo he puesto mi ritmo». Diésel. Niño inteligente. Y en plena bajada los coge, ni los mira y arranca. A lo bestia. Puro espectáculo trazando las curvas. Salva la del pretil que rompió a Perico la clavícula y sigue en busca de su sueño. Una victoria en un etapón histórico. En su primer Tour, que además le da acceso al podio por un segundo. Tranquilo y pausado celebra y sonríe, porque así quiere seguir en este Tour. «No me quiero obsesionar. Solo seguir disfrutando de estar aquí».