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A España le va a hacer falta algo más que la furia ante Italia en semifinales

Los de Mancini me dan miedo, si no pánico. No hay ni rastro del catenaccio, atacan y atacan como si no hubiera un mañana

Lorenzo Insigne celebra su gol ante Bélgica
Lorenzo Insigne celebra su gol ante BélgicaStuart Franklin / POOLEFE

Sí, querido lector, a mí Italia también me da miedo, si no pánico. La sucesión de partidos de españoles y transalpinos nos trasladó en apenas dos horas del orgasmo que provocó el heroico triunfo in extremis de España, de la mano del tan excelente como hasta anteayer cuestionado Unai Simón, al terror que provocan los de Roberto Mancini. Ver jugar al combinado blanquiazul nos retrotrae a esa Naranja Mecánica de Johan Cruyff o a la de Marco Van Basten, nada que ver con el asqueroso catenaccio que los aficionados planetarios tuvimos que soportar durante décadas. Apenas lanzan balones atrás, atacan, atacan y atacan como si no hubiera un mañana y exhiben un poderío físico superior incluso al de los excelentemente preparados integrantes de La Roja. Otra de las similitudes con España es que carecen de estrellas de renombre mundial: la figura más destacada, Ciro Immobile, no es precisamente un chaval (31 años), aunque ciertamente es un goleador de postín.

La temporada pasada conquistó el pichichi de la Serie A ante un tal Cristiano Ronaldo. La comparación con el «9» titular de España no es que sea odiosa, se antoja más bien escandalosa: ha metido casi el doble de goles (64) que Morata (36) en los dos últimos torneos de la regularidad en el país de la bota. El carácter apabullante de Italia se ratifica con un dato que tampoco invita precisamente a la tranquilidad: suman ya 32 partidos sin perder.

El cóctel es explosivo si al delantero centro le sumamos un excelente portero, Donnarumma, nada oscuro objeto del deseo del Real Madrid desde que tenía 18 años, los dos centrales de la Juve, los experimentados y nada amigables Chiellini y Bonucci, el sobresaliente Locatelli y otros elementos como Insigne y Barella, que no son precisamente tuercebotas. Es fútbol de ataque en estado puro, al punto que nadie termina con la sensación de haber tirado el dinero a la basura tras presenciar uno de sus vibrantes partidos. España tendrá que buscar armas efectivas para cortar el incesante juego de aluvión de nuestros rivales antes de llegar a los tres cuartos del campo.

Una tupida malla en el centro del terreno de juego será imprescindible para evitar que acaben plantándose en nuestra área como Atila y los hunos o como esos vikingos de los que hablaba el diario «The Times» hace seis décadas en obvia alusión al Real Madrid de Di Stéfano y cía. El problema es que, si bien nuestro centro del campo es tal vez el mejor de la Eurocopa, con Sergio Busquets, ese megacrack en ciernes que es Pedri y Koke, no lo es menos que tal vez sean perfiles demasiado poco defensivos excepción hecha del histórico mediocentro del Barça.

Creíamos que nuestra pelea con el gol había terminado después de las manitas a Eslovaquia y Croacia, pero frente a Suiza comprobamos que no, que la maldición ha vuelto. Cómo serían las cosas que nuestro único tanto vino tras rebotar el balón en el cuerpo de un adversario. Lo que toda la vida de Dios se ha dado en llamar una chamba. Morata volvió a enemistarse con el gol, lo cual es ciertamente preocupante, si nos atenemos al incontrovertible hecho de que al otro lado ya no tendremos precisamente hermanitas de la caridad sino a los italianos y presumiblemente a los ingleses si alcanzamos la final.

A pesar de que también falló de lo lindo en la prórroga, un servidor continúa viendo más pólvora en un Gerard Moreno que no está pasando de ser un resignado suplente pese a ostentar el Pichichi español de la Liga, entre otros muchísimos méritos. Ya se sabe que Luis Enrique es de ideas fijas. Una forma de ser que también nos está jugando malas pasadas con su contumacia en el eje defensivo: la dupla Laporte-Pau Torres volvió a mostrar sus fallas el viernes, dándonos más de un susto en jugadas clave, como ese balón regalado a Freuler que acabó con el sobresaliente Shaqiri anotando ese tanto que nos complicó la vida.

El martes no nos bastará esa garra, esa fuerza, ese abrumador dominio físico y esas genialidades de Unai que nos salvaron los desafíos contra Croacia y Suiza. Hará falta echar mano de la aptitud más que de la actitud. Técnicamente no somos peores que Italia. Ni mucho menos.