Deportes

Fútbol

Barcelona-Granada (1-1): Un desastre y algo de orgullo

Un gol de Araujo en el último minuto da el empate al Barcelona. El puesto de Koeman sigue en entredicho. El equipo azulgrana terminó colgando balones y con Piqué de «9»

Duarte remató de cabeza el primero gol en el Barcelona - Granada
Duarte remató de cabeza el primero gol en el Barcelona - GranadaALBERT GEAREUTERS

Koeman no teme por su futuro, pero su futuro no está nada claro. El revolcón de la Champions molestó mucho en la directiva y en el presidente, como si no hubiera sido algo previsible, visto lo visto, pero por delante quedaba una semana para ir olvidándolo poco a poco con el Granada, el Cádiz y el Levante en Liga, para que el cabreo fuera a menos. Pero ha pasado lo contrario. A la primera oportunidad de enmendarse, otra demostración de impotencia, que terminó en empate por el ataque de furia final liderado por Araujo. ¿Y ahora, qué? ¿Será suficiente? El futuro de Koeman en el banquillo del Camp Nou está menos claro que nunca. Se tambalea. Quedan tres días para el próximo partido...

El comienzo de partido del Barcelona contra el Granada fue algo así como: «¿No quieres caldo? Pues toma dos tazas». Afrontaba el duelo con todo en entredicho y la imagen en el vestuario debió ser: «Venga». «A por ello». «Concentrados». «A por todas». Típicos mensajes para venirse arriba... Pues a los dos minutos, el Granada ya había conseguido un gol. Sin avisar casi, pum. El error fue de Busquets, poco contundente cuando pudo despejar la pelota y temeroso después de hacer penalti a Escudero. Dejó al lateral centrar y le salió medido a la cabeza de Domingos Duarte, que lo tuvo fácil para llevar el balón a la red. Peor imposible para el Barcelona y el equipo de Robert Moreno que se vino arriba con una segunda oportunidad de Jorge Molina y las entradas de Machís que hacían sufrir a Dest.

El lateral estadounidense fue el reflejo de la impotencia del Barcelona. Aparte de sufrir atrás, fue el futbolista más activo, lo que no tiene por qué ser precisamente bueno. La cansina cadena de pases de los azulgrana siempre terminaba con la pelota en los pies del lateral derecho (después izquierdo), para que no llegara a ningún lado. O se liaba o su centro no encontraba rematador o centraba cuando no había nadie para rematar porque no miraba.

Koeman dejó a Luuk de Jong en el banquillo de inicio y no había referente para las llegadas desde los costados. Lo terminó siendo Araujo en las acciones a balón parado. El central remató de cabeza de forma espectacular en uno de ellos y encontró una respuesta extraordinaria de Maximiano, que voló unos segundos para despejar a córner. Era casi el último minuto de la primera parte y la primera ocasión de verdad. Poco más que decir.

Se perdió el equipo azulgrana en protestas por las pérdidas del tiempo del Granada, que con el marcador a favor se refugió atrás y fue bastante feliz. No sufría.

En la segunda parte ni se acercó a la portería de Ter Stegen, se dedicó a defender y lo consiguió casi hasta el final. Apretó un poco más el Barcelona y rozó el gol en un par de acciones de Memphis y, sobre todo, en un cabezazo de Luuk de Jong, que ya sí estaba en el campo y que tiró alto un remate de cabeza a metro y medio de la portería. La sensación general era de descontrol absoluto.

Busca Laporta que su equipo además de ganar recupere el juego con el que brilló en su época pasada, pero el Barça acabó con Piqué de delantero centro, y con Araujo también por allí y con centros directos al área en busca del milagro. Justo lo contrario del habitual estilo del que tanto se habla en el Camp Nou. También estaba Riqui Puig en el campo, disputando sus primeros minutos de esta temporada. Todo precipitado y alocado, en busca de una heroica que pocas veces le ha salido bien al Barcelona. Acumulando hombres a ver qué pasaba. En esta ocasión le dio para empatar.

Donde no llegó el estilo lo hicieron las ganas de algunos de los jóvenes que había en el campo, lo único de lo que puede presumir el actual Barça. Y el futbolista que lo consiguió fue quien más lo mereció. Araujo entró por fin desde atrás para cabecear a la red el empate en el último minuto. Los nervios eran evidentes: tarjetas, empujones, tánganas... Todo quedó en empate.