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El Sevilla gana un derbi de los de toda la vida

La victoria del equipo de Lopetegui (0-2) en el campo del Betis se ha convertido casi en una rutina

Los jugadores del Sevilla celebran el primer gol en el derbi
Los jugadores del Sevilla celebran el primer gol en el derbiJosé Manuel VidalEFE

No hay vuelco en el fútbol sevillano. El Sevilla sólo ha perdido uno de los dieciséis últimos partidos oficiales que ha jugado en el Benito Villamarín y la media ciudad verde esperaba que este Betis tan seductor le diese la vuelta a la historia reciente. Nada. Con superioridad manifiesta, insultante por tramos, y gracias en gran parte a la expulsión de Guido Rodríguez al filo del descanso, los de rojo se llevaron los puntos sin contestación posible.

El dominio sevillista, territorial y de posesión, quedó patente desde los primeros compases. Pellegrini acusó el golpe de su semana «horribilis» y pensó que era mejor dejar venir al enemigo para sorprenderlo en rápidas transiciones. La prueba de que no andaba desencaminado el veterano estratega fue que de esta guisa llegaron las dos primeras ocasiones del partido, sendos zurdazos de Fekir y Rodri que detuvo Bono.

Magrea el Sevilla la pelota de forma cansina hasta irritar a su gente, pero ese fútbol control no es anodino. O no lo fue en el derbi. Guido Rodríguez, de profesión mediocentro defensivo, cometió a los nueve minutos su tercera falta, una entrada descontrolada sobre Rakitic que le valió la primera amonestación. Al borde del descanso, Rafa Mir robó una pelota y el argentino no tuvo más remedio que cortar su vuelo con una zancadilla que lo mandó al vestuario. Se desquitaba así el delantero murciano del increíble gol fallado poco antes, cuando no pudo empujar un pase de la muerte de Montiel a medio metro de la raya.

En inferioridad numérica y con diez futbolistas nada dotados para el trabajo defensivo, el Betis compareció tras el descanso con las manitas juntas, la imagen del robagallinas pillado in fraganti que se entrega a la Benemérita. Se plantó con ocho al borde de su área dejando a Fekir suelto, por si cazaba un gamusino. Atacaba el Sevilla en configuración de balonmano y creó tres ocasiones claras en menos de diez minutos: a la cuarta, un balón atrás de Ocampos, pegó Acuña un zambombazo desde el pico del área que entró por la escuadra de Bravo.

Al contrario que en otras ocasiones, que en cuanto se adelanta se pone en modo numantino, Lopetegui dio la orden del general Miaja en la defensa de Madrid: «Ni un paso atrás». Gestionaban sus centrocampistas la pelota con mimo del contable de manguitos y lápiz afilado. Perseguía sombras el Betis, consciente de que su ocasión para puntuar no pasaba por atacar a lo loco, sino por llegar al tramo final con desventaja mínima. Su primera amenaza fue un tiro de Tello al lateral de la red cuando el Sevilla ya empezaba a caer en la tentación del conservadurismo.

La sentencia la firmó Bellerín, aunque él no quería. En la enésima incursión por la derecha de Montiel, bien detectado por el periscopio de Rakitic, el centro atrás rebotó en la rodilla del lateral diestro. Por tercer partido consecutivo, tres derrotas del Betis en ocho días, los verdiblancos marcaban en propia meta. Era el momento en el que los sevillistas soñaron con ahondar el clavo de la goleada porque el eterno rival estaba grogui y pedía el descabello. Pero lo prudente era no correr riesgos.

Joaquín, autor del gol que supuso la única derrota del Sevilla en Heliópolis desde 2005, salió al final para convertirse en el bético con más derbis disputados. Una triste despedida para el ídolo, que aún tendrá ocasión de amargarle la tarde al viejo enemigo en la devolución de visita. Para el Sevilla, ganar el derbi se ha convertido casi en una gozosa rutina, pero siempre da gustito y la noche terminó con Monchi en el centro del campo celebrando la victoria junto a los hinchas rojiblancos.