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España y la leyenda del “12″ sevillano

En un partido ante Irlanda en el camino al título de la Eurocopa del 64, Sevilla y la selección comenzaron una relación idílica. España no ha perdido en sesenta partidos de fase previa de un Mundial disputados en casa desde 1934

Santillana marca uno de los doce goles del mítico España-Malta disputado en el Benito Villamarín
Santillana marca uno de los doce goles del mítico España-Malta disputado en el Benito VillamarínEfeEFE

Se celebra en este 2021 el octingentésimo centenario de Alfonso X, hijo de San Fernando, el reconquistador de Sevilla para la Cristiandad. El Rey Sabio murió en el Patio de las Doncellas de los Reales Alcázares, mientras libraba una cruenta guerra civil contra su hijo Sancho, apoyado por su esposa, Violante de Aragón, que había tejido una tupida red de alianzas para derrocar a su esposo. La capital del Guadalquivir fue de las pocas ciudades que permaneció fiel a Alfonso X, que fue enterrado en la Catedral hispalense y regaló a los sevillanos la divisa, aún vigente, que sella su adhesión a las causas nacionales: «No me ha dejado», simbolizada por el jeroglífico «NO-8-DO» que todavía hoy figura en el escudo de Sevilla.

El autor de las «Cantigas a la Virgen» otorgó por ello a la ciudad de Sevilla el título «Muy Leal» que aún reza en su escudo junto al de «Mariana», como no podía ser de otro modo, e «Invicta», concesión de Isabel II, pero también porque la selección nacional de fútbol acumuló 27 partidos en la capital andaluza sin conocer la derrota. La fuerza con la que el público sevillano animaba a España le valió la consideración oficial por parte de la Federación de «Jugador Número 12», según consta en sendos azulejos conmemorativos colocados a finales de años ochenta en el Sánchez-Pizjuán y en el Benito Villamarín.

Las casas de los dos rivales hispalenses fueron escenario de partidos de clasificación míticos, como el 12-1 a Malta que permitió a España disputar la Eurocopa de Francia, de la que fue subcampeona, o la victoria mínima sobre Dinamarca, en noviembre de 1993, con la que quedó sellado el pase al Mundial de Estados Unidos en una situación idéntica a la que se vivirá hoy: le bastaba el empate al equipo de Javier Clemente contra la selección de los hermanos Laudrup, vigente campeona de Europa, pero la expulsión de Zubizarreta a los diez minutos obligó a un partido heroico que decidió un gol de Fernando Hierro mediada la segunda parte.

Esos dos partidos son los que están en la mente de toda la afición en las vísperas del de hoy contra Suecia, dramático «ma non troppo» porque España tendrá, en caso de derrota, la oportunidad de clasificarse para el Mundial de Qatar vía repesca. La estadística, sin embargo, no anuncia un fracaso. El equipo nacional ha jugado en diecisiete ocasiones contra Suecia, con un balance de siete victorias, seis empates y sólo cuatro derrotas, la última de ellas en septiembre en el partido de ida de esta liguilla clasificatoria (2-1). En junio, estas mismas selecciones se vieron las caras en el mismo escenario de La Cartuja, en la fase de grupos de la Eurocopa, con resultado de empate a cero.

Se dice que las estadísticas están para ser rotas, pero hay una también favorable a España, que persiste desde hace casi noventa años. La selección no ha perdido ninguno de los sesenta partidos de fase previa de Mundial disputados en casa desde 1934, cuando un 9-0 a Portugal dio la clasificación para la segunda justa mundialista, la celebrada en la Italia de Mussolini. El jugador del Oviedo Isidro Lángara marcó aquella tarde cinco goles, el madridista Luis Regueiro anotó dos y completaron la paliza Chacho y Ventolrá.

Pero, ¿cuándo nació la leyenda del público sevillano como duodécimo futbolista español? Así lo bautizó el periodista José Antonio «Niño» Blázquez en su crónica del España-Irlanda del 11 de marzo de 1964, cuando este hijo y padre de periodistas deportivos relató que gran parte del mérito en la goleada española (5-1 en la vuelta de los cuartos de final de la Eurocopa ganada a la Unión Soviética para remontar el 2-0 encajado en Dublín) fue del público y su aliento indesmayable a un equipo español en el que debutaba José Ángel Iríbar.

Dos años después, la misma Irlanda perdía en el Sánchez-Pizjuán el partido que permitió a España jugar el Mundial de Inglaterra y tampoco fue ajeno el embrujo hispalense a la clasificación de la selección de Ladislao Kubala para el Mundial 78, pues si Rubén Cano firmó el pase en Belgrado fue gracias a la victoria por la mínima ante los balcánicos que sus compañeros habían logrado en Sevilla en el partido inaugural de un grupo en el que también figuraba Rumanía. Una victoria obligada en el Benito Villamarín envió a los chicos de Miguel Muñoz a México 86. Fue ante Islandia (2-1) y muy trabajada porque los béticos Gordillo y Rincón tuvieron que remontar el gol inicial de los nórdicos.