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La reverencia de Maradona en el Monumental

El último partido oficial del astro argentino, bizarro como corresponde al personaje, fue un triunfo de Boca en la cancha de River del que se cumplen 24 años

Diego Armando Maradona, con la camiseta de Boca Juniors.
Diego Armando Maradona, con la camiseta de Boca Juniors.EDUARDO DI BAIA

La carrera de Diego Armando Maradona terminó de facto con su exclusión por dopaje del Mundial de 1994, que le costaron dieciocho meses de suspensión. El astro, sin embargo, no se resignó al paso del tiempo ni al efecto de las drogas sobre su cuerpo y todavía alargó su carrera hasta 1997, cuando jugó su último partido oficial a cinco días de cumplir 37 años. Fue una despedida épica, folklórica, simbólica, abrupta, inesperada… un adiós cien por cien «maradoniano» que no podía tener otro escenario que el superclásico bonaerense, un River-Boca delante de 60.000 fanáticos que abarrotaban el Monumental. Ganaron los xeneizes por 1-2, aunque la remontada se produjo sin el 10 sobre el césped.

Tras purgar su sanción, Maradona jugó algunos partidos de la campaña 95/96 en Boca Juniors, con muchísima pena y muy poca gloria. Pasó las primeras semanas de 1997 en una clínica suiza especializada en el tratamiento de adicciones, de la que era paciente habitual. A inicios de abril, aún tuvo que ingresar de urgencia en un hospital de Santiago de Chile, lo que no impidió que el día 21 de ese mes se anunciase su renovación con Boca, con Héctor “Bambino” Veira como entrenador y nada menos que Ben Johnson, la antonomasia de deportista dopado, como preparador físico. ¿Qué podía salir mal? El 24 de agosto, tras una victoria (4-2) contra Argentinos Juniors, el equipo de sus inicios, dio positivo en benzoitilecgonina y metilecgonina, dos metabolitos de la cocaína. Pues eso mismo.

En este punto es donde la historia se argentiniza hasta el paroxismo. El presidente Carlos Menem y el gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, maniobran para que el juez Claudio Bonadío, aludiendo a una fantasmagórica amenaza –lo habían llamado diciendo que le iban a echar droga en el café, denunciaba Maradona– inste a las AFA a levantarle a Diego la suspensión provisional hasta que no se realizase un test de ADN de la muestra de orina… que era imposible de realizar. Había que alargar la historia hasta el derbi del 25 de octubre: había demasiado dinero, en forma de derechos televisivos, en juego.

El partido se adelantó a la tarde del sábado debido a unas elecciones que debían celebrarse el domingo, la fecha inicialmente fijada. Mucho calor en la primavera austral y ambientazo en el Monumental de Núñez, con lleno de «no hay billetes». La Ley Bosman apenas lleva un año vigente, así que los dos grandes del fútbol argentino aún no han sido esquilmados por los clubes europeos. Junto a Maradona, saltan al campo Óscar Córdoba, Arruabarrena, Martín Palermo, Latorre, «Mono» Burgos, Ayala, Berizzo, «Muñeco» Gallardo, Rambert y Marcelo Salas: equipazos. Al descanso, la «Bruja» Berti ha adelantado a River y Veira decide un doble cambio: Diego y Nelson Vivas, actual asistente de Simeone en el Atlético, se quedan en la caseta para que ingresen el viejo amigo, Claudio Paul Caniggia, y un pibe de 19 añitos que luce la camiseta número 20, algo así como el diez multiplicado por dos.

Aunque en el acta arbitral de Horacio Elizondo quedó escrito que fue Caniggia quien suplió a Maradona, el imaginario colectivo retendrá para siempre que ese entretiempo marcó la alternativa del maestro en retirada a Juan Román Riquelme, quien lideró en el segundo tiempo a su equipo hasta propiciar la remontada (1-2). Tras el encuentro, Diego, que aún no sabía que era un futbolista retirado, se descolgó con unas declaraciones dignas de sí mismo: «Boca jugó como Boca y River fue River. Hicieron una gran primera parte, pero luego se les cayeron los pantalones». Lo dejó dicho casi como un epitafio.

Inesperado adiós

Aquel Superclásico de Buenos Aires, con sesenta mil hinchas que abarrotaban el graderío, no debería haber sido el último partido de Maradona pero...

Lo retiraron las drogas

El “Pelusa” estaba a punto de cumplir 37 años, una edad a la que había podido seguir en activo de no ser porque la adicción a la cocaína gobernaba su existencia.

Un positivo tapado

Dos meses antes, se detectaron restos de sustancias prohibidas en su organismo, pero el gobierno de Menem enmarañó el proceso para que pudiera seguir jugando.